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Raúl Herrero

El gran Seneb

El gran Seneb

(En la imagen superior "Grupo escultórico de Seneb y familia".)

 

Aunque se suele achacar a la escultura de esta periodo, del Antiguo Egipto, de inmovilismo destacan un curioso grupo de figuras que no simulan los defectos físicos y que tratan a los “grandes” con una familiaridad que los aleja de la idealización. Posteriormente, estos mismos grados que de la idealización a la representación física exacta los atravesará la escultura clásica griega y romana, si bien por diferentes motivos. Los egipcios creían que el ka (concepto más complejo, pero al que podemos equiparar al de espíritu) podía volver al cuerpo del difunto, pero por si éste había sido destruido era preciso que la tumba contuvieran estatuas del fallecido lo más fieles posibles a su aspecto en vida para que el ka las reconociera y pudiera instalarse en ellas. (Son las llamadas estatuas del ka).
Gracias a este gusto por el naturalismo encontramos diversas representaciones del llamado por los estudiosos “enano Deneb”, cuya existencia se ubica en la VI dinastía del antiguo Egipto (aunque he hallado referencias de otros autores que lo ubican en la IV dinastía, ¿error de transcripción de las fuentes, indeterminación o confusión?).
De entre sus apariciones destacan los libros de arte el grupo escultórico, en caliza, donde nuestro amigo posa con su familia, es decir, con su esposa y sus dos hijos. Suponemos que fue el propio escultor el que decidió, para que la diferencia de estatura entre los cónyuges no desequilibrara la pieza, que Seneb apareciese con las piernas cruzadas sobre el banco prismático, en tanto sus hijos, a un menor tamaño como era costumbre, ocupan la parte que deberían hacerlo sus pies. Junto a él una sonriente y cariñosa esposa Sinetites abraza a su marido con una mano que alcanza su hombro, mientras la otra la apoya en el brazo del esposo. En las proporciones de Seneb queda de manifiesto la cortedad de sus brazos y una cabeza tal vez algo desproporcionada en relación con su cuerpo. Algunos autores mencionan que en la familia falta un tercer hijo al que el escultor dejó fuera porque había heredado la hechura paterna.
Los problemas que a Seneb le acarreara su físico no le impidieron triunfar en la sociedad y que se casara con una aristócrata. En su tumba se han encontrado múltiples detalles que avalan su posición elevada: El simple hecho de poseer un túmulo propio ya es significativo.
Los servicios de Seneb, sacerdote de Keops y Djedefre, como responsable de las insignias y las vestiduras de su señor, le proporcionaron tierras y un ajuar funerario para su tumba. A su esposa Sinetites los historiadores la presentan como sacerdotisa de los dioses Hathor y Neit.
Los sacerdotes (y sacerdotisas) gozan de privilegios y los beneficios que su señor les concede por su dedicación o, los regalos que obtienen indirectamente cuando el templo que regentan recibe dádivas, los terminará convirtiendo en pequeños terratenientes. La situación en cierto momento llegará a tal extremo que el sacerdote de Amón en Karnak superará en poder al propio Faraón.
Pero volvamos con nuestro amigo Seneb y su famosa familia. Los niños se llevan un dedo a la boca. Tal detalle se ha interpretado como muestra de timidez. La figura resulta cercana y nada ceremoniosa, desde nuestra óptica actual. Seneb, en la posición que habitualmente se empleaba para representar a los escribas, esboza una sonrisa de satisfacción. No sabemos, por descontado, si este gran Seneb sería un hombre complaciente, tirano o generoso. Pero el espíritu que el artista ha labrado en las figuras hace que nos resulte simpático. Los detalles de la tumba reflejan las grandezas y las riquezas de la familia, pero no se interesan por apenas mencionan detalles de la vida cotidiana o por el carácter. Aunque, sin duda, queda patente el orgullo de Seneb, así como la ternura de su esposa.
Este caso no se corresponde con un detalle aislado. Las representaciones más antiguas de “enanos” en el antiguo Egipto se encontraron en Ballas y Nagada en el Alto Egipto. Si bien, en este caso, se trata de unas diminutas figuras de personas que carecen de la importancia social de nuestro Seneb. También se encontraron cortesanos de pequeña talla en las tumbas de los reyes de la primera dinastía y en una estela de la tumba del faraón Semerjet. En 1990 se descubrió una tumba, de un hombre de tamaño menor a la media, contemporáneo de nuestro amigo, también miembro de la corte.
En la actualidad este grupo escultórico de Seneb y familia se puede admirar en el Museo Egipcio de El Cairo.

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