Blogia
Raúl Herrero

Una semana con Ramón

Una semana con Ramón (adenda)

Una semana con Ramón (adenda)

Poema de Oliverio Girondo dedicado a Ramón Gómez de la Serna

 

Calle de las sierpes

 

A D. Ramón Gómez de la Serna

 

Una corriente de brazos y de espaldas

nos encauza

y nos hace desembocar

bajo los abanicos,

las pipas,

los anteojos enormes

colgados en medio de la calle;

únicos testimonios de una raza

desaparecida de gigantes.

 

Sentados al borde de las sillas,

cual si fueran a dar un brinco

y ponerse a bailar,

los parroquianos de los cafés

aplauden la actividad del camarero,

mientras los limpiabotas les lustran los zapatos

hasta que pueda leerse

el anuncio de la corrida del domingo.

 

Con sus caras de mascarón de proa,

el habano hace las veces de bauprés,

los hacendados penetran

en los despachos de bebidas,

a muletar los argumentos

como si entratran a matar;

y acodados en los mostradores,

que simulan barreras,

brindan a la concurrencia

el miura disecado

que asoma la cabeza en la pared.

 

Ceñidos en sus capas, como toreros,

los curas entran en las peluquerías

a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez,

y cuando salen a la calle

ya tienen una barba de tres días.

 

En los invernáculos

edificados por los círculos,

la pereza se da como en ninguna parte

y los socios la ingieren

con churros o con horchata,

para encallar en los sillones

sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

 

Cada doscientos cuarenta y siete hombres,

trescientos doce curas

y doscientos noventa y tres soldados,

pasa una mujer.

 

Sevilla, abril, 1923

Del libro Calcomanías (1925)

En la fotografía superior:

Reunión del grupo “Sur” en lo de Victoria Ocampo, 1931. De izquierda a derecha: de pie: Eduardo Bullrich, Jorge Luis Borges, Francisco Romero, Eduardo Mallea, Enrique Bullrich, Victoria Ocampo y Ramón Gómez de la Serna; sentados: Pedro Henríquez Ureña, Norah Borges de Torre, María Rosa Oliver, Carola Padilla y Guillermo de Torre; en primera fila: Oliverio Girondo, Ernest Ansermet.

Una semana con Ramón y VII (Ramón)

Una semana con Ramón y VII (Ramón)

 

Se ha abusado en manuales de la frase “su obra equivale a toda una literatura”, pero pocas ocasiones tendremos de emplearla con tanta justicia como en el caso de Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 3 de julio de 1888–Buenos Aires, 13 de enero de 1963).

Hijo de un jurista, la personalidad, la vida de Ramón constituye un ejemplo de lo poco que puede hacerse cuando la vocación literaria y poética retumba en un alma.

Publicó Ramón con 17 años según algunas biografías, con 15 según refiere el mismo autor en el prólogo de su libro Pombo,  el título Entrando en fuego. Se ocupó él mismo de su distribución por Madrid. Cuando pasado un tiempo prudencial volvió a las librerías para sumar o restar las ventas del título descubrió que, en la mayoría de los comercios, ¡ni siquiera habían desempaquetado los ejemplares! (Esa misma hermosa experiencia, aunque ahora no venga a cuento y sin querer uno situarse uno a la altura del gran Ramón, la sufrió quien este escribe en sus cárnicas carnes. También coincidimos ambos en la edad: él con quince o dieciséis y un servidor con diecisiete.)

En 1910 bajo pecunia paterna, es decir, que tras la tortura constante del hijo con vocación de escritor sobre un padre agotado, amanece la revista Prometeo bajo las órdenes de Ramón. Según Miguel Pérez  Ferrero: “En esa revista nace la Greguería”.

El intento de clasificar y definir al género de la greguería ha ocupado miles de páginas, tanto del propio autor, como de sus contemporáneos y de los inevitables forjadores de la ortodoxia que alcanza la categoría de materia de estudio. Por mi parte prefiero señalar un par de ejemplos de las mismas: “El rebuzno es un suspiro frenético” y “Los pájaros de pico largo parece que se están fumando el cigarro de su pico”. No piense el lector que he buscado a conciencia los ejemplos, sino que he preferido seleccionarlos bajo el método tan dadaísta de abrir al azar las páginas de un libro donde se incluían una agrupación de las mismas. Con el tiempo esta forma de expresión se convertiría en la máxima representación del autor para los manuales y a los lectores de prensa. El sistema de la greguería lo llevó también a la novela y así “inventó” esa forma suya de novelar donde la acción y los personajes avanzan a golpe de greguería. Véase por ejemplo las novelas El torero caracho o El hombre perdido.

