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Raúl Herrero

El dios de los ácidos o Albert Hofmann

El dios de los ácidos o Albert Hofmann

Antonio Gnoli y Franco Volpi se reunieron con Albert Hofmann el 19 de marzo de 1997 y el 23 de enero de 1999. El resultado de estos encuentros figura trascrito, con el consentimiento del interlocutor, en el libro El dios de los ácidos (Siruela, Madrid, 2008). Ambos autores ya editaron sus conversaciones con el escritor Ernst Jünger, al que, por cierto, se refiere varias veces Albert Hofman en este libro, si bien es cierto que previo requerimiento de sus contertulios.
Por si alguno de mis avezados y progresivos lectores lo desconoce, Albert Hofmann es popularmente conocido por aislar los alcaloides en el cornezuelo del centeno y , tras aprender el sistema para extraer la metergina del ácido lisérgico e intentar producir, según sus palabras, la dietilamida del mismo, traer a la luz lo que se conocería como LSD.
Como podrán imaginarse, en el volumen Hofmann se refiere a este proceso, así como a todo lo que en la sociedad, el espectáculo, los gurús y la contracultura aconteció alrededor de su trabajo en el campo de la química.
A pesar de la imagen del LSD, como un ácido, en el sentido peyorativo que no descriptivo, es decir, como una sustancia química relacionada con la drogadicción que provoca una serie de incontrolables alucinaciones y delirios, en el presente libro se nos puntualizan varios aspectos esenciales que difieren en varios aspectos de lo que los poco informados sabíamos sobre esta sustancia.
El propio entrevistado lo refiere con precisión: “…el nombre alemán del cornezuelo de centeno, Mutter-Korn, literalmente ‘grano de la madre’, indica una relación con las funciones de la procreación. En la Antigüedad y en la Edad Media las comadronas empleaban el cornezuelo del centeno para acelerar el parto. A nosotros nos interesaba descubrir el principio activo que poseía aquellas propiedades uterotónicas. Durante la década de 1930, en los laboratorios Sandoz, pero casi al mismo tiempo en Inglaterra y en América, se llegó a aislar este principio activo que fue denominado ergometrina, ergobasina y de otras varias maneras… Una vez aprendido el procedimiento para extraer la metergina del ácido lisérgico pude aprovechar el mismo método para producir otros alcaloides artificiales del ácido lisérgico. (…) …estábamos en 1938, intenté producir la dietilamida del ácido lisérgico para ver si tenía el mismo efecto cardiótico, LSD es el acrónimo de esta sustancia en alemán (Lysergsäure Diähylamid). Pero no tuve éxito”.
A pesar de todo, en 1948 Albert H. volvió sobre su trabajo y empleó la sustancia en animales de laboratorio y, tras impregnarse por accidente y experimentar un cierto ensimismamiento, también consigo mismo.
Tras sus experiencias en primera persona y el anuncio de su descubrimiento se comenzaron a estudiar los efectos que esta sustancia podría tener en el campo de la psiquiatría. Respecto a esto el entrevistado asevera: “Fue por esto, entre otras cosas, por lo que se introdujo la palabra ’piscodélico’ para calificar esta droga. El adjetivo quiere decir en realidad ‘que manifiesta la psique’, ‘que dilata la conciencia’. En las revistas científicas se publicaron una gran cantidad de estudios sobre sus efectos y sus posibles aplicaciones”.
A continuación, el científico nos refiere el interés que la CIA demostró por la sustancia para utilizarla en sus labores de espionaje y “contraespionaje” y para aplicarla como suero con oscuras intenciones a presuntos o trasuntos de "culpables".

El LSD se aplicó como tratamiento médico, además de los usos que otros grupos pudieran darle, mientras estuvo legalizado, es decir, ¡hasta 1967! De hecho su prohibición se consiguió tras una azorada polémica y con dificultades, ya que varios años antes se había considerado que esta sustancia, en efecto, poseía un valor terapéutico. Cary Grant habló en una entrevista, a finales de los años 50, de los beneficios psicológicos que había obtenido tras su tratamiento con esta medicación lo que, al parecer, disparó la popularidad de la sustancia.
El “cornezuelo de centeno” se incluye entre los elementos que se ingerían en los “ritos de paso” de la antiguedad y se encuentra emparentado con hongos y otras productos semejantes utilizados por chamanes, sacerdortes y oráculos  para sus experiencias místicas. Con idéntico fin, Albert H. utilizó la sustancia, a veces en compañía de su amigo Ernst Jünger, con un control estricto de las dosis, del ambiente que les rodeaba durante sus exposiciones al uso del LSD y sumergiéndose en profundas reflexiones y análisis sobre el contenido de las imágenes y experiencias que les había provocado su ingestión. Como el mismo Hofmann menciona nada o poco tiene en común este empleo del LSD con el abuso y la invitación al permanente y desbocado consumo que otros promulgaron posteriormente. Por cierto Holmann y Jünger superaron los 100 años de edad con una extraordinaria capacidad intelectual. Detalle que mencionamos como curiosidad. Por si alguien lo pone en duda, no deseamos establecer una relación entre el uso de este componente y la longevidad.
Ese aspecto del LSD, la vinculación con "ritos de paso" y "ceremonias iniciáticas" de la antigüedad, despertó la curiosidad en estudiosos e intelectuales como Robert Graves, Robert H. Wasson y Aldous Huxley (que en su popularísimo volumen Las puertas de la percepción describe sus experiencias en este sentido).
Como se de la voracidad de mis lectores me atrevo a recomendarles un libro en relación con el uso clínico de la sustancia de Hofmann : Psicoterapia con LSD de Stanislav Grof (La liebre de marzo, Barcelona. 2005).

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