La música y el diablo. Me and Mr. Johnson
(En la imagen superior una de las dos fotografías que se conocen del compositor y cantante de blues Robert Leroy Johnson)
La música suele tentar al mismísimo diablo. El compositor Giuseppe Tartini afirmó, en 1713, que el Diablo se le apareció durante la noche y le interpretó al violín una fascinante música, la misma que luego el compositor firmó bajo el sobrenombre de “El trino del diablo”. También hay quien menciona que la brillantez de Tartini se debía a que poseía una mano con seis dedos. Con posterioridad, ya en el siglo XIX, también se atribuyó el virtuosismo del violinista Niccolò Paganini a que había realizado un pacto con el diablo. A pesar de lo sugerente de este rumor, que el propio Paganini alentó, la facilidad del músico se debía a las largas horas de práctica y, según algunos especialistas, a que poseía unas manos especialmente formadas para este instrumento, ya sea desde su nacimiento, o por la transformación que éstas sufrieron por las largas horas de ensayo desde la infancia.
En el medievo el aspecto más sensual y perturbador de la música se vinculó con el diablo y, por su sensual tonalidad, en especial al violín se le relacionó con terrenos infernales.
Aunque no siempre las leyendas de la música se han movido entre calderos, sulfuro y diatribas diabólicas. Paul McCartney afirmó en una entrevista que un día se encontró en la puerta de su casa con alguien que afirmaba ser Jesucristo y que deseaba acompañarle al estudio de grabación. No sabemos muy bien que pensó el músico, pero sí que este encuentro fue en 1967, mientras The Beatles grababan el disco Sgt. Pepper’s lonley hearts club band. Jesucristo acompañó a McCartney al estudio y, según sus palabras, “se mantuvo en una esquina mientras el grupo grababa Fixing a hole, uno de los cortes del disco”. Una vez acabado el día de trabajo el individuo se marchó.
Sobre todo en torno al blues y el folk se han narrado historias sorprendes. Se supone que el músico con el anhelo de mejorar su técnica gracias a un pacto con el diablo debía establecer la peculiar ceremonia denominada “hacer el cruce de caminos”. En las encrucijadas transcurren las historias de bluesmen que pagaron con su alma el fruto de su habilidad. Incluso en el reportaje de Scorsese sobre Bob Dylan, un venerable maestro del folk menciona que cuando, tras una breve ausencia de Dylan, éste reapareció con increíbles progresos en técnica y composición, el veterano guitarrista se preguntó si el joven Bob había realizado el cruce de caminos.
Tal vez la historia que más a trascendido en este sentido sea la del, por otra parte, portentoso Robert Leroy Johnson. Aunque se desconocen muchos datos sobre su vida, el interés creciente de generaciones de músicos por su obra han desenterrado todo lo posible sobre su biografía y grabaciones.
Robert Leroy nació en Hazlehurst, Mississipi, en 1911. Influenciado por los bluesmen Willie Brown y Charlie Patton decide “abandonar la vida-muelle y echar a andar”, como diría André Breton en su primer Manifiesto del surrealismo. Es decir, que deja su trabajo, según otros autores los estudios, para dedicarse por completo a la música. Su aprendizaje y primeros conciertos tienen lugar en el Delta, a cambio de unos dólares, en cualquier taberna o lugar donde se le permita rasgar la guitarra.
Gérard Herzhaft escribe sobre nuestro amigo:. “Bebedor empedernido y seductor incorregible, estuvo envuelto constantemente en líos y disputas. Esta personalidad se ve reflejada en sus composiciones oscuras, dramáticas y repletas de evocadoras imágenes oníricas que, en interacción con la voz, los textos y la guitarra, convierten su obra en una de las más fascinantes de la historia del blues”.
Robert Johnson grabó en la discográfica ARC 29 canciones en tres sesiones que tuvieron lugar entre 1936 y 1937, con un total de 45 cortes.
El productor John Hammond escuchó algunos discos en 78 rpm de Robert y mandó a que le buscaran por el Delta, a ese tal Johnson, para un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, donde esperaba presentarlo en una muestra de lo más significativo de la música negra del momento. Los embajadores volvieron con terribles noticias. Robert Johnson había muerto en una disputa, al parecer por algún desencuentro con una mujer.
Los historiadores del blues afirman que se casó dos veces: la primera con Virginia Travis, que murió en 1930 junto con su bebé, durante el parto. Con su segunda esposa, Esther Lockwood tuvo un hijo, que también se dedicó al blues.
En las letras de nuestro músico aparece con frecuencia el diablo e, incluso, compuso las canciones tituladas: "Me and the Devil blues" y "Crossroad". Su técnica, aprendida al parecer de viejos amigos bluesmen como el ya mencionado Brown, las letras y melodías, el sonido que era capaz de estrujar de su guitarra desvencijada, alimentaron la leyenda sobre el pacto diabólico del músico a cambio de su peculiar talento y técnica.
Según refieren las grabaciones de discos las realizó Johnson tocando contra la pared, de modo que nadie le veía interpretar con la guitarra. Unos afirman que con esta actitud mantenía oculta su “técnica diabólica”. Otros analistas achacan este comportamiento a una proverbial timidez. Pero si tenemos en cuenta que actuaba en público con frecuencia, ninguna de las dos versiones parece muy satisfactoria.
Tampoco está muy claro cómo murió. Ciertos especialistas afirman que durante una disputa en un bar, otros que un marido celoso le envenenó el whisky. Lo cierto es que sus canciones las han versionado los Rolling Stones, Bob Dylan y, sobre todo, Eric Clapton, que publicó el álbum titulado Me and Mr. Johnson (2004) , al que siguió un cd y dvd bajo el apelativo Sessions for Robert J. (2004). Con anterioridad, en los años 60, el grupo Cream, donde participaba Eric Clapton, ya popularizó su personal versión de la canción de Robert Johnson Crossroad.
En la actualidad las 29 canciones y 45 tomas de Robert Leroy Johnson se reeditan en cajas de lujo que impulsan la leyenda y el talento de este Orfeo del sur de EE.UU. Nos dicen que murió el 16 de agosto de 1938.
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