Cuando la editorial Circulo de lectores/Galaxia Gutenberg se propuso, en los años 90 del siglo pasado, la publicación de la Obra Completa de Gómez de la Serna muchos, incluso algunos de los que supervisaban la obra, sonrieron con indulgencia… Ramón escribió tanto y en tan variados soportes, incluso en las revistas más inverosímiles, que la idea de agrupar los escritos “completos” resulta más una aspiración que una realidad. Ramón fue una máquina de escribir.

 

Si tienes la osadía de seguir leyendo mi artículo puedes hacerlo en el siguiente enlace de mi "otro blog" de la revista Generación.net:

http://raulherrero.blogs.generacion.net/ramon


 

 

Una semana con Ramón, VI (Ramón y el final)

Una semana con Ramón, VI (Ramón y el final)

Ramón es un caso sin precedentes en nuestra literatura. Por de pronto, de eso de humor, aunque parezcan gordas afirmaciones así, ni hablar. A no ser que nos refiramos al humor de Quevedo o al de Kafka, que, en muchos aspectos, me parece un hijo natural de Ramón, aunque no lo supiera. A no ser que nos refiramos a un humor ni negro ni amarillo, sino morado; a un humor patético en el que todos sus afilados y escalofriantes aciertos salen como de un fondo gordo de agua gorda. Ramón era como un botijo del que pudiera sacare las mejores porcelanas de Sèvres. Tenía mucho de castizo agresivo, convertía en orquídeas los geranios cortados con cuchillo de pescadero. Acertaba el blanco a pedradas y había en él, mucho antes de irse a América, una imagen física precolombina, de esos cuacos cuya sonrisa ancha y antigua va de oreja a oreja, de lo egipcio a lo americano, pasando por una Atlántida poblada  por cocheros de Madrid, por vendedoras de nardos y por mujeres a las que han sacado a bailar de la tumba y que en el momento fundamental suspiran en la oreja de su conquistador: "Me estás viviendo, nene".

La obsesión de la muerte fue una constante de su barroquismo genial. Antes y ahora. Ahora, anteayer domingo, en ABC hay, entre sus greguerías últimas, lo menos tres que se refieren a la vejez y a la muerte. Su razón de escribir estaba presidida por esta obsesión digna y oxidada:"Meterse en casa a escribir y no saber si se está haciendo por la vida o por la muerte".


César González Ruano

Ramón del alma mía (1963)


Con Ramón, muerto en Buenos Aires, muere todo un tiempo literario de España: el del escritor pájaro del cielo; el del escritor gratuito y angélico juglar; el del escritor montado al aire, como los brillantes; y el del escritor que vive y muere, heroicamente, de la nada y cantando, cantando siempre hasta caer rendido. El mundo va por otros derroteros –serían excesivo optimismo pensar que mejores– y aquel escritor pertrechado de renunciación y de humildad (también de gloriosa e infinita soberbia) es ya una pieza de museo, algo que se recuerda con curiosa nostalgia y que se enseña con más amor que conocimiento, con tanta ignorancia de las razones de su íntimo sentir como pasmo ante la sinrazón de su íntimo  adivinar. (…)

En él, como en muy pocos, su vida se confunde con su obra, se derrama en su obra, se explica –página a página– en su obra: desde su "Entrando en fuego… y salir escaldado", que apareció a sus trece o catorce años, hasta su recreación del Rastro, publicada pocos meses antes de morir.

Y en él, como en muy pocos, se llevó la vocación hasta las últimas y más inútiles y gloriosas lindes del heroísmo solitario. Con él se cierra una luminosa página del libro de España…


Camilo José Cela

Ramón (1963)


Ramón es humorista entre otras muchas cosas; pero Ramón no llega al humorismo por la sátira, sino por otro camino: por la poesía, porque Ramón, sobre todo, es un poeta, un poeta que además nos hace el regalo de escribir en prosa, sin tener que moldear a un ritmo o a un metro determinado, ni tener que inventar esa poesía libre, que a mí me parece superflua, ya que la poesía puede ser destilada en prosa, si el poeta sabe escribir.


