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Raúl Herrero

El éxtasis en Barbastro

El éxtasis en Barbastro

La lluvia nos amedrentaba con sus undosas y húmedas tumefacciones. Esas sustancias acuosas se pegaban a nuestros zapatos.Caminábamos en fila india: María José, Pedro, Beatriz y mi yo en primera persona. Un violento remolino, que tanta fama alcanzó durante sus intervenciones en las películas de El capitán Nemo, a punto estuvo de ahogarnos.
Arribamos los náufragos a la librería Castillon de Barbastro donde rostros amables y entusiastas nos recibieron con un calor que destacaba en comparación con las aguas que arreciaban en el exterior.
En el escaparate de la tienda varios títulos  e la editorial Libros del Innombrable jugueteaban en un combate, sin par, que reproducían algunas batallas celebres de la época napoleónica. Nos fotografiamos junto a carteles, portadas y toda la parafernalia, que demostraba el interés que la librería Castellon se había tomado en conmemorar nuestro acto,
¡Y la ceremonia se desarrolló como tiene que ser! Con el recitador en pie, junto a los libros, mientras el público asoma la cabeza por entre las estanterías plagadas de letras, tomos, libros y conocimientos varios.
Durante mi intervención observaba con ojos golosos un libro sobre el Antiguo Egipto y, aunque mis labios pronunciaban el poema Recomendaciones para domesticar a un avestruz de Gabino Alejandro-Carriedo, en mi mente lucía el dios Osisiris carcomido por una luminosidad sedosa.
El señor Valeriano Castillon tomó la palabra por la cintura y la hizo bailar al son de los atributos de la editorial, de las victorias y desventuras de quien esto escribe. Su acertada intervención prendió el clima propicio para lo se les venía encima a los escuchadores.
Un extracto del diario de Mariano Esquillor, el canto de Montells a las caderas de una bailarina exótica de jazz, los sueños de Arrabal, los sueños de Cirlot, la construcción arquitectónica de un libro de Molina…
Fueron tantas las atenciones inmerecidas que finalicé con el poema Un amigo un poco tonto de Eduardo Chicharro.
Los ojos no pestañeaban. No recuerdo haberme presentado a un público tan interesado por las tiras de palabras que brotaban de mi boca desde hace mucho tiempo. En Barbastro, en este primer recital que  conmemora  el 10º aniversario de Libros d el Innombrable, se concretó con claridad la idea de ceremonia.
Pedro y Beatriz intervinieron, como dos aspas, como dos refulgentes rayos, en mitad del recitado, para pronunciar dos parlamentos de En el útero del Cosmos, obra teatral de Federico González, que ensayan y que pronto se estrenará en Barcelona.
Alguno de los libros que permanecían a mis espaldas me hablaban o me preguntaban indiscreciones, mientras yo continuaba con el recitado. Con  esfuerzo conseguí que no me distrajeran esos juveniles y díscolos libros de los versos que pasaban de mi corazón a  mi boca.
El final llegó, como siempre sucede, tras un comienzo, en esta ocasión, la satisfacción del recuerdo superaba a la nostalgia del acabamiento.
Cuando nos alejábamos de Barbastro, desde lo alto del campanario, en el final de la noche, un can nos saludaba con las patas como si se despidiera de  nuestros poemas.

A otros les pareció que esa presencia consistía en  la asunción de un cometa con forma de perro.

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