El cine de las sábanas blancas
(El siguente texto se realizó para el catálogo de la exposión dedicada a Antonio Fernández Molina El poeta multiplicado. La muestra permaneció en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza hasta finales de febrero del presente año 2006. Como su extensión resultaba excesiva para el espacio asignado tuve que recortar el artículo quizá demasiado. Por tanto ahora presento el texto íntegro en torno a la relación de Antonio Fernández Molina con el cine. Sobre este mismo tema el día 20 de abril pronunciaré una conferencia en la Biblioteca de Aragón de Zaragoza con el título: El maravilloso mundo de Antonio Fernández Molina filmado por el ojo de una aguja.)
Antonio Fernández Molina al igual que se ocupó de la plástica de los escritores (Ángel Saavedra, Victor Hugo, Moreno Villa …) y de la literatura de los pintores (Picasso, Dalí, Miró, Manolo Millares, José Gutiérrez Solana…) se interesó por los vasos comunicantes entre el cine y las demás artes.
Tenemos los casos de films de pintores como Fernando Léger (Ballet mecánico, 1924), Salvador Dalí (Un perro andaluz,1929 y La edad de oro, 1930 con Luis Buñuel o Impresiones de la Alta Mongolia, 1974, a nivel individual), Andy Warhol (Sleep, 1963, The Chelsea Girl, 1966)... Muchos escritores han ejercido la dirección cinematográfica con desigual fortuna: Jean Cocteau, Fernando Arrabal, Alejandro Jodorowsky, Isidore Isou, Passolini, Ernesto Giménez Caballero, Edgar Neville... Otros se han limitado ha proyectar sus escritos sobre papel: Salvador Dalí (Babaouo, 1932), Juan Larrea (Ilegible hijo de flauta, 1947), Joan Brossa (Foc al canti, 1948), Federico García Lorca (Viaje a la luna,1930)... Por todos ellos sentía nuestro poeta fascinación y curiosidad. Cuando Arrabal presentó su película Borges: una vida de poesía (1998) en la filmoteca de Zaragoza en 1999 Fernández Molina departió con su amigo escritor y cineasta diversos aspectos de la película. Lo mismo hizo un año antes al participar en una mesa redonda en torno a J’irai comme un cheval fou, también de Arrabal.
A finales de los años 40 en Guadalajara, aconsejado por Pepe de Juan, entonces director de Nueva Alcarria, Fernández Molina alienta la tertulia llamada Vino y Pan, en deferencia a la película Marcelino, pan y vino. Una vez a la semana se reúnen un grupo de personalidades inquietas en la primera planta del bar Soria: Antonio Leyva, Suárez de Puga, José Luis Aguado y el futuro cineasta Miguel Picazo, entre otros. Los contertulios organizan un cine-club al que incluso se acerca Fernando Fernán Gómez para presentar la película Esa pareja feliz.
Miguel Picazo por entonces ingresó en la Escuela de cine. Se cuenta entre sus primeros proyectos transformar en película Panadería de pan, un relato de Fernández Molina inspirado en el pueblo de su futura esposa Josefa Echeverría, Casa de Uceda (Guadalajara), publicado en la revista Deucalión. Años más tarde, en 1964, en una entrevista para Nuestro cine Miguel Picazo no tendrá reparo en afirmar: ”... conocí al poeta Antonio Fernández Molina, que venía de Madrid, charlamos mucho; me trajo otro aire (...) Antonio que tenía un bagaje cultural mucho más amplio me abrió los ojos”. Aunque Fernández Molina se plantea seguir los pasos de su amigo las dificultades del ambiente y la escasez financiera le obligan desechar la posibilidad
El único rodaje de Fernández Molina proviene de sus primeros años en Mallorca. Durante una reciente organización de su archivo la familia ha reencontrado una filmación, así como un rudimentario guión en imágenes (storyboard). Carlos Gonzalo, pintor y animador de happenings, fue el encargado de la cámara. El cortometraje se inicia con el título dibujado en rojo sobre un muro UOIEA, sobre un rectángulo azul. Luego prosigue con un plano “buñuelesco” de los pies de su director. La cámara sube hasta mostrarnos el rostro de un joven Molina. Después se entremezclan objetos que se mueven y cambian de lugar, una muchacha, su hija mayor María Elena, que derrama el contenido de una botella desde la cima de una escalera, planos de una pintura japonesa, una máscara africana... .. El breve documento respira el mismo aire de su obra escrita y pictórica.