Edgar Neville

Sobre el humorismo



La vida es decirse ¡adiós! en un espejo


Ramón Gómez de la Serna

Una semana con Ramón, V (Ramón y las greguerías)

Una semana con Ramón, V (Ramón y las greguerías)

Pablo Neruda en sus memorias: "Ramón Gómez de la Serna es para mí uno de los más grandes escritores de nuestra lengua, y su genio tiene la abigarrada grandeza de Quevedo y Picasso". Muchos fueron los que para atreverse a decir tanto y más, lo que Ramón se merecía plenamente, tuvieron en cuenta esa forma de género aforístico que inventó el propio Ramón: la greguería. Si bien esta fórmula contribuyó a  su fama y le procuró un lugar destacado en la poesía, lo cierto es que para los menos avezados Ramón que quedó sólo, aunque de por sí no sea poco, en el creador de esta fórmula. El propio Ramón la definió como humor + metáfora. A los años vinieron para postre los peros, que si se trataba de aforismos como los de Jules Renard, que si esto que si aquello. En todo caso escriban los lectores la palabra greguería en un buscador y verán qué pasmo. Lo cierto es que en ocasiones Ramón compuso libros, da igual el género al que pertenecieran, ya fuera este la novela o el ensayo, con "Greguerias" cual si se tratara de teselas que al unirse compusieran un mosaico. Algunos esto se lo han tomado mal y lo han citado como un defecto, en mi caso mi intención es la contraria.

Luis Cernuda escribió sobre la trascendencia poética de esta forma de escritura ramoniana.


Acaso extrañe la inclusión de Gómez de la Serna en un estudio sobre la poesía contemporánea. Si el verso dramático queda excluido siempre de nuestras antologías poéticas (aunque con el verso mejor que Lope escribiera es su verso dramático), hasta el punto de que uno de los mayores poetas españoles, Calderón, por no haber escrito otra forma de verso que el dramático, apenas si figura en dichas antologías (…)  En la visión y lenguaje poético que caracterizan, si no todos, algunos de los poetas entonces jóvenes, al menos en la etapa primera de su labor, se observa una influencia evidente de aquella visión de la realidad introducida en nuestra literatura por Gómez de la Serna bastantes años antes, hacia 1910, cuando todavía el modernismo parecía regir nuestros destinos literarios. Y es que entre la literatura modernista y la que hacia 1920 se llamaría literatura nueva, no hay entre nosotros obra más llena de originalidad, originalidad de pensamiento y expresión, que la de Gómez de la Serna; estando además representados en ella todos o casi todos los intentos renovadores de los movimientos literarios diversos ocurridos por aquellas fechas fuera de España, y eso no por imitación, sino por coincidencia. Conviene aclarar un punto: aunque en la obra de Gómez de la Serna hallemos un propósito equivalente al de dichos movimientos literarios europeos, desde os inmediatamente anteriores a la guerra del 14 hasta los posteriores a ésta, quedan, sin embargo fuera de su alcance el dadaísmo y el superrealismo: es decir, los aspectos rebelde y mágico que animan respectivamente a dichos dos movimientos, los más cercanos a nosotros en el tiempo y los más importantes.

(…) 

El ingenio pues, es la facultad, que crea la Greguería, y ésta el eslabón donde se engarzan todos los escritos de Gómez de la Serna, ya sean simples coleccións de Greguerías, ya sean, como su teatro, novela y crítica, un compuesto de Greguerías. Y como la Greguería se integra en una imagen o una metáfora, y éstas (observadas desde el especial ángulo visual del propio autor, como luego trataremos de indicar) no sólo fueron una parte importante, sino un todo, principalmente la metáfora, en los versos escritos por muchos poetas españoles hacia 1925, ello justifica el comentario previo a lo que la Greguería es y lo que su hallazgo representó en un momento de nuestra poesía.

 (…)

Pero veamos ahora cómo ciertos versos de los poetas de la generación de 1925 semejan a sus Greguerías, al menos los escritos en aquellos años entre 1920 y 1930, cuando se hablaba mucho de "cazar metáforas"; en dichos versos la realidad está observada, como dijimos, desde el ángulo visual peculiar de Gómez de la Serna, quien enseñó a no pocos de aquellos poetas a mirar y a ver. Ilustran lo que digo fragmentos de frases en verso como estas:


Radiador, ruiseñor del invierno. (Guillén)

 

Rosa… la prometida del viento (Salinas)


La guitarra es un pozo

con viento en vez de agua (Diego.)


