El diccionario del diablo de José María de Montells
El diccionario del diablo
José María de Montells
Prólogo de Juan Van-Halen
Colección Signos Madrid
ISBN: 978-84-940157-2-4
A los lectores este libro les traerá a la memoria el volumen del mismo título de Ambrose Bierce…
José María de Montells (Madrid, 1949) es uno de los escritores más originales y magnéticos de los que hoy acometen ese acto irredento llamado escritura. En la contraportada del libro que nos ocupa se citan obras tan singulares como su Diccionario de Ordenes de Caballería y Corporaciones Nobiliarias (1994), o el Diccionario Heráldico de Figuras Quiméricas (1999). Ambos los atesoro y los livo con una fruición incruenta. Pero además José María de Montells encarna, para los no iniciados, una poesía que llamaríamos original, dicho de otro modo, buena y tradicional, tanto visual, de la que ha sido y es promotor hispano de primer orden, como textual. Entre sus libros más originales no me resisto mencionar Lo nunca visto (Guía de lecturas) (Libros del Innombrable, 2010), tal vez una obra que todo aspirante a lector y, sobre todo a escritor, debería leer para ungirse de literatura que, en rara ocasión, encontrará en suplementos culturales y en otras ferias del espectáculo literario-artístico.
No cabe duda que la estructura del Diccionario del diablo obedece a la de tal, salvo en las últimas páginas donde se nos brinda unos relatos dignos de ser leídos con cien mil ojos, pero se engañará el que busque sólo erudición y el que sea amigo de la gravedad, esa cosa tan poco seria propia de una indigestión intelectual. En el prólogo al libro Juan Van-Halen dice, y dice bien, lo siguiente: “Este Diccionario… es un cómputo de erudición, una sucesión de ocurrencias muy bien trabadas, una muestra de ironías sucesivas conducidas por una prosa directa, nada opulenta, sencilla y pulcra, enjoyada por la sabiduría en el manejo del idioma, que no es tan común como debería serlo en nuestro panorama literario…”. Aunque el prologuista nos advierte que éste no es un libro de humor, tampoco se puede pasar por alto la ironía y, por supuesto, el humor “biensano” en varias de las voces del diccionario, que vuelven al libro más amable y que deja entrever su pretensión de libro de lectura, no tanto de consulta, aunque también puede realizar ese papel académico al modo del diccionario clásico. Para comprobar estos apuntes cómicos puede contemplarse en la página 12 un curioso escudo de armas de Satanás, o entradas de voces como Ob (pág. 95). Tampoco es un libro esotérico, sino literario, lo que redunda en aire de divertimento.
Tampoco el libro se compone con la pretensión de elevar a los altares negros al Enemigo, ni para cantar las excelencias del Tentador, sino que se pretende arma que desenmarcare las diversas formas de lo maligno, de modo inverso a la revelación cabalística-mística de Los nombres Divinos del Pseudo Dionisio Areopagita o De los nombres de Cristo de Fray Luis de León.
La lectura, en el alambicado, por lo general, panorama publicitado literario español supone un aliento para el que está a punto de ahogarse, aburrido por tanta obra rutinaria y previsible. Los reyes infernales, las tropas del diablo, los nombres literarios del maligno (como Mefistófeles), tales trasuntos nos obligan a pasear por la gran literatura y por algunos conocimientos medievales, caídos en desuso para nuestra perdición y nuestra ignorancia, que se revelan en este libro con todo su interés y su fascinación. Montells me ha recordado en sus páginas a un autor que tenía injustamente olvidado Álvaro Cunqueiro, uno de los iluminados, siempre imaginativos e interesantes, autores españoles del siglo pasado.
En el Diccionario… comparten habitáculo-entrada autores como Lovecraft, personajes de ficción como Hannibal Lecter, películas como La semilla del diablo, junto con Leraje (señor arquero del Infierno), Leviatán, Sargatanás (brigadier de los infiernos), o el propio Satanás, así como a algunos de sus antagonistas San Miguel y San Jorge.
Sin duda, lo más sorprendente del libro reside en el detallado informe de las ordenes de caballería satánicas y de sus diversos mandos. Me ha sorprendido no encontrar dentro de la Orden del Tridente de Satanás siquiera citados los nombres de quienes confabularon contra mí en una empresa pública con gestión privada de infausta memoria, pero en estas cosas del mal, resulta imposible, e, incluso, inconveniente, citar todos los nombres. Los verdugos gustan disfrazarse de víctimas.
Por si lo dicho no fuera suficiente añadiré que en la solapa del libro el autor posa en una fotografía con aspecto de dandy seductor, o de personaje de la película Casablanca. Con un cigarrillo que casi se le desprende de la boca… ¿Qué más se puede pedir? Tal vez que el libro tuviera el doble de páginas… ya puestos…
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