El alunizaje (Entremés o paso, IX)
Entremés.
Pieza de teatro jocosa, en un solo acto, que solía representarse entre una y otra jornada de la comedia. María Moliner, Diccionario del uso del español. Segunda edición, Madrid, 1999.
Pieza dramática jocosa y de un solo acto. Solía representarse entre una y otra jornada de la comedia, y primitivamente alguna vez en medio de una jornada. Diccionario de la lengua de la Real Academia Española. Vigésima primera edición. Madrid, 1992.
En escena un paisaje desértico, a ser posible con detalles que recuerden a un viejo pueblo del oeste americano. También puede tratarse de una población abandonado de esa misma época y lugar: con casas de madera, carteles que cuelgan como brazos muertos de las fachadas, tablones arrancados, etc. Entra en escena un hombre sobre una bicicleta aerodinámica. El ciclista, con vestimenta actual, atraviesa la escena. Silencio. Vuelve a pasar el mismo individuo montado sobre su máquina en dirección opuesta. Silencio. Entra de nuevo el ciclista y en mitad de la escena se baja de la bicicleta y consulta un mapa, mira en derredor, se sitúa en una esquina de espaldas al público y micciona, vuelve a consultar el mapa, mira hacia el público con la mano mientras se sirve de una mano para proyectar sombra sobre los ojos, como si dirigiera la mirada hacia un lugar soleado. Entra por el lado opuesto de la escena un astronauta con una bandera, a ser posible que no exista. Al principio, el recién llegado no percibe al ciclista y se mueve lentamente, como si se encontrara en la luna. El astronauta clava la bandera. El ciclista contempla al nuevo personaje con sorpresa e inmóvil. Suena un himno que no pertenece a ningún país y en cuya banda sonora se incluyen ventosidades, toses, gritos y un galimatías como letra con una música circense. (Sirva como ejemplo la “Marcha Militar” que compuso Charlie Chaplin para su película “El gran dictador” y empléese esta música a falta de otra). Ambos personajes se mantienen inmóviles durante el himno, el deportista por la sorpresa y el astronauta como muestra de respeto. Por fin el ciclista rompe el rictus y se aproxima al astronauta con su mapa en la mano cual turista que se dirige a un lugareño. El astronauta, que entonces se percata de la existencia del otro personaje, retrocede. Pero el deportista, tozudo, le da alcance.
Ciclista.-(Mientras señala el mapa.) Buen hombre, ¿puede indicarme si voy en la dirección correcta para llegar a Socuellamos?
(Astronauta en silencio.)
Ciclista.-(Tras golpear el casco del astronauta con los nudillos) ¡Óigame, óigame! ¿Hay alguien ahí?
(El astronauta asiente con la cabeza.)
Ciclista.-(A gritos.) ¿Qué si sabe si por este camino llegaré a Socuellamos? Participaba en la carrera ciclista internacional de asnos y animales de tiro… me he descuido un momento y ya ve. Como comprenderá tengo miedo de quedarme perdido para toda la vida.
(El astronauta realiza gestos que acompañarían a un discurso pero no se oye nada.)
Ciclista.-No le entiendo. Me temo que no podré oírle mientras no se quite ese casco.
(El astronauta retrocede asustado, mira a su alrededor y le muestra un mapa al ciclista.)
Ciclista.- (Tras mirar con detenimiento el mapa del astronauta) Oiga, no le comprendo. (Le arrebata el mapa de las manos al astronauta y lo mira mientras lo gira .) Aquí hay unas esferas y muchas líneas. No me diga más, ¡usted también participaba en la carrera!
(El astronauta niega y le señala de nuevo el mapa.)
Ciclista.- ¡Qué sí, qué sí! Ya sé, que mire su mapa. Pero aquí no entiendo nada. Mire si usted también se ha extraviado podemos seguir juntos pero… ¡Un momento! ¿Dónde está su bicicleta?
(El astronauta se encoge de hombros.)
Ciclista.-Usted no es un corredor, ¿no será un árbitro del certamen camuflado?
(El astronauta niega con la cabeza.)
Ciclista.-Todo esto me resulta muy extraño. Pero lo que más me fastidia es lo bien posicionado que iba en la carrera… Si no me pierdo seguro que hubiera quedado si no el primero, por lo menos el último.
(El astronauta realiza gestos, pero el ciclista no le comprende.)
Ciclista.-Si no se quita el casco y me habla alto y claro, no le entenderé.
(El astronauta parece desesperado. Por fin, posa las manos sobre su casco y lentamente comienza a quitárselo.)
Ciclista.- ¿No le parece que ha exagerado con la protección? Ese casco suyo no lo había visto en mi vida. Pero ¿es reglamentario? Tenga cuidado, el año anterior descalificaron a un participan porque corría con una sartén sobre la cabeza.
(El astronauta se ha quitado el casco. Su cabeza es la de un humano.)
Astronauta.-Oiga, paisano, ¿no es esto la luna?
Ciclista.- ¿La luna de quién?
Astronauta.- ¡Qué raro! Si respiro a la perfección.
Ciclista.- ¿Tiene problemas de asma?