En 1992 en un acto organizado en el Teatro del Mercado de Zaragoza por la tertulia “87 gata” en homenaje a Jean Cocteau se proyecta alguna de sus películas y se entrega “El ángel de Heurtebise”, traducido por Fernández Molina y publicado por Gabirol. Posteriormente, en 1996, invitado por Alberto Sánchez, en Zaragoza, Huesca y Logroño presenta la película La sangre de un poeta (1930) de Jean Cocteau. A los asistentes se les entrega un pequeño libro con la disertación. En sus memorias asegura que quizá éste sea su mejor texto sobre cine.
Como actor participó en 1988, con José Antonio Novais y Antonio Leyva, en el capítulo dedicado a Miguel Labordeta de la serie de TVE Apuntes biográficos. Fue rodado por Antonio Artero con el título Oficina de horizonte.
En Zaragoza redacta la mayor parte de sus guiones y ofrece una conferencia, entre otras de semejante tema, sobre cine, poesía y arte de vanguardia (26 de febrero de 1987) dentro del ciclo dedicado al Cineclub español, organizado por Cine-club Gandaya.
En 1984, en un número dedicado al cine español durante el franquismo, la revista “Cahiers de la cinematique” publica en francés su guión La Guerra de los Cien Años.
En el nº 453 de Andalán, correspondiente al mes de junio de 1986, dedican las páginas centrales a las vinculaciones entre Molina y el cine. Con texto introductorio de Eloy Fernández Clemente se incluye el guión: El perfume de la memoria y los poemas procedentes de Platos de amargo alpiste (1973) Leí la vida de una chica (Marilyn Monroe), Si voy al cine es porque sí… El autor ilustra los textos con semblantes de indios sugeridos por las películas del Far-West.
En Té con limón, antecedente de la editorial 1/2 Vaca, se editó en abril de 1989 el guión Las consecuencias de los sueños, en tirada de 200 ejemplares, junto con viñetas de Rosana Pérez Mascuñan. En el interior del ejemplar los dibujos se presentan en diapositivas listas para ser proyectadas, quizá acompañadas por un recitado del texto. En definitiva una forma primitiva de cine.
Los guiones ya citados, además de Jaque Mate, Una Historia de Amor y La edad de las ilusiones, se publican en 1990 bajo el título La guerra de los Cien Años y otros guiones cinematográficos (Prensa y ediciones Iberoamericanas, SL), con edición, introducción y notas de Jesús Ferrer Solá.
Por encima de la raya del horizonte fue su último guión cinematográfico publicado, en este caso en edición bilingüe. Se editó en el 2003 dentro del cuadernillo Poema Piedra, con motivo de un intercambio cultural con el pueblo de Calitri en Italia.
Para componer sus guiones el poeta sigue un esquema sencillo. En contadas ocasiones añade algún diálogo mientras las escenas, precedidas por el número que las ordena se suceden con mayor o menor ligazón. Se trata de una estructura que encontramos sobre todo en guiones desarrollados por escritores como en El entierro del Stradivarius de Ramón Gómez de la Serna.
Esta forma se adecua sobre todo al estilo del cine mudo, próximo en el tiempo a las primeras experiencias del surrealismo en la pantalla. En el caso de Molina, al igual que ocurre con algunas de sus narraciones y de sus poemas, las imágenes se suceden en un ambiente donde los objetos toman especial protagonismo y, a menudo, sufren diversas metamorfosis. Por este motivo a los ojos del lector el guión cinematográfico puede leerse como un poema donde se entrecruzan acciones, imágenes, a veces casi greguerías, del mismo modo que algunos de sus poemas parecen evocarnos la sucesión de escenas de una película. Por otro lado existe el intento evidente, quizá siguiendo el modelo de la novela-film de Vicente Huidobro Cagliostro, de integrar el lenguaje del cine en la narrativa y en el poema. Al tiempo procura trasladar a una posible proyección una imagen “literaria”.
