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Raúl Herrero

Ray Harryhausen, las marionetas con vida propia

Ray Harryhausen, las marionetas con vida propia

(En la imagen superior Ray Harryhausen con una de sus figuras.)

Allá por el año 1981 me senté en la butaca de un cine, hoy desaparecido por el irremediable influjo de la destrucción drástica de cines-teatros, y quedé deslumbrado por lo que mis pupilas infantiles contemplaron con un arrobo indescriptible. Aunque algunos definen el film Furia de Titanes como el canto del cisne de las películas rodadas con el sistema stop-motion (técnica de animación que imita el movimiento con figuras que se movilizan fotograma a fotograma) y como una obra menor del genio absoluto Ray Harryhausen, aquellos ojos mío de 1981 se desgarraron de par en par, como las alas extendidas de los pájaros dorados al fuego, con el propósito de consumirlos con una ferocidad inclemente, ante la fantasía deslumbrante que se generaba en la pantalla.
¡Esa película avivó mi interés por la mitología griega! Me abrumaron las aventuras de Perseo, el vuelo de calandria del caballo Pegaso, los ojos fluorescentes de la Medusa, los movimientos de bailarina de un grupo de esqueletos que peleaban contra el protagonista tras brotar de la sangre de un escorpión gigante… Tras mi asistencia a esa proyección mis manos se unieron a la Ilíada y a la Odisea de por vida Así mismo desde ese día contemplé con idéntico regusto y expectación toda película relacionada con la historia antigua, la mitología, los dioses del Olimpo… y también con el ambiente que impregnaba a las criaturas ¡tan vivas y carnales! que descubrí en esa sala de cine abocada, como Troya, a la destrucción y la furia.
Con el tiempo supe que ese “ambiente evocador y para mí absorbente hasta la obsesión” lo generaba el talento creativo de Ray Harryhausen, que, precisamente, encontró de niño su vocación durante la proyección de King-Kong, por gracia y obra de las animaciones creadas para este film por Willis O’Brien, al que siempre reconocería como su maestro. Este realizador fue el primero en rodar bajo la técnica de stop-motion una película de ciencia ficción en 1925, antecedente de Parque Jurásico, con el título de El mundo perdido. Si bien el dibujante Emil Cohl ya había empleado este sistema de "fotograma a fotograma" en sus cortos The Dentures (1909) y The automatic moving Company (1910).
Harryhausen, con la intención de mejorar las “marionetas” y “miniaturas” con las que trabajaba, aunque por audacia del destino estos personajes en muchas ocasiones se presentaban en la pantalla como gigantescos, se inscribió en la escuela de arte donde, según una entrevista, “aprendió a modelar los músculos en sus figuras” y a dibujar unos asertivos bocetos del resultado que esperaba lograr en sus películas. Por aquel entonces trabajaba el joven artista, en el garaje de la casa de sus padres, en una ambiciosa película sobre los orígenes de la vida en la tierra. En lo que Ray completó de este proyecto aparecían dos impresionantes dinosaurios enfrentados en un combate a muerte. Por entonces inició su amistad con otro entusiasta de los dinosaurios, el escritor Ray Bradbury, con el que también compartía una visión particular de lo fantástico. En 1953 Harryhausen realizó los efectos especiales de la película El monstruo de tiempos remotos, con un argumento inspirado en un relato breve de Bradbury. Tras esta cinta patentó su sistema de trabajo bajo el apelativo de dynamation.
Tras la segunda guerra mundial Ray Harryhausen realizó de modo artesanal una serie de pequeños cortometrajes donde desarrollaba cuentos infantiles con una cuidada ambientación. Resulta sorprendente que desarrollara esas producciones con medios “caseros”: su madre cosía los vestidos de los personajes y su padre fabricaba las maderas que servían de soporte a las articulaciones de las figuras.
En 1949 Ray trabajó junto al creador de King-Kong en la película El gran gorila. Tras esta experiencia, y su excelente trabajo en la ya señalada, El monstruo de tiempos remotos, Harryhausen firmó diversas cintas de fantasía con platillos volantes, pulpos gigantes, destrucciones de edificios, etc. Muchas de la fábulas que hoy encontramos remodeladas con rostros nuevos y efectos digitales se encontraban en esos trabajos, a camino entre la ingenuidad y el trabajo creativo, que transforman esas producciones en obras de arte.
Simbad y la princesa de 1958 fue su primera película en color. En ella hacía aparición el guerrero- esqueleto, indómito y feroz que, posteriormente, reapareció, aunque en grupo, en Jasón y los argonautas y, finalmente, en una escena de Furia de titanes.
Con los años supe que Los viajes de Gulliver (1960), que tanto me impresionó de niño, la ya citada Jasón y los argonautas (1963), que me impulsó a la lectura de Argonáuticas de Apolonio de Rodas o El primer hombre en la luna, titulada La gran sorpresa en España, de cuyo recuerdo me costaba librarme, procedían del talento del mismo hombre.
Hoy imagino las maravillas que Ray Harryhausen realizaría con historias como Orfeo y mi imaginación tiembla como un animal herido, espumoso ¡y vivo!
Supongo que si el talento y la audacia de Méliès no hubieran creado el cortometraje Las barbas insólitas, donde el vello del rostro de unas cabezas aparece y desaparece sirviéndose del padre de todos los efectos especiales, no hubiera existido Ray Harryhausen. Quizá por ese motivo las películas de ambos se encuentran entre mis favoritas, las recuerdo siempre con nostalgia, aunque las haya visto hace media hora, me emocionan… En esas filmaciones encuentro más carne y huesos que en el realismo convencional, más alma que en los melodramas más relucientes, más energía e inspiración que en las obras de tesis y contratesis, más arte que…
En fin, sobre este asunto recuerdo la frase “la realidad no tiene porque corresponderse con la verdad” que, si no recuerdo mal, escribió Nietzsche. Por desgracia, la degradación de ciertas producciones llamadas de fantasía o de ciencia-ficción, han concedido a la literatura y al cine fantástico una aureola de obra menor o de segunda clase. Sin embargo, encuentro más humanas precisiones en lo realista “irreal”, en los dioses, héroes y monstruo, que en la obra concebida con la castrante losa de lo realistico, o peor, aún, de un concepto de lo verosímil próximo al costumbrismo postmoderno y la ortodoncia mental.
¡Qué atractivo, moderno e innovador sería dirigir hoy una película con los efectos de Harryhausen, la fantasía de Méliès y los hermanos Marx!

 

Recomiendo encarecidamente la siguiente página La Gorgona donde la directora de la misma realiza una atractiva a nuestro admirado Harryhausen: http://www.lagorgona.es/Entrevistas/Ray%20Harrihaussen.htm

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