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Raúl Herrero

Los Innombrables, artículo de Federico Utrera

Los Innombrables, artículo de Federico Utrera

(El pasado miércoles día 13 de septiembre el editor y periodista Federico Utrera publicó el siguiente artículo en el periódico Canarias 7. Le agradecemos sus elogios inmerecidos y su empecinada defensa tanto de quien esto escribe como, en general, de la editorial Libros del Innombrable.)

Cuando Samuel Becket escribió su célebre obra, fragmentos de la cual pueden
escucharse tranquilamente esperando a Godot (que no es ningún peninsular de apellido catalanizado) no pudo imaginar que Raúl Herrero acabaría fagocitándola y convirtiéndola en una locura maravillosamente bibliófila. De
haberlo sabido, quizás hubiera bautizado una segunda parte para que este editor y autor aragonés alumbrase a su vez otra de sus exquisitas colecciones. Porque tal y como su propio nombre indica, los Libros del Innombrable se caracterizan tanto por la calidad de sus escritores como por la opacidad crítica que los rodea, pues no gozan de excesiva fama ni demasiado hueco en suplementos de cultura ni revistas literarias. Son, en este sentido, unos periféricos apestados. ¿A quién se le ocurre reivindicar que "los estudios del profesor Leandro Rodríguez, de la Universidad de Ginebra, han consolidado la hipótesis según la cual Cervantes habría nacido en Sanabria, cerca de Zamora, de padre y madre judíos"? Solamente a Herrero que, emulando a Juan de la Cuesta, dió a la imprenta "Don Quijote o la novela de un judío enmascarado" de Ruth Reichelberg. La reciente y prematura muerte de esta catedrática de literatura de la Universidad de Bar-Illán (Israel) ha dejado a Fernando Arrabal sin su "partenaire" ("Claudel y Kafka") y a los Innombrables algo más huérfanos que de costumbre.

Si el dramaturgo vivo más representado del mundo ha tenido la suerte de nacer español y la desgracia de no ser considerado extranjero, el Innombrable le ha mostrado tanta fidelidad como Alonso Quijano a Dulcinea del Terroso (sic). "Arrabal celebrando la ceremonia de la confusión", "La piedra de la locura", "La matarife en el invernadero" (con prólogo de Kundera) o "Baal Babilonia" han sido títulos que el Innombrable ayudó a engendrar. Y como buena partera, "El cementerio de automóviles" o "Carta de Amor" salieron también a la luz sin necesidad de que la comadrona empleara forceps ni epidural.

Raúl Herrero ya cojeaba de postismo con su antología y se sumaba al festín para la lectura con "Así se cuece un hombre" y  "El mayor evento" (prólogo de Luce Moreau), pero además los Innombrables pueden atribuirse sin sonrojo otra medalla: el "descubrimiento" y propalación de una plaga bíblica llamada Antonio Fernández Molina, autor tan secreto que parece dañino y al que sólo rescatarán del olvido los manuales de historia literaria del futuro y esta editorial en el presente. Su poesía completa en tres volúmenes, prologados por Arrabal, Gómez de la Serna y Cela, son sólo un aperitivo de sus otros libros, que poseen tanto interés como sus epílogos sobre autores que venían precedidos de grandes prejuicios por su barroquismo: Cirlot y sus "Pájaros
tristes", Silverio Lanza y su "¡Peste de huesos!" o el igualmente reciente "Edelgard, Diario de un sueño" de Fernández Arroyo, del que, en efecto, su lectura convierte al que la practica en miembro de esta masonería del buen gusto y paladar independiente.

Debemos agradecer a Herrero su sensibilidad literaria y tenacidad editorial que, más lejos o más cerca, nos alcanza. El "Crimen" de Agustín Espinosa, con prólogo de Eugenio Padorno, forma parte de su "Biblioteca Golpe de Dados" y en su "Poesía Pasión (Doce jovenes poetas españoles)" se han colado con voz propia los insulares Francisco León y Rafael José-Díaz. Si a ellos les acompaña el texto de Parsifal, las "Selectas" de Goethe (en traducción de Cansinos-Asséns) o las antologías de poetas polacos, nórdicos y noruegos comprobaremos como a veces ese grato onanismo de estar solo es tan agradable como hacerlo bien acompañado. Algunos de los noveles de este gremio de clandestinos innombrables algún día alcanzarán, como Wagner, la gloria de ser machacados por sus coetáneos, y no es ninguna broma ni exageración: el Innombrable ha editado una antología con los mejores insultos propinados a Arrabal, edición a cargo de la nórdica Viveca Tallgren.

Ya va siendo una fea costumbre de estos mundos que habitamos que la belleza en la presentación de una obra conviva con los más execrables agravios, humillaciones e improperios. Se confirma así que no hay autor que merezca tal nombre que no se vea antes arrastrado al fango por sus congéneres y descendientes. Por ello resaltan más trabajos como la pulcra edición del Teatro Completo que ha realizado el servicio de publicaciones de la Ciudad de Melilla o la representación de "El Arquitecto y el Emperador de Asiria" con que Patricia Bargalló y Joan Frank Charansonnet iluminaron en perfecto castellano y aún mejor arte escénico la noche barcelonesa de "Versus
Teatre". Si Cervantes levantara la cabeza, comprobaría como aquellos que se mofaban de ese tartamudo que no servía para nada cuyo Quijote sólo era alabado por los necios, tienen su continuación en los que hoy lo tildan de "mediocre" poeta (para desdicha de Cernuda y Vicente Gaos) y "oscuro" dramaturgo de "segunda fila" que "como una especie de burro flautista" tocó la flauta del Quijote "por casualidad" (Trapiello y García Martín, pixit y dixit). Los Libros del Innombrable serían ahora para ellos fruto del azar subjetivo de impresores ciegos que no les han visto a ellos, aladinos de lengua larga y pluma corta que creen que el planeta fue creado sólo para deleite de su generoso ombligo. Así, si queremos ser alguien en el "mundillo" literario, rindámosles loas por su gran tamaño y abismal profundidad, pero jamás seamos yunque ni eco de esos Innombrables esculpidos por Raúl Herrero.

 

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