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Raúl Herrero

Marta Agudo, la eternidad y el punto de no-retorno

Marta Agudo, la eternidad y el punto de no-retorno

La perspicaz Marta Agudo me ha remitido por correo electrónico su prólogo para el siguiente cuadernillo del Ciclo del 9, del que ya publiqué el primer poema en este mismo blog. Se trata de un texto no académico, en el mejor sentido del término “no-académico”, además de inteligente y brillante. Comienza así:

 

“Nueve libros para un ciclo del nueve. El “ouroboros” (o la figura de la serpiente que se muerde la cola), la figura maya del “bolon ts’akabil” (representante de la eternidad), las tesis de Avicena, según las cuales toda cantidad se reduce a nueve, o a un múltiplo suyo o a él mismo más otra cifra, o la identificación que establece Pitágoras entre dicho número y, otra vez, lo eterno, explican sobradamente que Raúl Herrero haya escogido el “diez menos uno” para desplegar y dar al público su obra poética. Si a ello se le añade la alusión constante a la música, hasta el extremo de que el subtítulo de dos de las cinco entregas sean 9.2. Sinfonieta Björk o 9.3. Libro de canciones de Ángela. (Angel’s Songbook), la filiación pitagórica de la estructura resulta indiscutible.”

Mis sufridos y escasos lectores sin duda quedaran satisfechos con este prólogo revelador. Pero se lo agradecerán más, si llegan a conocerlo algún día, aquellos para los que todo este asunto del ciclo del 9 suena a galimatías. Marta ha explicado, mejor de lo que yo lo hubiera hecho, los internas vísceras de este 9.5 y ¡también de todo el ciclo antes de que llegue a publicarse completo!

¡Qué gran acierto el suyo al hablar de la eternidad! Hay quien refirió que nuestra percepción del tiempo es la bruma que nos oculta la eternidad. ¡Y también lo infinito! Mi amigo Juan, ahora en las excavaciones de Atapuerca, me comentaba hace unos días que la teoría de cuerdas promovía la existencia ¡hasta el infinito! de varios universos paralelos al nuestro. Todos estos asuntos, como también la opción cuántica de que es posible ser y no-ser, procede del estudio de las partículas más pequeñas de la materia: los quarks. Así el título de la obra teatral de Fernando Arrabal La estrepitosa risa de los liliputienses, aumenta en significación, puesto que con ella pretendía mostrar la capacidad de lo pequeño para imponerse sobre grandes estructuras.

Así Marta ha sabido desvelar que en realidad el Ciclo del9 versa sobre la eternidad y el infinito, conceptos a los que se supone no podamos acercarnos por nuestras limitaciones biológicas. Pero, ¿si la estructura del universo, como decíamos hace unos días, se aproxima más a la mente que a una máquina por qué no es posible comprender tales formulaciones aunque estén alejadas de la realidad inmediata?

La fascinación me invade ante las posibilidades que se abren en la investigación de estos fenómenos. Para alguien anclado a las letras, al lenguaje como sistema de medida y peso, ajeno por completo, hasta hace tres cuartos de hora, a la física y las ciencias, resulta una confirmación de la imaginación. ¡Si puede pensarse que existe, existe necesariamente!, escribió ya San Anselmo. Y en semejante afirmación veo, como en un espejo, en parte, la física cuántica y, sobre todo, la libertad expresiva de dadaístas y surrealistas. No en vano Arrabal refiere la cita de San Agustín “Ama y haz lo que quieras” como ejemplo de lo que siglos después quisieron los surrealistas, ¡y los pánicos!

Por semejantes cosas leo el prólogo que Marta Agudo ha tenido la gentileza de redactar para mi 9.5 Punto de no-retorno y exclamo sin casticismo, pero con pasión: ¡olé!

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