Georges Méliès contaba con la admiración de Fernández Molina precisamente por ese aire ingenuo, mágico, (no hay que olvidar que Mélies procedía del ilusionismo), teatral, de cámara fija, que ofrecía en los cortometrajes. Incluso muchas de las piezas teatrales de Fernández Molina parecen ajustarse mejor a un film al estilo de Mèlies. Nuestro autor concibe el cine como un instrumento para extraer de lo cotidiano la cerviz de lo poético.
En sus novelas los personajes, con frecuencia erráticos, tienen presente el cine en una medida que desestima lo casual. Están dispuestos a introducirse en la pantalla, comparan la realidad con los planos de una filmación, o emplean la sala de cine como medio para aislarse del mundo.
En El león recién salido de la peluquería Malva y Juan, los personajes principales, se quedan a la puerta de un local donde proyectan una película intentando adivinar el título por los gritos y comentarios del público. En Una hoja amarga Encarna decide pasar la tarde en el cine. Por supuesto Encarna asiste a una peculiar sesión difícil de clasificar. Al final Encarna, seducida por la situación más que por la película, cierra los ojos y se deja llevar por los olores almibarados de la sala y la banda sonora, para así “ver” de otro modo. Una vez más Fernández Molina se sirve del aforismo de Wols: “Ver es cerrar los ojos”, pieza clave en su obra.
En La liebre mecánica, subtitulada: películas de personas, animales y máquinas, todo un pueblo se ve alterado por la llegada de Lagarto y su proyector de cine. Sin embargo la esperada sesión se suspende. Posteriormente, en las últimas páginas de la novela, llega un nuevo personaje al pueblo, un tal Merlín que les promete una proyección y, en efecto, les ofrece una extraña sesión de cine.
Al tratarse de un artista que trabaja en diversos disciplinas Fernández-Molina se salta las fronteras de géneros literarios y rigores artísticos. Fiel a este espíritu desarrolló un proyecto, junto al cineasta Víctor Lope, con el propósito de extraer el lenguaje cinematográfico de algunos lienzos de Goya, en especial de la serie de seis pinturas Historia de Fray Pedro de Zaldivia y El Maragato. El resultado final de esta colaboración la encontramos en el libro Goya en la prehistoria del cine, firmado por ambos artistas. En uno de sus textos Victor Lope reconoce haber quedado sugestionado por los guiones de Molina, además de haber acariciado el proyecto de filmar alguno para la televisión. Sobre el aspecto anticipatorio de Goya en el cine ofreció Fernández Molina varias conferencias a lo largo de 1996.
Nuesro poeta contaba entre sus directores favoritos a Jean Renoir y Jean Cocteau. Sin embargo invocaba el nombre de Alfred Hichtock como su director predilecto. Su opinión la fundamenta tanto en el ritmo de sus películas como en las ambientaciones que recreaba: “La atmósfera que rodea a los escenarios de sus crímenes es auténtica”. Tenemos noticia de su participación en 1965 en el coloquio posterior al preestreno en España de Extraños en un tren. Aún así en sus memorias Fragmentos de realidades y sombras cita Ciudadano Kane como su película favorita.
Recuerdo con nitidez cuando le manifesté mi entusiasmo por El séptimo sello de Bergman tras asistir por primera vez a una proyección de la cinta. Fernández Molina levantó los brazos para evidenciar que mi exaltación era algo obvio. Él mismo escribió un artículo para la revista de Miguel Labordeta Despacho Literario sobre sus impresiones en torno a la película de Bergman. El séptimo sello fue un tema muy presenta en algunas de nuestras penúltimas conversaciones.
Entre sus recuerdos más queridos y evocados de la infancia se encontraba la rememoración de cómo su madre le invitaba al cine de las sábanas blancas cuando llegaba la hora de acostarse. ¿Qué pensamientos y escritos habrá recreado Fernández Molina uniendo el sueño a un posible cinematógrafo donde todo fuera posible?
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Andres Rubio -