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Raúl Herrero

José María de Montells y la Suerte Suprema

José María de Montells y la Suerte Suprema

 

(En la imagen el poeta don José María de Montells.)

Abro el buzón y de sus fauces terrenales emerge, cual conífera o Cristo ebúrneo, el nuevo poemario de mi amigo el caballero don José María de Montells y Galán. El libro se ha publicado en Málaga en la editorial Corona del Sur, dentro de la colección “islas del recuerdo”. Mi amigo, con paso firme, con su nueva criatura prosigue su paso de poeta esencial de las vanguardias de segunda generación, vinculado a la poesía visual y a toda suerte de aventuras literarias de primer orden. Su nombre suena y resuena en antologías y en bocas de ajenos personajes que destacan su vitalismo, su humor y su don de musas. En el terreno de la llamada poesía discursiva ha ofrecido, en los últimos años, espléndidas muestras de originalidad que no pecan de frivolidad, sino de lo contrario. Con un aire, en ocasiones, de estilo “camp”, en otras próximo a esa tradición que, precisamente por serlo,  se encuentra pegada a la rabiosa modernidad, pero  siempre envuelto en técnicas afines a las vanguardias históricas y a los alucinados que siguieron a Rimbaud, José María de Montells lleva unos años estableciendo lo que, en mi opinión, constituirá la columna más sobresaliente de su trabajo poético, en la vertiente textual.

No teme mi amigo Montells el engarzar su conocimiento de la poesía clásica en sus versos, y pretende, más que dejar a la poesía clásica en llamas, transmutarla en esos crisoles de palabras cortadas, de frases sin puntuación, en esos textos que rozan el sentido de la estética angelical sin quedarse en ella.

En la editorial Libros del Innombrable publicó los excelentes poemarios el asalto al palacio de invierno (2003) y La cabeza contra el muro y otros poemas (2002), ambos claros ejemplos de su mejor poesía textual, junto su penúltimo texto Dama con antifaz (2006) y también, por supuesto, con la última entrega de su poesía que supone este La suerte suprema (2007).

“Nada hay tan universal como lo propio”, refiere el autor en la entrada que precede al libro. Los poemas danzan en torno a la tauromaquia, en un sentido que, desde luego, trasciende a la propia fiesta, aunque se hable de cierto casticismo en el preámbulo a los poemas. En los astados que circulan por los poemas de este libro uno piensa en el Minotauro, en Creta (a los Montells también se refiere en su prólogo) y en los grabados que sobre este tema dibujara Picasso. Según ciertos críticos el “macho-machungo” (así denominó Gregorio Prieto a una de sus carpetas de dibujos postistas”) Picasso se autorretrataba en esos minotauros salvajes y hercúleos que destacaban en sus grabados.

Claro está, la figura del minotauro permanece unida al laberinto. Así cual Dédalo estereoscópico Montells se disuelve en diversas suertes-poemas por donde destila la sangre, la negrura y la furia de este país, como él mismo afirma, de María Santísima.

De entre los poemas incluyo el que despunta como mi preferido y que el autor ha dedicado a su nieto.

Toreo de Salón

La tierra estaba en calma/ Se movía un oleaje negro

Sin saberlo/Tremolaban banderas en su pelo/

Y un mugido azul que se rompía en temblorosos restos/

Había remotas amatistas/telas granas/espléndidas sonrisas

Fingidas taleguillas moviéndose moviendo/Los pañuelos

Sin sangre con coronas/En círculos concéntricos/

La furia enloquecida agonizaba en rojas llamaradas sin saberlo/

En la contraportada del libro leemos con pleno acierto: Su último libro de artículos Volver a Ruritania (Para una lectura de lo hermético) ha sido juzgado por la crítica más lúcida como imprescindible para escribir la verdadera historia de la literatura española contemporánea.

¡Como peces recién salidos de un matadero!

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