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Raúl Herrero

Fernando Arrabal, Leonardo Balada y la Fausta

Fernando Arrabal, Leonardo Balada  y la Fausta

Hace al menos dos años se nos dio una noticia increíble, tanto por lo fértil de la idea como por lo infrecuente del posible resultado, Fernando Arrabal preparaba el libreto de una ópera, con música de Leonardo Balada, para el Teatro Real. ¡Qué fenómeno de fusta y fuste! ¡Qué iluminación la de situar a un poeta y dramaturgo brillante para establecer un libreto original! En el pasado se tomaron obras de Oscar Wilde, Hugo von Hofmannsthal, Tirso de Molina, entre otros, que se alteraron para recrear un texto a la medida de la música. Menos frecuente ha sido que a un autor le encarguen una creación nueva.

¿Y qué sabíamos de la gestación? ¿Cuál iba a ser el argumento? ¡Ni más ni menos que un Fausto! Desde luego el atrevimiento es mayúsculo por lo marmóreo de los predecesores. Por un lado Arrabal toma un mito literario claro y reconocible para su nueva composición dramática, lo que ya supone un riesgo elevado,  pero a la postre los situa  bajo la tutela del proyecto de una ópera donde, como en el cine, Fausto también ha sabido desgarrar a muchas de los talentos más brillantes de occidente.

La condenación de Fausto de Berlioz, las escenas de Robert Schumann, la Sinfonía Fausto de Franz Liszt y la ópera del mismo nombre de Charles Gounod, la aparición del final de la segunda parte del libro de Goethe en el segundo y último movimiento de la Octava Sinfonía de Gustav Mahler, la obertura de Wagner… Por no referirnos a las adaptaciones literarias sobre el personaje de Fausto desde el siglo XVI. Desde el libro anónimo de 1587, pasando por Calderón de la Barca con El mágico prodigioso, hasta la dramatización de Christopher Marlowe, para llegar a la monstruosa creación de Johann Wolfgang Goethe, la novela de Thomas Mann…

Con frecuencia se cita la lista de obras y autores que me he atrevido a repetir, una vez más. Aunque rara vez se suele reseña a  una de las fuentes principales del germen del personaje. Hablamos del heresiarca Simón El Mago, designado como faustus (el favorecido) en el entorno latino. Por si alguien no recuerda a este personaje diré que los padres de la iglesia le hicieron el dudoso honor de calificarlo como el padre de todas las herejías. Conocemos los sucesos relatados en Hechos de los Apóstoles, su enfrentamiento con Pedro en Roma y su muerte en un intento de elevar el vuelo. Por otro lado conocemos al Simón con  un fuerte apoyo popular que el apóstol Felipe encontró en Samaria. Según los estudiosos no se puede asegurar que ambos se correspondan con la misma persona. Quizá su nombre se convirtiera en “apelativo” común para designar a varios disidentes del cristianismo definido como ortodoxo, porque terminó prevaleciendo sobre los otros sistemas, durante los primeros siglos de nuestra era.

Volvamos al texto de Arrabal. Al poco de saber de su esforzada tarea descubrimos otra novedad todavía más sorprendente. Su Fausto, como no podía ser de otra manera, es una mujer. Teníamos noticia de una mefistófela por la obra del mismo título de Jacinto Benavente, ¿pero una “fausta”? Sin conocer ni una línea del texto dramático imaginamos a una heroína característica de Arrabal, a la altura de las aparecidas en sus novelas La matarife en el invernadero y La virgen roja, quizá en algo cercana a la “generosa” Dila de El cementerio de automóviles. Esas mujeres sabias y generosas, capaces de la profundidad y del arrebato. Quizá, entonces, recordamos también  a Helena, la compañera de Simón El Mago, una prostituta que acompañaba al nigromante por los caminos y de la que su mentor argüía que se trataba de la sophía divina encarnada, de la resurgida Helena de Troya.

Sin duda Fernando Arrabal puede originar un auténtico avatar en el teatro y la ópera española contemporánea. Por otro lado tenemos en Leonardo Balada que ya colaboró con Salvador Dalí y que se manifiesta influido por la vanguardia pictórica.

Creo que será preciso esperar todavía  al menos otros dos años, durante los cuales nos comeremos y nos descomeremos, quizá, a otros faustos fútiles de orígenes diversos,  a la espera del que quizá sea el Fausto de este siglo ya principiado.

Arrabal posee genio de sobra para dar al mundo lo que es del mundo.

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