Las penas con pan son menos penas, (y IV) Instalación
Reseña de Las penas con pan son menos penas por ALEJANDRO J. RATIA
INSTALACIÓN Poesía y alquimia de Raúl Herrero
Zaragoza parece dormida en un tiempo provinciano, de exposiciones que visitar de siete a nueve. Sin embargo, las posibilidades de la acción artística hace tiempo que rebasaron estos cauces convencionales y que la propia ciudad crece hacia su periferia. El proyecto "Puntos de fuga" —que coordina la infatigable y poliédrica Ángela Ibáñez— supone una superación de la doble inercia aludida. Plantea, por un lado, intervenciones al margen de las salas cerradas, por otro, lo hace en un barrio, en Miralbueno, que ha crecido de forma espectacular en los últimos años, enterrando su historia rural previa.
La instalación actual es obra de Raúl Herrero, otro ser poliédrico e infatigable. Poeta, narrador, dramaturgo, editor y factótum de Libros del Innombrable, es también un creador visual que, mucha veces, ha entrelazado texto y dibujo. "Las penas con pan son menos penas", su montaje sobre la puerta del Centro Cívico de Miralbueno (Pza. La Rosa, s/n) habla de mística con materiales pobres, de los utilizados para envolver los alimentos. Cristo qeu vuela sobre nuestras cabezas, y los signos eucarísticos: el pan, dorado, y la sangre, negra como la tinta.
Raúl Herrero creo que nos habla de la poesía como alquimia o sacramento oficiado por el escritor, necesariamente menesteroso, como les hubiera gustado a León Bloy y a Antonio Fernández Molina.
Alejandro Ratia
[El texto se publicó en el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón, el 23 de abril de 2009. Desde aquí mi sincero agradecimiento al crítico J. Ratia y los artífices del suplemento por ocuparse de mi obra.]
Texto que acompaña a la instalación (por Raúl Herrero):
El refrán: “Las penas con pan son menos” desde siempre se ha relacionado, en mi desquiciada imaginación y en mi descocada forma de relacionar imágenes y textos, con la consagración del pan y el vino en la última cena. Por este motivo, tras el título de esta instalación he situado tales elementos. En este acontecimiento religioso el pan supera lo puramente material. Mi amigo, el simbolista y santo, José Manuel Río, me habló en cierta ocasión de una traducción literal del Padre Nuestro que hacía referencia al “pan transustancial”. En esta instalación el pan viene a conformar todo aquello que no participa de lo inmediatamente visible, ni material, al no-ser, pero que resulta indispensable para la vida plena: lo espiritual, léase también todos los elementos que nos rodean que no poseen una forma material al uso. Entre estos elementos se incluye el arte, la música, los textos leídos o recitados, la palabra, que, según varias tradiciones religiosas, se encuentra en el momento de la creación del mundo. El pan además refulge dorado que, en alquimia, simboliza la superación del individuo, el perfeccionamiento personal.
El cáliz con el fuego/vino lo relaciono con el conocimiento. Póngase por caso “la lengua de fuego” que se vierte sobre algunos personajes religiosos y que se relaciona, con la iluminación, o la recepción del conocimiento.
Junto a ambos elementos, el maniquí, la pena, que da la espalda a los elementos de la consagración. Los paneles plateados, unidos a la luz de los focos o del sol, vienen a cerrar la trinidad del pan y el vino con la figura de la divinidad.
El pan es original de Tauste y lo he pintado con oro.
El cáliz se ha modelado con arcilla, dándole un aspecto voluntariamente arcaico y poco elaborado.
Raúl Herrero
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