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Raúl Herrero

Noche de brujas (y bizcochos)

Noche de brujas (y bizcochos)

La única representación de la obra teatral de Federico González Noche de brujas tuvo lugar el pasado 29 de junio en la Sala La Cuina, en el espacio Francesca Bonnemaison, en la ciudad de Barcelona. Empujados y propulsados por las oscilaciones del destino pudimos trasladarnos hasta allí para asistir al ritual, puesto en boca y en escena por el actor Carlos Alcolea y la Colegiata Marsilio Ficino.

A la entrada del espacio se ofrecía una versión en audio de la obra teatral, además del libreto que incluía un amplio e ilustrativo prólogo a cargo de Francisco Ariza. Nos adentramos en la sala circular que conmemoraba el centro de la escena con un árbol, una suerte de palmera, alrededor de la cual, cuando se apagaran las luces, tendría lugar la ceremonia de la obra.

Antes de la primera oscuridad tuvimos tiempo de hojear las páginas del texto y de leer el citado preámbulo clarificador y holgado.

Un grupo de peregrinos se adueñó de la sala, las luces palidecieron. Federico González ocupaba su lugar en el centro y al frente de la escena. El grupo de brujas comenzó el rito formando su propia cosmogonía en un círculo donde fueron desgranando los enigmas y las soluciones, el símbolo y su reflejo. Por las palabras de los personajes se deslizaban los reproches de la decadencia de los ritos y de su utilización simbólica. En el prólogo del libreto ya Ariza ejemplificaba este estado al referirse a la enorme distancia que separa los aquelarres medievales (herederos de ritos tradicionales próximos a la gran madre) de las actuales reuniones que, con el mismo nombre, sólo arañan en la superficie de esta ceremonia, formulando una parodia del arte original.

Apareció el actor Carlos Alcolea en la piel del diablo. Desde luego en sus parlamentos aclaró que su papel respondía a la consecución de una parte de la dualidad y del todo de la divinidad, a gran distancia de un personaje encarnado por una maldad amorfa e inconsecuente.

Durante dos actos se desgranaron las presencias, se coaguló y resucitó la palabra siguiendo el ejemplo de las operaciones alquímicas.

Con gran acierto en la invitación y en la portada del libreto figura, bajo el título de la obra, el apelativo Auto Sacramental en dos actos. El contenido simbólico prevalece en las intervenciones de los personajes, siempre unidas a la expresión poética y a ese, hasta cierto punto, estatismo propio de un auto sacramental. En esa misma corriente también ha trabajado Josep Soler con algunas de sus óperas de cámara. El espectador debe enfrentarse a este sistema de creación con ojos nuevos, abandonando las premisas del espectáculo destinado únicamente a matar el tiempo.

La belleza y la verdad se conjugan en Noche de brujas, al igual que en las óperas de Soler, para proponernos un proceso cuasi iniciático, para hablarnos de esas zonas dormidas, cada vez más dormidas y casi aniquiladas, en la corriente de ataque irrefrenable al pensamiento establecido por algunas pautas del mundo actual.

La asimilación de recetas como la propuesta en Noche de brujas nos facilitan el distanciarnos del modelo de esos emperadores romanos decadentes del siglo III, al que, poco a poco, nos acercamos, víctimas de un hedonismo desmembrado y de un nihilismo de salón. Bizcochos de conocimiento y de luminaria desmembrados a dentelladas.

Una vez incendiadas las luces los actores doblaron la cerviz frente al público. Federico González se desasistió de su gorra y la mostró al fervor del público para saludar a los presentes con una sonrisa luminosa. Fue, entonces, cuando dimos por terminado el ritual.

En ese mismo instante, a varios kilómetros de distancia, concretamente en Brasil, la poeta Alicia Silvestre abandonó la soltería.
"...una bruja agita las aguas de tu alma"
(Cioran. Breviario de los vencidos)

 

1 comentario

victor manuel gomez -

Es una obra llena de signos que ojala pueda entender y llevar acabo en la vida diaria alguna vez, gracias