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Raúl Herrero

Pitágoras en el momento del triunfo del cristianismo

Pitágoras en el momento del triunfo del cristianismo

(En la ilustración "Monocordio de Pitágoras".)

 

 

Leí Vida pitagórica de Jámblico, en edición de Enrique A. Ramos Jurado (Etnos, 1991),  en mi trayecto de Alicante a Madrid tras la presentación del poemario Geografía enemiga de María Paz Moreno.

El  testimonio de Jámblico sobre Pitágoras, relativamente tardío (en torno al 300 d. C.), si tenemos en cuenta que los hechos del fundador del pitagorismo se enmarcan en torno al 500 a.C., se encuentra influido por escritos anteriores de su maestro Porfirio, además de por las refencias de autores antiguos como Eunapio de Saudes, Malalas, Nicómaco de Gerasa o Juliano.  Existen indicios de un libro de Aristóteles, no conservado, dedicado a  Pitágoras, al que, según la tradición confirmada por Jámblico, los antiguos lo tenían por fundador no sólo de las matemáticas sino también de la filosofía.

La comunidad pitagórica se encontraba establecida en dos grandes grupos diferenciados: matemáticos y acusmáticos. Los primeros recibían directamente las enseñanzas de Pitágoras y podían intervenir en el desarrollo de los conocimientos “divinos” (geometría y matemáticas). Los segundos seguían las enseñanzas, memorizando las normas de la comunidad y velando por sus pautas sin participar de las actividades que ahora denominaríamos como de investigación “matemática”. Jámblico nos informa de la normativa de la comunidad en torno a la celosa ocultación de los secretos revelados por los dioses a los hombres a través de Pitágoras,  así como de las normas de alimentación, de comportamiento, etc. También se nos ofrece un conjunto de máximas de Pitágoras que, a modo de aforismos, nos descubren ciertas semejanzas con principios del misticismo de tradiciones como la cristiana y de textos procedentes del hermetismo.

En algunos casos los pitagóricos  recuerda a las comunidades monásticas cristianas. Incluso en las referencias a los iniciados y sus pruebas de acceso se observa cierto paralelismo, salvando las distancias evidentes. Citaré algunos puntos de los pitagóricas y de  la regla monástica de San Benito.

Se dice por ejemplo en Jámblico: “A los neófitos les imponía un silencio quinquenal, poniendo a prueba su autocontrol”. Algo más arriba también se nos dice: “...le imponía ser menospreciado tres años, poniendo a prueba su constancia, su auténtico deseo de aprender, y si en relación a la gloria estaba lo suficientemente preparado como para menospreciar el honor.”

Referiré ahora un extracto de la regla de San Benito: “No se reciba fácilmente al que recién llega para ingresar a la vida monástica,  sino que, como dice el Apóstol, prueben los espíritus para ver si son de Dios. Por lo tanto, si el que viene persevera llamando, y parece soportar con paciencia, durante cuatro o cinco días, las injurias que se le hacen y la dilación de su ingreso, y persiste en su petición,  permítasele entrar, y esté en la hospedería unos pocos días.”

En ambos casos, por ejemplo, se habla de una comunidad que se sitúa por encima del individuo.

No quedan aquí las semejanzas entre pitagóricos y cristianos, al menos desde la perspectiva de la obra de Jámblico, aunque cabría preguntarse si todas proceden de los escritos antiguos, o, si bien, algunas son fruto de modificaciones para establecer paralelismos con el cristianismo entonces en expansión. En varias partes de la obra se deja constancia del desprecio que los pitagóricos sienten por la muerte. “Preferían morir a divulgar sus secretos”, se reitera de forma constante sobre miembros de la comunidad pitagorica. Incluso se nos cuenta la historia de una mujer capaz de tragarse la lengua para no revelar los secretos que un tirano pretende arrancarle por medio de tortura. No resulta muy difícil el recordar a los mártires cristianos y a su indiferencia frente a la muerte y la tortura.

Respecto a Pitágoras, del que se conocen poco datos históricos, en todas las referencias se le atribuyen rasgos divinos, con frecuencia emparentados con Orfeo, que suele aparecer como su antecesor. En ciertas fuentes se refiere la ascendencia divina de Pitágoras como hijo de Apolo Hiperbóreo. Jámblico da a la madre de Pitágoras el nombre de Partenide. En la nota al pie el profesor Enrique A. Ramos puntualiza:”Partenide formado sobre el griego pártenos, “virgen”, insiste en la idea del no contacto sexual entre el dios y la madre mortal de Pitágoras. El trasfondo del cristianismo, el nacimiento de Jesús, creemos que no debe ser ajeno a este punto de vista adoptado por el filósofo de Calcis”.

Las vinculaciones entre Orfeo, Pitágoras y Cristo darían para un interesante ensayo. Si alguien se atreve...

   

1 comentario

José Segura -

Buenas Raúl, yo soy estudiante de Filología Clásica, soy de Costa Rica y estoy muy interesado en este tema. De hecho hice un trabajo comparativo del Desenso de Orfeo y me tope con el Orfismo y sus relaciones con el Pitagorismo. Y ver las relaciones que hay con el cristianismo sorprende. Estoy esperanzado en conseguir más información sobre estos temas para futuros trabajos cuento con "Orfeo y la Religión Griega" de W.K.C. Guthrie y "Cristianismo Primitivo y Religiones Mistericas" de Editorial Catedra; y bastantes textos que he conseguido el formato pdf de Alberto Bernabé y el Dr. Bordoy. ¿Existe alguna posiblidad de que me fascilites algo de información de este texto que hablas o de algunos otros relacionados a este tema? De verás tengo mucho interés al respecto. Saludos!