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Raúl Herrero

´"El hombre elefante" según María Pilar Martínez Barca

´"El hombre elefante" según María Pilar Martínez Barca

 

(La poeta María Pilar Martínez Barca ha tenido la gentileza de escribir una reseña sobre mi obra teatral "El hombre elefante". La publicó el Heraldo de Aragón en el suplemento cultural, dirigido por Antón Castro, Artes & Letras. Desde aquí mi agradecimiento.)

 

La feria del absurdo

“El hombre de las tres piernas”, “La mujer barbuda”, “El hombre mosca”… Las acotaciones cuidan el mínimo detalle, lo mismo que los nombres, el lenguaje o la escenificación. Enanos, tragasables, cuidadores de bestias, seres con las entrañas deformadas, lujuriosos, soeces. Privados otras veces de habla o de razón.
García Lorca, Fernández Molina, Jean Tardieu o Fernando Arrabal, junto a los grandes clásicos del primer celuloide, Charles Chaplin, los hermanos Marx, Buster Keaton o Cantinflas. “Existen en el mundo misterios insondables. No encontré la caja fuerte, pero sí me tropecé con unos puros”. Ionesco, Beckett, Nieva, Pirandello… Nada es casual ni gratuito.
No es un autor novel. Raúl Herrero, poeta esencialmente, escribiría teatro desde su más temprana juventud, pese a no haberlo visto publicado hasta El hombre elefante y El indómito y extraño caso de Gregoria (Libros del Innombrable, 2007). Al látigo, la avaricia y los bajos instintos, se opone el tono lírico de la aparente bestia: “Para quien sepa ver, la blancura de su espalda resalta como la candidez de la cera en ebullición, como el fuego sagrado de los altares, como el pan consagrado y la luna estival y suave sobre una almohada de plumas”.
La pieza teatral está inspirada en el caso real de Joseph Carey Merrick, enfermo de síndrome de Proteus, que termina obligado a mostrarse como atracción circense. “Mi cráneo tiene una circunferencia de 91,44 cm., con una gran protuberancia carnosa en la parte posterior del tamaño de una taza de desayuno”. Tras la falsa apariencia, la discapacidad o la pasión, se ridiculizan otros dramas humanos: “Si esas aberraciones, si esos fenómenos, si esos seres dependieran de mis manos, los gasearía a todos”.
El caso de Gregoria… es más bien un divertimento, parodia a su vez del cine mudo. En él conviven la sanación de la joven rica con la distancia irónica, el humor gestual, las animalizaciones… “El color de la carne favorece a sus piernas”. Y, por encima de todo, el absurdo.

María Pilar Martínez Barca

 

 

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