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Raúl Herrero

Alucinógena Feria del libro, ( y II)

Alucinógena Feria del libro, ( y II)

 

(En la fotografía superior Il Casetone de Libros del Innombrable en la Feria del Libro libresco 2007)

 

La lluvia ganaba terreno a los libros, los devoraba, los ingería con una voracidad inquebrantable e inquisitorial. Félix, de la librería Los portadores de sueños, se vio obligado a “desestructurar” los andamiajes librescos de su caseta mientras el autor de la firma parafraseaba esa frase célebre por su habitual uso: ¡Menuda mierda de tiempo!

Los firmantes se tumbaban sobre el asfalto y estampaban sus rúbricas en los charcos del suelo con esa agua salpicada por la constante terquedad del tiempo. Por si esto fuera poco, ese mismo día, en un lugar no muy lejano, dos equipos se situaban, frente a frente, junto a un objeto esférico para desarrollar uno de esos momentos de crucial trascendencia para la historia del deporte mundial, uno de esos momentos en los que nunca pasa nada.

Mariano Esquillor combatía con varias firmas que, en un par de ocasiones, se le amontonaron en nuestro peculiar casetone. Una señora adujo que había estado presente en la inauguración monumental del libro de Mariano Huracán de sol. A Esquillor no le amedrentraba la lluvia, ni el calor que ya se extinguía, ni la desapacible y naciente revolución atmosférica, ni esa especie crucial de animales invertebrados que se paseaban por la feria del libro curioseando y sin adquirir ejemplar alguno… Esquillor ya lo ha visto todo, o casi, y ha aprendido a enfrentarse con la felicidad sin remordimientos, así que aprovecha esos instantes de ebriedad sin preocuparse de la adversidad.

José Antonio Conde recomendaba a los viandantes Playa de tormentas mudas y algunos le miraban con desconcierto, otros con el rostro inmenso del misterio.

El último día de la feria estuvo repleto de paseantes y de otras alucinaciones no menos impactantes. Una señora exclamó ante los ocho euros de un libro. ¡Qué caro! Por tan lúcido comentario deduje que esa santa señora practicaba el oficio más antiguo del mundo, por desgracia, hoy un tanto en desuso: el escarceo de libros, es decir, el robo indiscriminado de papel encuadernado en rústica o en rollo.

Y así las horas paseaban muertas sobre una carretilla que empujaba una charanga ensordecedora que obligaba a mis miradores, en principio posibles lectores, a huir despavoridos ante los atronadores quejidos de los instrumentos de viento. ¡Esas trompetas, esos flautines y sobre todo ese bombo antediluviano que abombaba los cráneos de animales, hombres y máquinas!

Un hombre con las gafas a la altura de las ingles preguntó por nuestra procedencia. No les conocía, arguyó. ¡Pues pronto cumpliremos diez años!, manifestó con orgullo quijotesco Marga, tripulante de Libros del Innombrable durante la feria del libro. El hombre sonrió con incredulidad, con esa sonrisa torcida que delata sorpresa y cierto malestar provocado por motivos ignotos.

Mientras se sucedían tales encuentros la figura de Arrabal nos contemplaba con impertérrita sonrisa. Unos lo señalaban, otros sonreían, otros le lanzaban cohetes y los más exclamaban olés y bravos con aire castizo. Un hombre de admirable inteligencia se acercó para adquirir todos los títulos publicados de Fernando Arrabal. Se interesó también por la página “huevo” y le informamos de lo que nos fue posible.

Cuando los minutos nos torturaban, a punto de finalizar la feria del libro del año 2007, en mi mente se reflejaban las palabras de Ernst Jünger: “El tiempo somete, no puede ser sometido”.

3 comentarios

Raúl -

Muchas gracias por los comentarios a Zebedeo y Eunuco. Allá donde me llaman acudo.
Abrazos, Raúl

Eunuco -

aRaúl ,a ver cuando te podemos escuchar en el programa La estación azul,dedicado a la poesía en las madrugadas del domingo al lunes a las 0horas en radio 3.Deleitarnos los oidos y dar a conocer a un autor con un pasado febril,un presente furioso y un futuro esperanzador.

Zebedeo -

Me gustaría ver a esos autores cuerpo a agua (que no a tierra) intentando firmar entre charco y charco un ejemplar de su libro. Gente como Esquilor que se mantiene firme (y firmando) ante viento y marea.

¿El bombo era antediluviano o diluviano? En días como eses en vez de regalar una flor con cada libro deberían regalar un paraguas :)

Nos leemos.