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Raúl Herrero

Automoribundia, Ramón Gómez de la Serna

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Vivir de milagro todos los días llegó a ser en mí una costumbre, pero yo necesitaba poco porque me corto el pelo muy de vez en cuando. Digo como Epicuro: "La necesidad es un mal, pero no hay necesidad de vivir bajo el imperio de la necesidad".

Cuando alaban una cosa mía suelo exclamar: "¡Mis miserias me cuesta!".

El embozo de terciopelo de mi capa llegó a ser por el uso terciopelo del siglo XVII.

El escritor es un ser del que sólo adquieren gran publicidad sus hambres, sus amores y sus deshonras.

La literatura no es un medio de comer, pero hay que ir comiendo mientras se escribe la literatura.

Lo que pasa es que el escritor no puede estar pensando en pequeñeces y eso le mete en el hambre. Hay muchos interesados en que no coma el escritor, porque su hambre es contraste  de otras harturas.

¿Pero qué va a hacer él contra ese artículo que es el único que no se deroga en ninguna constitución: "El hombre tiene el inalienable derecho a morirse de hambre"?

Con el trabajo espontáneo, libre y firmado, no se puede alcanzar más. Sin pertenecer a ninguna camarilla, ni dedicarse a la intriga, ni vender el alma a nadie, hay que someterse a la menesterosidad. ¿Pero habrá algo más feliz en  la vida que conseguir subsistir sin cometer ninguna bajeza?

En esa performancia ideal la Providencia me saca muchas veces del atolladero. Es un espectacular y sencillo milagro, pero siempre —siempre hasta hoy— ha sucedido. A la Providencia le es muy fácil echar por debajo de la puerta una carta —muchas veces con sellos extranjeros— en el preciso momento de no poder más.

¡Y después los psiquiatras hablan de ciclos depresivos y motejan al escritor de "maníaco depresivo"!

Sin embargo no protesto, porque protestar de la pobreza es como protestar del morir:unos mueren antes, otros depués. Por lo visto el hambre tiene la misma fatalidad que la muerte.

Mi pobreza es como un apasionado voto, y así como el monje no desea las vanidades que desdeña, tampoco hay que creer  que tenga ambición o resentimiento el que hizo ese voto.

Todo lo que pasa en el mundo se debe a que no sabe soportar la pobreza ni encontrar su alegría. El que no ame la pobreza podrá ser rico o pobre pero será un desesperado.

"Los que más sufren —ha dicho Laercio— son los ambiciosos a mayores felicidades", que es lo mismo que dijo también Fernando de Rojas: "Que no los que poco tienen son pobres; más, los que mucho desean".

Mientras no se eleve y se haga gustosa la pobreza no tendrá entrañas felices la vida.

"No hay mejor salsa que el hambre", dijo Cervantes, que había sopado tantas veces pan seco en esa salsa.

Lo peor es la falsificación de este estado de gracia, y me indigna aquel Rothschild que le sirvió a Delacroix de modelo para un tipo de miserable.

Sin embargo, no hay que desconfiar demasiado de la pobreza, porque como dijo Barbey d’Aurevilly, "no hay que hacer muchos reparos a los pobres, porque entonces, ¿a quién daríamos limonosna?"

El verdadero resumen de la historia es ése:  ir con la moneda que sea a comprar un poco de pan.

Descubierto por los psicoanalistas que el deseo de dinero es una coprofilia, toda alma grande no puede caer en ese juego con lo excrementicio. ¡Los demás que hagan lo que quieran si desean incurrir en esa aberración".

Ramón Gómez de la Serna

Automoribundia. Capítulo LVI. Editorial Mare Nostrum, Madrid, 2008

1 comentario

Marcelo -

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