Oda a todos los Santos con antojos y abrojos
Yo con mis muertos
y mis ojos casi preñados de ceguera
me basto y sobro.
Sueño con calamares gigantes,
con épocas pretéritas que confundo con el presente,
con la puerta entreabierta por la que fluye
una brisa frugal, leve, de muerte.
Yo, tal como estoy, con mis muertos
y las sardinas que mi cerebro aerostático oculta
y mis trescientos dolores fulminantes en el pecho
y mis cuatrocientas mandíbulas batientes
y mis quinientos dedos en llamas que me llueven
¡cómo me llueven!
sobre mi cerebro inquieto por el que la vida pasa…
Y también mis seiscientos libros incandescentes
y una pestaña errabunda que me llora,
con eso me basta y sobra.
Me acurruco junto a las tijeras,
la madera cruja con dolor
y la identidad me duele
como un calmante intravenoso.
Yo con mi muerte
y con mis muertos
tengo suficiente para mis gastos,
para los últimos días
y las sombrillas finales
y la añoranza del útero,
es decir,
del paraíso.
Bueno, de momento
también me acompañan algunos
vivos, pero ese inconveniente vespertino
se puede resolver con una estaca.
Raúl Herrero
12 de diciembre de 2008
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