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Raúl Herrero

Polimnia

Polimnia

Y, al ver plagado de navíos todo el Helesponto, y atestados de soldados todas las playas y todos los campos abidenos, en ese momento Jerjes se consideró un hombre afortunado; pero, acto seguido, se echó a llorar.

Al percatarse Artábano, su tío paterno, de la reacción del monarca (la persona que, en su principio, manifestara francamente su opinión, aconsejándole que no organizase una expedición contra Grecia), al advertir, insisto, ese personaje que Jerjes se había echado a llorar, le dijo lo siguiente: "Majestad, ¡qué gran diferencia existe entre tu actitud de ahora y la de hace un instante! Primero, te consideraste un hombre afortunado, y, en estos momentos, estás llorando. "Es que –replicó Jerjes– me ha invadido un sentimiento de tristeza al pensar en lo breve que es la vida de todo ser humano, si tenemos en cuenta que, de toda esa cantidad de gente, no quedará absolutamente nadie dentro de cien años."

Entonces, Artábano le respondió como sigue: "¡Otras desdichas peores que ésa sufrimos a lo largo de la vida. Pues, durante una existencia tan breve como la nuestra, no hay hombre alguno, ni entre los que ahí ves ni en el resto del mundo, que sea tan afortunado como para que no le asalte, en repetidas ocasiones y no una sola vez el deseo de preferir estar muerto a seguir con vida, ya que las desgracias que se cierran sobre nosotros, y las enfermedades que nos aquejan, hacen que la vida,  pese a su brevedad, parezca larga. Así, cuando la existencia resulta penosa, la muerte se convierte para el hombre en una escapatoria muy apetecida, y, por su parte, la divinidad, si nos deja probar la dulzura de la vida, con su actitud pone de relieve su envidioso talante".

Heródoto, Historia, Libro VII, traducción de Carlos Schrader, Biblioteca Básica Gredos, Madrid, 2000

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