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Raúl Herrero

Chaplin, todo el talento del siglo XX en un hombre

Chaplin, todo el talento del siglo XX en un hombre

En la imagen superior Paulette Goddard y Charlie Chaplin.

El pasado 16 de abril Charlie Chaplin hubiera cumplido 120 años.  En el primer capítulo de su autobiografía realizó una escalofriante descripción del ambiente de miseria que le rodeó durante su niñez. La aparición de una rata en el hogar, la dulzura de su madre, el entorno opresivo… jamás he olvidado esas primeras páginas que emulan al naturalismo literario más descarnado.

Chaplin era hijo de artistas. Su padre,  un cantante de blues, no soportó las dificultades de su carrera y se dejó embotellar por el alcohol. Su madre sufrió una enfermedad mental, esquizofrenia según algunos, por lo que Charlie y su hermano Sydney pasaron largas temporadas en orfanatos hasta que alcanzaron la mayoría de edad.

En 1908 Chaplin inició su carrera como actor cómico en la compañía de variedades Karno. Se adentra en el cine de la mano de la Keystone Film Company en 1914. Su formación como artista de variedades le otorgó solidez para desenvolverse en las películas que se rodaban, en ocasiones, con una elevada parte de improvisación y con extrema celeridad. Su capacidad para la  mímica, la pantomima, tan necesaria en esos primeros momentos del cine, enseguida hizo que Chaplin resaltara en la pantalla.

Curiosamente la primera vez que su personaje de vagabundo, en España Charlot, apareció en la pantalla, en el corto Kid Auto Races in Venice -“Carreras sofocantes”-, lo hizo como un hombre huraño, desagradable y con rasgos evidentes de crueldad. La evolución del personaje en posteriores cortos y largometrajes transformó al personaje en el peleón, inconformista, pero agradable, cargado de humanidad y, sobre todo, bondadoso, hasta el extremo de poner en peligro su propia supervivencia. “El vagabundo” es el primer personaje cinematográfico que, con una popularidad mundial, perdura durante generaciones. Al público del momento, como al de ahora,  le cautiva esa figura que se enfrenta a los símbolos del poder y de la legalidad, de lo establecido. Fascina ese hombre insignificante que afronta empresas que le sobrepasan (tanto por el tamaño de sus antagonistas como por el cariz de las dificultades a las que se enfrenta). En ciertas actitudes del personaje de  Chaplin encontramos a alguien que actúa como un  “anarquista” por necesidad.

Si tienes la osadía de seguir leyendo el artículo  puedes hacerlo en el siguiente enlace de mi "otro blog" en la revista Generación.net:

http://raulherrero.blogs.generacion.net/chaplin-todo-el-talento-del-siglo-xx-en-un-hombre

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