Su sexo tiembla enredado

como pájaro en las zarzas. (Lorca)


Cuando la luz ignoraba todavía

si el mar nacería niño o niña. (Alberti)


El eco del pito del barco

debería de tener humo. (Altolaguirre)


Y no insisto: me parece que, como ejemplo, los versos citados son concluyentes, y el lector, si sigue el rumbo que le marcan, puede espigar otros semejantes, comparándolos con la Greguería.


Luis Cernuda 

Gómez de la Serna y la generación poética de 1925 (1957)

 

Y precisamente como colofón a esta entrada no incluiré como ejemplo ninguna Greguería pues son tan famosas y sencillas de encontrar en cualquier parte que sería por mi parte una vulgaridad, además de una concesión muy rastrera a lo que todos esperan de una nota como la presente.

 

Una semana con Ramón, IV (Ramón y el cine)


[Ramón  nació con el cine. Así la influencia del cine, de esa nueva forma de arte, se transparenta en la obra de Ramón tanto en la técnica literaria, como en los personajes y enredos de muchas de sus novelas y ensayos. Quizá sea la novela Cinelandia el ejemplo más típico y tópico. Un interesante artículo sobre la relación de Ramón con el cine  lo encontrará el lector en el siguiente enlace http://www.ucm.es/info/especulo/numero4/gserna.htm.

Además, Ramón participó como actor en "Esencia de Verbena", una película pionera del cine "experimental" en España realizada por Ernesto Giménez Caballero, al igual que "Noticas de Cine-club" donde también intervino el escritor, ambas de 1930 . Pero además contamos con su presencia en el cortometraje "El orador" rodado en 1928 por Feliciano Vitores. Por supuesto se trata del video que reproducimos sobre estas líneas.

Román Gubern en su libro Proyector de Luna (Anagrama, Barcelona, 1999) refiere lo siguiente: "La primera novela de Ramón en la que el cinematógrafo desempeñó una función central fue El incongruente (1922), una novela absurdista y protosurrealista protagonizada por Gustavo, un sujeto congruente que vive extrañas peripecias. En el último episodio del libro, tras un viaje a París, Gustavo entra en una sala de cine y observa con estupor que él es el protagonista del film proyectado. Con más asombro todavía descubre que a su lado está sentada la protagonista de la película, con quien vive un romance (…) Pero la gran novela cinematográfica de Ramón Gómez de la Serna apareció al año siguiente con el título Cinelandia. (…) Pero en esta novela Ramón se sirve, como novedad, de las característicias técnicas del cine para construir algunas greguerías especulares del medio, como ’los turistas iban veloces con paso de película’, ’el cicerone, como letrero de película, pasaba con rapidez por las calles y variaba de tema´. (…) Luis Buñuel frecuentó la tertulia de Ramón en Pombo de 1919 a 1924, como ha evocado el cineasta en sus memorias y Santiago Ontañon recordaría que Buñuel era ’muy ramoniano’".

A lo dicho tal vez sólo cabría añadir que también Vicente Huidobro trasladó las técnicas del naciente cine a la novela en Cagliostro, subtitulada novela-film, en 1927. Al parecer fue un guión de cine que recibió el premio The league for better pictures of New York, la película dirigida por el director de cine rumano Nime Mizú fue abandonada y hoy se encuentra desaparecida. Tuvo la mala fortuna de aparecer justo después de El cantor de Jazz y corrió la suerte de muchas películas mudas parejas al comienzo del cine sonoro.]

Una semana con Ramón, III (Ramón y Borges)

Una semana con Ramón, III (Ramón y Borges)

El fervor de Buenos Aires

(1924) 


La impresión que he tenido durante algún tiempo de Borges lejano me ha de servir para explicarme a este Borges próximo que se acaba de sentar en los divanes de Pombo, los duros divanes de los descendientes del pasado.

Mi impresión del Borges lejano me revela un muchacho pálido de gran sensibilidad y escondido entre cortinas espesas forradas de raso crema, un joven medio niño al que nunca se encuentra cuando se le llama.