Astronauta.-No, no.
Ciclista.- ¡Ah! Entonces ese atuendo será por las varices. Una prima mía las padece y viste de una forma parecida a usted.
Astronauta.- ¿Es usted un selenita?
(Silencio.)
Ciclista.- ¿Cómo dice?
Astronauta.- ¿Qué si es usted un selenita?
Ciclista.- No, no, ciclista, ci-clis-ta. Participaba en una carrera, pero me temo que me he perdido. La etapa de hoy finaliza en Socuellamos.
Astronauta.-Pero ¿es esto la luna sí o no?
Ciclista.- ¡No le estoy diciendo que me he perdido! ¡Qué leches sé yo del nombre de este lugar!
Astronauta.- ¿Entonces no sabe dónde estamos?
Ciclista.-Estupendo, entonces estamos perdidos los dos.
Astronauta.-Han debido equivocarse en los cálculos. Porque esto no parece la luna…
Ciclista.- Si no le importa emplearemos mi mapa, porque el suyo… ¡Menuda mierda! Todo rayas, líneas, esto es incomprensible.
Astronauta.-Sí, pero su elaboración se ha logrado tras varios años de estudios y cálculos de un grupo de especialistas.
Ciclista.- Pues hubiera sido mejor que esos señores invirtieran ese tiempo en la cría del cerdo. Un mapa con esos detalles técnicos resulta incomprensible. (El ciclista contempla de nuevo el mapa del astronauta.) ¿Dónde están las carretas? ¿Dónde las autopistas? Todo lleno de garabatos, de cosas, de, de… (Mientras lo arruga y lo tira al suelo.) ¡Qué no vale para nada oiga! ¡Qué-no-vale!
Astronauta.-Bueno, bueno. Usted lo sabrá mejor que yo.
Ciclista.- ¿Mejor qué usted por qué?
Astronauta.-Porque usted es de por aquí, ¿no?
(Silencio. El ciclista permanece pensativo.)
Ciclista.- No, yo soy oriundo del sur. Como ya le he dicho he venido para competir en la carrera, pero nada más.
(Silencio. El astronauta permanece pensativo.)
Astronauta.- ¿En la carrera?
Ciclista.-Sí, ya se lo he repetido varias veces. Me he descuidado un momento y he tomado un camino equivocado.
Astronauta.-Algo así me ha sucedido a mí.
Ciclista.- ¿Y ahora cómo volvamos? Por cierto, oiga, ¿y su bicicleta?
Astronauta.-Allí, allí enfrente.
Ciclista.- ¿Dónde?
Astronauta.- (Mientras señala fuera de escena.) Ahí, ahí, ¿no la ve?
Ciclista.- ¡Por San Remigio! ¡Menuda bicicleta! ¿Es reglamentaria? ¿Le habrá costado un dineral? ¡Pero si parece un cohete!
Astronauta.-Sí, sí, invirtieron en su construcción varios millones.
Ciclista.- ¡Varios millones! ¡Menudo pájaro! Entonces será usted millonario, ¿eh? ¡Y yo que me quejaba de los cuatro céntimos que me gasté en la mía!
Astronauta.- ¿Cómo ha llegado usted?
Ciclista.- (Mientras le muestra al Astronauta su bicicleta.) En esto.
(El Astronauta mira pensativo a la bicicleta. Silencio.)
Astronauta.- ¿Con eso ha llegado hasta aquí?
Ciclista.-Oiga, que usted posea un aparato último modelo, no concede el derecho a menospreciar mi bicicleta.
Astronauta.-Pero ¿esto no es la luna verdad?
Ciclista.- ¡Otra vez con eso! ¡Ya le he dicho que estoy tan perdido como usted!
Astronauta.- ¿Y qué sugiere?
Ciclista.-Como no pase por aquí alguien más espabilado que usted mal lo tenemos.
Astronauta.- Pero la bandera me ha quedado bien, ¿verdad?
Ciclista.- Si a usted le parece apropiado ir por ahí señalando todos los lugares… no tengo nada que objetar.
Astronauta.-Hombre, cuando uno llega por primera vez a un lugar ignoto siempre queda bien una bandera.
Ciclista.-Si usted lo dice…
Astronauta.-Se me ha abierto el apetito.
Ciclista.- A mí también. Aguarde un momento.
(El ciclista descuelga una cesta de la bicicleta de la que extrae útiles para una comida campestre.)
Ciclista.-Ya que hemos perdido la carrera, al menos almorzaremos juntos.
Astronauta.- ¿No llevara por casualidad un poco de vino dulce?
Ciclista.-No, no. Lo siento. ¡Y mire que lo tuve en las manos y estuve a punto de meter una botella en la cesta!
Astronauta.- ¡Es una lástima! Porque a mí el vino dulce me encanta y después de un viaje tan largo…
Ciclista.- ¡Qué me va usted a contar! Yo si no me entonon antes me siento incapaz de subirme a la bicicleta.
(El astronauta asiente complacido.)
Astronauta.-¿Sabes algo en usted me recuerda a Fray Escoba?
Ciclista.-No es la primera vez que alguien me lo dice.
TELÓN
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