Si escribo el nombre de José María de Montells
Algunos poetas, aunque los consideramos y tenemos por estimables, interesantes, enormes, y les seguimos paso a paso con delectación, a veces logran sorprendernos. Este ha sido el caso de si escribiese tu nombre de José María de Montells. El poemario, que además también sirve para presentar la nueva colección de poesía Cantos de sirena, lo que siempre es motivo de satisfacción, teje los hilos de la poesía española trascendente.
Algunos de sus versos nos suenan a oídos, no por manoseados, sino porque poseen la fortaleza de la palabra que se clava en piedra en nuestra mente y que parece haber existido desde siempre. Esto sucede ya en último verso del primer poema: “Entonces fue cuando un espejo reflejó todos los rostros que imaginabas”.
La primera parte del poemario titulada “La santa faz de Nuestro Señor” alcanza, desde mi punto de vista, la grandeza de los dos mejores poemarios de poesía religiosa del siglo XX en España: me refiero a los Vía Crucis de Francisco Pino y de Antonio Fernández Molina. Montells utiliza con conocimiento de causa y con ejemplar pulso los símbolos que se manejan en los evangelios. Así ocurre con el “bautismo de fuego” que anuncia el bautista y que vuelca el poeta varias veces como en los versos: “En el lienzo de lino / arden sus ojos sacros”, o en “Nuestro Señor no es mansedumbre sino fuego”… Que al tiempo tanto me recuerda a las palabras del evangelio de San Mateo que cito de memoria“ no he venido a traer la paz sino la espada”.
En el segundo apartado titulado “Madre” realiza un emotivo, el primero del libro, pero en nada sensiblero retrato de la Virgen ante el cuerpo de su hijo, en definitiva, de una madre ante su hijo muerto. Tal vez aquí se encuentren los mejores poemas del libro puesto que en ellos ulula el dolor, el tema omnipresente en la poesía mundial de la muerte y el porqué, pero tratados de manera que conmueven y alimentan. En sus siete apartados Montells realiza un ejercicio de variaciones de palabras, frases y símbolos. Por tanto no nos sorprende que el siguiente bloque de poemas se titule “Siete variaciones sobre un tema del Maestro Vivaldi” y donde el poeta emplea una técnica semejante que, sin duda, hunde sus raíces en el uso que de la misma realizó el excelente poeta Juan Eduardo Cirlot.
En los siguientes apartados titulados “La bella ha llegado” y “Virgen del desconsuelo” retoma el rostro de la bella y la madre. Se intensifica el aspecto místico del libro y se alcanzan poemas redondos como el titulado “Rosa Mystica”.
El bloque “Oración a mi padre” comienza con un verso que de nuevo nos recuerda a Cirlot y a su verso “donde nunca la nada ni”, nos referimos a: “Instalado en la nada de lo nunca”. De nuevo el uso de las variaciones, que establecen un hilo conductor con la técnica musical, originan una estructura circular que destaca por su brillantez. En este asunto muestra José María de Montells su maestría, puesto que un poeta menor en el uso de esas oraciones de ida y vuelta, de esas imágenes que van y vienen, sumergiría al lector en la repetición innecesaria, lo que, desde luego, no sucede en si escribiese tu nombre.
El poemario se cierra con “Súplica” (cuyos textos al parecer han sido sugeridos por una escultura de Miguel Moreno Romera). Donde leemos versos tan enormes como el siguiente: “Un Dios de la tristeza apenas tenso”.
Los siete apartados en que se divide el poemario constan a su vez de siete partes, como los días de la creación.
El nombre de Dios, al que se refiere el título del poemario, se encuentre en la tradición de la cábala hebrea, en los Nombres Divinos de Pseudo Dionisio Areopagita y, en definitiva, en el centro del hermetismo y de la auténtica tradición. En esas lides se mueve José María de Montells que ha sabido a esas fuentes darles su sabor. Un soplo de luz entre tanta boca abierta por el hastío en el panorama poético español de hoy.
[si escribiese tu nombre, José María de Montells, Cantos de sirena -Colección de poesía-, DAYENU Grupo de comunicación, Madrid, 2008]
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