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Raúl Herrero

A la boda con caracoles a la espalda (Entremés o paso, III)

A la boda con caracoles  a la espalda (Entremés o paso, III)

Entremés.
Pieza de teatro jocosa, en un solo acto, que solía representarse entre una y otra jornada de la comedia. María Moliner, Diccionario del uso del español. Segunda edición, Madrid, 1999.
Pieza dramática jocosa y de un solo acto. Solía representarse entre una y otra jornada de la comedia, y primitivamente alguna vez en medio de una jornada. Diccionario de la lengua de la Real Academia Española. Vigésima primera edición. Madrid, 1992.

 

En escena una suite nupcial. En el centro un camastro rosa, cursi, kitsch y con mosquiteras de color fucsia. Suena la marcha nupcial de Félix Mendelssohn (del ballet Sueño de una noche de verano) interpretada al revés, o en un disco puesto al revés. En escena una pareja: Un hombre lleva en brazos a una mujer. Ojalá el actor sea un hombre fornido y ella una mujer tremendamente delgada, para que, al contrario de lo que las apariencias puedan augurar, el hombre apenas logre sostenarla a ella. Varias veces, antes de llegar al futuro lecho conyugal, él vacila, la tensión del cuerpo y el rostro desencajado nos revelan que él realiza un esfuerzo increíble, que lo sitúa al borde de sus fuerzas. Al final, el forzudo la deposita a ella sobre el lecho. Él se apoya en la cómoda de la habitación, con un pañuelo usado y arrugado que se ha sacado de un bolsillo, se limpia la frente. Con modestia cartesiana recomiendo que antes de salir a escena se derrame sobre el novio una jarra de agua. El público interpretará, con su pericia habitual, que el sudor requiebra por la cabeza y el cuerpo del muchacho como resultado de un trabajo desproporcionado. La novia queda en la cama cual si fuera un saco y con las piernas abiertas, no porque ella intente alguna forma de provocación, sino por simple indelicadeza en las formas. Suena un pasodoble que sustituye a la música clásica. Por un ventanal de la suite asoma una luna que lleva pijama y gorro de dormir.

Novio.- ¡Fíjate querida! ¡La luna! ¡Qué guasa!

Novia.-No me vengas con lunas ni con cinceles y atorníllame, ¡mi col de Bruselas!

Novio.-Aguarda que recupere el aliento. Los caracoles me han destrozado.

(El novio se gira y lleva pegados a la espalda varios caracoles)

Novia.-A partir de ahora no tendrás más aliento que el mío. ¡Repollo con almendras, tostada de emperador, gracia y vencejo de las almendras confitadas!

Novio.-Pero estos caracoles, ¡cómo duelen! Parecen abejas o avispas leonadas.

Novia.-No te inquietes ensaimada de tubérculos, que yo te los extraeré uno a uno con tanto cuidado que apenas notarás un leve crujido.

Novio.-¿De verdad harás eso por mí?

Novia.- (Que sujeta un cincel en la mano derecha) Sabes que ayudo a mi padre cirujano en mis ratos libres. ¡Pues no hay caderas por esos mundos que se lucen gracias al uso de mis manos!

Novio.-Ten cuidado, actúa con mesura. Mi piel padece una extraña enfermedad que la convierte en una sustancia de una delicadeza...

(En ese momento ella atrapa un caracol que arranca de la espalda de su novio como si le librara de una garrapata.)

Novio.-Ayyyyy, ¡dios Santo!

Novia.- ¡Tanto te alegras por nuestro enlace! ¡Qué apasionado eres!

(Ella sigue extirpando los caracoles de la espalda del novio y en cada tirón realiza una carnicería en la espalda de la víctima)

Novio.- ¡Cómo se reía tu padre durante toda la boda!

Novia.-Sí, se ha descojonado, ¿verdad?

Novio.-Aunque no comprende qué le impulsaba a reírse tanto.

Novia.-Yo le recordaba a mi madre, en paz descanse.

Novio.- ¿También le puso tu madre a tu padre estos extraños caracoles en la espalda durante la ceremonia?

Novia.- (Muy seria) ¡Desde luego! Se trata de una tradición familiar. Bueno, ya está…

(La novia da por terminada la masacre de la espalda.)

Novia.- ¿Aún no te quitas la ropa ?

Novio.-Pues la verdad, me apetece desnudarme porque mi sudor se ha mezclado con las fibras sintéticas de mi camiseta y temo que parte de ella se quede pegada a mi cuerpo para siempre.

Novia.-Eso, buey de mis sueños y mis melocotoneros. A partir de esta noche cuando mastique ternera ya no volará tu imagen hasta mi ensueño, cuando rasgue tendones y corte las impurezas y tumores, ya no pensaré en la pasión desnaturalizada que me aguarda en mi noche de bodas contigo.

