Ciudad Rodrigo en Fernando Arrabal
(En la fotografía superior nutrido grupo de La Liga de los Poetas con Fernando Arrabal el día de su nombramiento como hijo adoptivo de Ciudad Rodrigo)
Artículo publicado en la revista Generación.net.
Las murallas de Villa Ramiro son altas. Abuela nos había prohibido bajar al foso o jugar en las troneras. Yo, con mis amigos, bajaba al foso y veía desde abajo el cielo; las troneras se recortaban en él. Los amigos querían que yo también subiera por la pared del pasadizo, y yo también subía, aprovechando los salientes de las piedras”—así comienza el capítulo octavo de la novela Baal Babilonia.
Esa “Villa Rodrigo” supone una radiografía de Ciudad Rodrigo, localidad amurallada, próxima a Portugal, “Villa Rodrigo” con calles empedradas, caserones y recovecos incendiados; Ciudad Rodrigo donde un sábado recalaba Fernando, ¿un sábado quizá como homenaje a la judería de la localidad arrebatada en otros tiempos a sus legítimos ocupantes?; en fin, digo, decía, que las autoridades y los árboles y las piedrecitas que tropezaban en los zapatos y la loza, y el paseo, junto a las murallas, nombrado como Fernando Arrabal con el busto del escritor y, en definitiva, todo lo silente aunque vivo, tanto como lo bullicioso con frescas carnes, o sea, como los más de diez amigos, escritores, actores y poetas que acompañábamos al autor en su homenaje; toda Ciudad Rodrigo, en verdad, exclamó que nombraba al melillense hijo predilecto mirobrigense; en el teatro, que lleva su nombre, el escritor recitó, y digo bien, recitó un discurso que “ dio a la caza alcance”; el poeta evocó a su familia, a Feliciano de Silva…
Si el lector desea seguir leyendo el artículo lo encontrará publicado en la sección "generación en red" de la revista Generacion.net
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