Toledo y los gatos submarinos
(En la imagen superior el cuadro Resurrección de Cristo, del Greco, 1599.)
Habité en Toledo bajo una corriente continua de agua, atrapado por soportales y escaleras de Jacob. Esa ciudad, que fue capital de España hasta la época de Felipe II (1563), en la que convivieron templarios, hechiceras, magos, herméticos, cabalistas e inquisidores, bajo el tapiz de cristianos, musulmanes y judíos, se nos abrió de par en par desde su puerta del sol. En sus calles luminosas transcurre el resumen de la historia del hombre, de sus curiosidades, miserias, atrevimientos, temores y deseos. Las leyendas de Toledo ejemplifican, también, las inquietudes y frustraciones que han movido y conmovido a la humanidad desde los cimientos que, a día de hoy, conocemos.
Bajo los auspicios de un grupo toledano, amigos de lo heterodoxo y lo exótico, (ver www.odelotoledo.com) realizamos una nocturna y decisiva visita a la ciudad oculta. Ellos nos hablaron de “el hombre palo”, un autómata de madera, creado por el arquitecto Juanelo Turriano, que circulaba por las inmediaciones de la catedral con una alcancía para la que reclamaba limosna. Cuando un peregrino o curioso le otorgaba una dádiva el curioso mecanismo obsequiaba al generoso con una reverencia. La historia cuenta que Juanelo, que diseñó las campanas de El Escorial, recurrió a este ingenio para paliar la necesidad que le acuciaba por unos trabajos que no le habían pagado. Se supone que este engendro mecánico se encontraba situado en la calle que hoy ostenta su nombre.
Durante la visita se nos mostró el que fue cuartel general de los caballeros templarios, sito junto a la iglesia de San Miguel, cerrada a cal y canto, al menos durante nuestra estancia.
También se nos habló, por parte de nuestros cicerones y de otros varones de la plaza, del arquitecto Juan Guas. Famoso artista que intervino en la catedral de Toledo y en la iglesia de San Juan de los Reyes. En una entrada lateral de la catedral nos advirtieron de la presencia de María Magdalena que, según nos informaron, se supone embarazada. Ella sostiene un cáliz en una mano, mientras apunta con el dedo índice, de su otra mano, en dirección a la copa, aunque nuestros guías aseguraron que, en verdad, el dedo señala su propio vientre. A mi observancia le quedaron serias dudas de que así fuera, pero, no obstante, el detalle participa de algunas de las teorías hoy tan en boga. En cambio, la que sí parece probada es la admiración de Juan Guas por los templarios, hasta el punto de situar el lema de esta orden en la fachada monasterio de San Juan de los Reyes (“non nobis domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam”, -nada para nosotros Señor, sino a tu santo nombre hemos de glorificar-), en tiempos en que esta orden ya se encontraba prohibida y condenada. Aunque, antes de su muerte, Guas fue nombrado maestro de obras de la catedral de Toledo, dejó por escrito su voluntad de enterrarse en la iglesia templaria de San Justo. Allí reposa con la señal del compás sobre su lápida. Por cierto, también encontramos cerrado este templo. ¡Qué misterio!
Se nos dio noticia de momias, actos de brujería, así como del paso por la ciudad del Santo Grial y la mesa del rey Salomón, además de sucesos inquietantes que no desvelo para no privar al visitante en potencia de su capacidad de asombro. Sin embargo, sí referiré la presencia, junto a la catedral, de una muchacha, de mirada despierta, acompañada por una esclarecedora música. La intérprete se llama Ana Alcalde, su peculiar instrumento, viola de teclas. A los pies de Alcalde, así como en otros puntos de Toledo, encontramos un CD en el que se nos ofrece la posibilidad de apreciar la sonoridad de esta viola sueca, aderezada con unos arreglos deliciosos. En las piezas que integran la grabación nos encontramos con música tradicional griega, jotas castellanas, melodías sefardíes y hasta con una pieza popular de Huesca. En su página “huevo” (www.anaalcaide.com) Alcalde nos instruye. Ella, intérprete, de violín, descubrió la viola de teclas durante su estancia en la Universidad de Lund en Suecia. De allí procede este instrumento, inédito en nuestro folklore, al que Ana Alcalde le extrae matices y expresiones que sujetan al oyente desde el primer momento.
Paseamos con calma por la judería bella y tradicional. Allí saludamos a la librería judaíca “Casa de Jacob”, especializada en cultura hebrea, donde con mimo y dedicación seleccionan títulos y autores de primer orden. (Ver http://www.casadejacob.com/) ¡Esencial! En nuestra visita nos atendió un amable y paciente habitante que nos aconsejó y dedicó su preciado tiempo.
Así, más o menos, transcurrió la visita a Toledo, bajo una lluvia desolada y arrolladora, de la que los gatos se protegían vestidos de buzos.
La figura del Greco, desnudo como un Cristo, nos despidió desde lo alto de la ciudad.
4 comentarios
Toledano -
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http://www.leyendasdetoledo.com
Un saludo,
Zebedeo -
Ha sido un grato paseo por sus letras y me ha hecho recordar que tengo que volver a Toledo para observarlo desde otra óptica, ya que cuando fui tenía la vista y edad de un adolescente. Volveré, es una promesa de las que se hacen para cumplir, no de la otras que son como las promesas electorales.
Un placer.
Zebedeo
Raúl -
jorge -