(El novio se sienta en la cama y se quita los zapatos.)

Novio.- ¡Qué dolor de pies! Te empeñaste en que me comprara estos zapatos que me venían tres tallas pequeños… Después del baile apenas siento los dedos. ¿Los ves? Están amoratados. ¿Crees que se me caerán?

Novia.- No puede ser. Tienes que conservarlos durante algunos años. Ya sabes que es costumbre de mi familia, que la esposa coma al marido uno de los dedos de los pies, el día de la boda de su hijo.

Novio.-Y a ti, ¿te gustaría que tuviéramos muchos niños?

Novia.-Casi no pienso en otra cosa, ya me entiendes.

(Suena en off una carcajada propia de una película de terror.)

Novio.-Ahora comprendo a tu padre.

Novia.-Siempre ha tenido un humor inglés, muy refinado. Por ejemplo, ¿sabes que dijo cuando se enteró de la muerte de mi madre?

Novio.-Se alegró porque así conservaría todos los dedos de los pies el día de nuestra boda…

Novia.- ¡Qué mamarrachada! Eso para los de nuestra familia supone un privilegio. Mi padre llegó a casa con dos entradas para acudir al cine esa noche. Entonces se encontró con el cadáver de mi madre tendido en el suelo de la cocina. Una vez que desfilaron por la casa los policías, los médicos, un boticario, los amigos, un vecino bombero, el forense y dos sacerdotes y demás parentela, casi le aseguraron a un ciento por ciento que mi madre había muerto. Mi padre dejó caer las dos entradas decine sobre las nalgas de la difunta y murmuró: “¡Qué contratiempo! ¿Y ahora dónde voy yo con dos entradas?” ¿No te parece increíble? ¡Qué humor tan fino! ¿Verdad?

Novio.-No sé qué pensar… ¿Y tu madre de qué murió?

Novia.-La asesinaron. Aunque nunca encontraron al responsable.

(Vuelven a escucharse en off las carcajadas del padre.)

Novia.- ¡Escucha! ¡Escucha qué música celestial! ¡Qué feliz, qué feliz es mi padre! ¡Y qué feliz soy yo!

(La Novia gira en círculos por la escena. El Novio permanece inmóvil, con el rostro desencajado, sentado en la cama.)

Novia.- ¿Sabes qué hizo mi madre a modo de colofón tras la noche de bodas?

Novio.- Ni idea.

Novia.-Quemó el cuarto del hotel. La rememoración de ese día nos proporcionó tantas veladas agradables durante las comidas familiares con primos y hermanos.

Novio.-Ya lo suponía, ya. (Con voz atemorizada) ¡Menuda gracia! ¡Toda la habitación en llamas! ¿Verdad? ¡Y los bomberos! ¡Y los sepultureros! ¡Y el olor a chamusquina!

Novia.- ¡Qué bien hablas! (La novia muestra sus pechos al aire. Grita) ¡Bésame!

(El novio pretende besarle los pechos pero ella le empuja)

Novia.- ¿Cómo te atreves? ¡No sabes distinguir una tímida insinuación de una invitación al sexo más desenfrenado y conspicuo!

Novio.- (Tras reflexionar unos momentos) No, creo que no.

(Sale de debajo del futuro lecho marital un hombre de cierta edad vestido de novio.)

Flamarium.- ¡Apártate de ella joven!

Novio.- ¿Quién es usted? ¿De donde sale?

Flamarium.-Mi nombre tal vez no lesugiera nada. Pero si le aseguro que llevo bajo esa cama treinta y cinco años, ¿qué me diría a eso?

Novio.- ¿Cómo ha sobrevivido?

Flamarium.- El deseo de venganza fue mi barbitúrico y mi pitanza.

Novia.- ¡No! ¡No es posible!

Flamarium.-Por supuesto que lo es.

Novio.- ¿Qué pasa?

Novia.-Este hombre es mi tío Flamariun.

Flamarium.-Sí, en efecto. ¡Y he venido para vengarme de tu familia!

Novio.- ¿De la mía?

Flamarium.-No, de la suya.

Novio.- ¡Ah, bueno!

Novia.-Pero si tras casarte con mi tía desapareciste, ¿dónde has estado durante estos años?

Flamarium.-Debajo de esa cama. (Al Novio) Sepa usted, buen hombre, que las mujeres de esta familia poseen la capacidad de hacer infeliz a su consorte por los cuatro costados. Yo no escuché a mi padre, ni a los vecinos de mi pueblo, cuando me advirtieron de la leyenda que circulaba por allende los mares, sobre una población de mujeres que se casan para comerse a los consortes y quedarse con todas sus propiedades.

