Officium Defunctorum
¡Con cuánto placer y delectación he acogido la traducción al francés de Paola Masseau de mi último poemario Officium Defunctorum (Las patitas de la sombra, Madrid, 2005)! Además, no contenta con su labor de intérprete, ha elaborado una introducción a la obra tomando algunos datos de ciertos “emilios” que le remití para solventarle ciertas dudas, una no muy extensa conversación telefónica y extractos de entrevistas perpetradas a mi persona que ha encontrado por aquí, por allá o por acullá.
Su entusiasmo ha logrado hacerme participe de su esfuerzo. Su resultado excelente, realizado bajo la atena mirada de Francisco Torres Monreal (Universidad de Murcia) lo he sentido como propio. Compruebo, al leer la versión francesa de mi Officium, que ha procurado reproducir ideas, formas y toda clase de esos pequeños detalles que distinguen a la poesía de la prosa.
Este libro se lo dediqué al escritor y pintor y muchas otras cosas Antonio Fernández Molina. La lectura de las últimas pruebas de los poemas coincidió con su muerte. Por ello este cierto “triunfo” me conmueve, me provoca una satisfacción que supera a la vanidad personal. En cierto modo lo entiendo como un logro compartido.
El libro se abre con una fotografía, para la que no posamos, con Fernando Arrabal, Fernández Molina y yo mismo de paseo por Zaragoza. La tríada nos dirigiamos al estreno en España, en la filmoteca de Zaragoza, de la película de Arrabal Borges: una vida de poesía, de la que guardo placentero recuerdo. Cuando vuelvo a esos momentos siento un cosquilleo complaciente y una laceración sangrante, todo al tiempo y sin frenos. Lo segundo por la pérdida de un amigo y la irreductible distancia que me separa del otro.
Para aquellos que no conozcan el poemario, estructurado según una misa de difuntos o réquiem, incluyo un extracto.
II. Kyrie
“Casi todo lo creo muy seguro”
(Dámaso Alonso. Duda y amor sobre el ser supremo)
Casi nada lo creo muy seguro.
Los que sólo son para sí mismos
como amenaza contemplan lo trascendente.
La duración se contiene en la duración misma,
sin paréntesis de horas, sin ese repecho
de impostura al que denominamos tiempo.
En la equivalencia entre el instante y lo permanente
reside la sustancia de mi alcance.
Pido piedad a los recuerdos,
a esas notas adscritas a mi conciencia,
a esos sueños, a esa mentira
semejante a la certeza, a esas evocaciones
conservadas para el rencor o la podredumbre.
La piedad lo es si cumple con el deber
del perdón para lo inexcusable, sin tal merced
la caridad se convierte en limosna,
en gracia concedida sin mérito ni virtud.
¿Qué será de la conciencia
cuando se desprenda de la memoria?
¿Continuará bajo el dictado
de las vividas impresiones?
La misericordia
en la aceptación miserable del abandono.
Saciarse de la hierba del olvido
silencia pero no acalla.
¿Cómo habitar la respiración, el crujir denso
que acompaña a la vida en cada gesto?
Ni el rechazo, ni la consunción,
ni el reclinarse en un altar de dorado,
ni el morder con rabia todas las privaciones
son causa de mayor virtud ni gracia.
Cuando el camino es el fin
se anula la falta.
En definitiva la vida no es tan importante,
pueden serlo más los pájaros.
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carmen -