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Raúl Herrero

Joseph Carey Merrick

Joseph Carey Merrick

 

Allá por los años noventa del pasado siglo me entretuve durante cerca de cinco años en menesteres teatrales y otros fenómenos colaterales. Tras ese tiempo de trabajo constante y debido a la intemperancia de la comparsa, tanto como a la absoluta desidia del entorno, que clamaba en alto por la muerte de esos jóvenes poetas que osaban escribir, representar y recitar sus propios textos, abandoné toda vinculación directa con la dramaturgia. Antes y después de ese “fracaso triunfal” escribí algunas obras teatrales. Tras abandonar este aspecto de mi creación durante todos estos años en el proceloso mar de lo inconcreto, jamás he editado nada en este sentido, se publicarán antes que finalice este año en un tomo las dos últimas obras a las que he dado la puntilla.

La primera pieza lleva por título El Hombre Elefante y está dedicada a la memoria de Joseph Carey Merrick, el nombre auténtico de la persona cuyas deformaciones le valieron ese apelativo exótico. David Lynch filmó una brava e impoluta película del mismo título y, aunque quizá no haya podido esquivar toda su influencia, he procurado que prácticamente nada de mi obra tuviera, siquiera, una ligera vinculación con la versión cinematográfica. He tenido noticia de otras adaptaciones en el medio teatral pero, puesto que no he tenido acceso a ninguna, resultará muy difícil que mi interpretación guarde alguna semejanza con otras recreaciones.

En primer lugar mi “hombre elefante” se distancia de otras lecturas en los hechos relatados. Si bien el personaje narra algunos sucesos auténticos, el resto de los acontecimientos guardan poca o ninguna relación con los hechos históricos. Esto se debe, entre otras cosas, a que la acción transcurre en la feria donde “El Hombre Elefante” es exhibido con anterioridad a los sucesos que nos refieren tanto la película como otras adaptaciones. Además he incluido algunas tramas que influyen en el resto de personajes: una trapecista, el cuidador de El Hombre Elefante y dos enanos de la feria, entre otros.

En mi ánimo se encontraba realizar un homenaje a Merrick y no reincidir en una recreación de su vida. A lo largo de la obra se muestra con claridad que el personaje de “El Hombre Elefante” encarna el prototipo del individuo desplazado de la sociedad por cualquier motivo, ya sea éste moral, religioso, político, físico o de otra clase. Así mismo el resto de los personajes adoptan las membranas de la intransigencia, la venganza, la codicia y otros hermosos valores de la humanidad.

Joseph Carey Merrick nació en Leicester (Inglaterra) en 1862. Su enfermedad comenzó a manifestarse cuando contaba 18 meses. Su madre insistió en escolarizarle y, gracias a ella, aprendió a leer y escribir. Durante los años que vivió con cierta calma, amparado por en el London Hospital, incluso realizó algunos escritos. Entre ellos destacan las páginas que dedicó a su autobiografía y en las que, ingenuamente, achaca su enfermedad al ataque de un elefante que su madre sufrió en una feria. Por desgracia su madre, Mary Jane, murió cuando él todavía era un niño y su padre se volvió a casar. Las constantes críticas de la madrastra le obligaron a desempeñar empleos tan insólitos como manipulador de hojas de puros, que abandonó cuando las deformidades le impidieron continuar con su trabajo, o vendedor ambulante de calcetines, que dejó de ejercer tras una denuncia del sindicato de vendedores ambulantes por la supuesta mala imagen que prodigaba Merrick al gremio. Durante su etapa como vendedor con frecuencia devolvía a su padre el dinero que había recibido para el almuerzo, como si se tratara del fruto de sus ventas. Finalmente la familia lo internó en la institución benéfica llamada WorkHouse. Donde le obligaron a desarrollar un trabajo tan duro que al final Merrick decidió abandonar la entidad. Se refugió en un promotor de ferias que terminó vendiéndolo a otro. Convivió en el sórdido mundo de las exhibiciones de seres extraños hasta que lo rescató, en un principio con vistas al examen científico y luego para procurarle una vida digna, el doctor Treves. En el London Hospital murió en 1890 a los 27 años de edad. Durante los últimos años de su vida se convirtió en una celebridad visitada por la alta nobleza británica, incluso por la princesa de Gales.

En la actualidad se incide en la valentía ante las adversidades que Merrick demostró durante su vida. Pero aún impresiona más su total ausencia de resentimiento por los sufrimientos que padeció, así como sus modales educados y sus dotes de conversador, a pesar de las dificultades para el habla a las que sus deformaciones le sometían. Estudios recientes también precisan que su inteligencia superaba la media. El lector curioso encontrará un resumen más detallado de su vida en wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Merrick.

Respecto a la pieza teatral que acompaña, en el volumen, a El Hombre Elefante mantengo un silencio absoluto.

3 comentarios

Raúl Herrero -

Gracias a los dos. Abrazos, Raúl

Enrique -

Enhorabuena, Claudio, tiene muy buena pinta. La leeremos y esperemos que se pueda representar y la veamos sobre las tablas. ¡Toc, toc, ¿teatros aragoneses?! Mucho ánimo.

jorge -

me asomo después de un parón estival-laboral, y como siempre tiene usted cosas interesantes para contarme, así que me quedaré esta tarde, escrutando sus curiosidades, si me permite, saludos