Novio.- ¡No es posible! ¡Pero tanta maldad hay en el mundo!

Flamarium.- ¡Tanta y más!

Novia.-No le escuches, mi tierno corazón de vaca sanguinolento.

Flamarium.- ¡Y no contentas con eso, esas mujeres, antes de asestarle a la víctima el golpe definitivo, poco a poco se lo van comiendo en vida aludiendo extrañas y lúgubres tradiciones familiares!

Novio.-Algo de eso sí que hay.

(Se escucha en off de nuevo la carcajada del padre.)

Flamarium.- Por eso ríe el padre de la novia con tanto ahínco. Se libró de la madre y ahora de la hija. ¡Ya es libre! ¿No lo comprende?

Novio.-Eso que dice es monstruoso.

Flamarium.- Tenía que tratarse de una historia muy truculenta para que un hombre de acción como yo aguardara treinta y cinco años oculto bajo una cama para contarla. ¿No le parece?

Novia.- Este hombre está trastornado de la mugre que ha esnifado bajo esa jergón durante los últimos años.

Novio.- ¡Pero tú le has reconocido!

Novia.-Al principio me recordó a mi tío, el que desapareció tras la noche de bodas, pero ahora que me fijo y..., no, no puede ser él…

Flamarium.-Joven, si rebusca entre las pertenencias de su esposa encontrará un libro de cocina cuyas recetas siempre incluyen carne humana.

Novio.- ¡No puede ser cierto!

Novia.- ¡Qué dice este loco! Si yo siempre he preferido la carne cruda.

Flamarium.- ¡Ábrale la maleta y busque y rebusque!

Novio.- (A la Novia) Vamos, déjame tu maleta.

Novia.- (Llorosa) ¿Ahora no confías en mí? ¿Te das cuenta del profundo dolor que me infringes con tu desdén y desconfianza? (Se tumba en el suelo y llora desconsolada) ¡Ay, virgen santa! ¡Ay, Dios mío y de mis antepasados!

(El Novio y Flamarium se abalanzan sobre la maleta de ella y la abren. Rebuscan y dispersan por toda la escena las ropas de ella. Al fin el Novio encuentra un libro.)

Flamarium.- No tengas reparo, ahora conocerás la verdad.

(El Novio hojea el libro. Silencio.)

Flamarium.- ¿Qué le parece?

Novio.-La encuadernación no es muy buena y la impresión tan pobre, que a veces ni siquiera se distinguen las letras.

Flamarium.- Lea algo en voz alta.

Novio.- (Lee.) Para la elaboración del siguiente regusto se precisa al menos un kilo de arroz, tres cuartos de kilo de orejas de tocino, media botella de vino blanco, abundantes especias y tres cuartos de lomo humano, a ser posible, de un ejemplar macho de mediana edad. Aquí no dice nada respecto a que ella piense matarme.

Flamarium.-Fíjese con atención. En la receta se recomienda el uso de lomo humano, de varón de mediana edad…

Novio.- ¿Y?

Novia.- ¿Te das cuenta? Este hombre es un perturbado que sólo busca el hacernos desgraciados y sazonar nuestros cuerpos con tubérculos.

Novio.- No sé si fue antes el contemplar tus nalgas, o el hambre desmedida de caracoles que me embarga, pero, de cualquier modo, no creo en las palabras de este miserable, de este vejestorio con más de treinta años de “bajacama”.

Flamarium.- ¿Ésa será su última palabra?

Novio.- (Ofendido) Y mi palabra última también.

Flamarium.- ¿Qué hora es?

Novia.-Medianoche pasada.

Flamarium.- ¡Uy que tarde!

(Flamarium inicia el mutis al tiempo que canturrea unan polka con despreocupación).

Novia.- (Mientras prepara un caldero en el centro de la habitación) ¡Qué bien has hecho! Sabía que a ti nadie podía engañarte.

Novio.-Ahora desnudaré para asearme un poco.

Novia.- Sobre todo pon atención en los pliegues de carne donde la suciedad a veces se oculta con disimulo.

(La Novia corta verduras y las introduce en el caldero.)

Novio.- A mí, ahora no me apetece comer nada. Después del banquete…

Novia.-Tú ve a lavarte, que yo sé muy bien lo que hago.

(El Novio sale. La Novia queda sola en escena afilando un enorme cuchillo y cantando “Soy el novio de la muerte…” Entra un leñador furioso con un hacha en la mano.)

Leñador.- Perdón, ¿el lobo?

Novia.-En la habitación contigua

Leñador.- (Iniciando el mutis) ¡Ah!, perdone.

(La Novia sigue cantando mientras cae el

TELÓN


© Raúl Herrero

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