–¡Jorge!… ¡Jorge!… ¿Pero dónde te has metido?

Detrás de las cortinas, desde donde el jovencito atisbaba las cosas para recordarlas siempre.

Jorge Luis se me presenta siempre unido a su hermana Norah, la inquietante muchacha  con la misma  piel pálida del hermano y como él perdida entre las cortinas, atisbando las cosas de la noble casa de los Borges, llena de cuadros, de perspectivas de salón, de espejos con lluvia, de candelabros a cuyas velas, en ratos efusivos y misteriosos, se asoman las llamitas sin haberlas encendido.

Mientras Jorge Luis callaba, Norah Borges nos descubría esa casa de donde la muy unida y patriarcal familia Borges no salía nunca. En sus grabados en madera representaba a Norah y nos confiaba sus tertulias con unas amigas en la soledad cruzaban las piernas en T y enseñaban el torneado de la confidencia, dedicándose a jugar al ajedrez moviéndose como un lento cotillón sobre el apedrezado pavimento de las estancias, ¡niñonas solemnes!; los veladorcitos de ilusionista con tapete de flecos, los maceteros que valen un jardín y una gruta, los sofás que se comen a la gente, las jaulas de los pájaros artificiales, las mesas del tresillo, mesas con chaleco y bolsillos de mesa en el chaleco.

Después, Norah nos hacía salir a esas terrazas en que suenan los pasos como en las habitaciones, como si la noche inmensa adquiriese profundad intimidad sobre ellas y fuese una habitación estrellada y encortinada de terciopelos frenéticos de caricias.

A todo eso que Norah revelaba, yo sabía que asistía su hermano que se reservaba para la poesía, que acopiaba poesía. Esperaba mucho de él cuando se arrancase a las cortinas de la gran casa nostálgica y se desatase los nobles cordones con borlas, que ponen a las cortinas una corbata como la de San Fernando.

Huraño, remoto, indócil, sólo de vez en cuando soltaba una poesía, que era pájaro exótico y de lujo en los cielos del día.

Ahora por fin ha publicado un libro, que es ya un jardín y bandada de pájaros, y en el que, por tanto, la personalidad del poeta se explaya a gusto.

Fervor de Buenos Aires se titula este libro admirable de Borges. Con toda la emoción de la casa cerrada, ha salido por las calles de su patria. El Buenos Aires rimbombante de la Avenida de Mayo se vuelve de otra clase en Borges, más somero, más apasionado, con callecitas silenciosas y conmovedoras, un poco granadinas. "¿Pero había este Buenos Aires en Buenos Aires?", nos estamos preguntando siempre en este libro, y nuestra conclusión es: "Pues iremos, iremos".

(…)


Ramón Gómez de la Serna


Para el advenimiento de Ramón

(1926)


De cierto genovés (que para congraciarse  con Paco Luis, nació a medias en la Coruña), dicen que descubrió el continente. Se ha exagerado mucho la cosa. Carriego descubrió los conventillos, Bartolomé Galíndez el Rosedal, yo las esquinas de Palermo con instalación de puestas de sol, Lanuza cualquier pájaro. De Luis María Jordán se afirma que es el inventor de la siesta. La entereza de América, sin embargo, está por descubrir y el descubridor ya es Ramón y el doce de octubre de veras caerá este año en agosto.

Lo sabremos todo por él. Por él sabremos la querencia del Angel que en los instantes más perdidos del alba, atorra por el corso del Cabildo y se roba las serpentinas para los venideros arcoiris. Por él sabremos que Santos Vega no ha muerto, pero que está tan  lejos, tan hundido en la incansabilidad de la pampa, que el rumor de su guitarreo llega a nosotros disfrazado de brisa y pone ansiosas y carnales las noches. Por él sabremos que ese resplandor en las tardes no es la puesta del sol, sino las crenchas rojas de Nora Lange, que vive en el oeste. Por él sabremos el influjo del organito en el acriollamiento y en el canto de los gorriones gringos. Por él sabremos que la gran Cruz del Sur no es otra cosa que un velorio pobre, de barrio. (Él te dirá el milagro que habrá visto tu novia para tener los ojos tan lindos.) Por él sabremos el renegrido secreto que ha emboscado en su barba renegrida Horacio Quiroga. Por él sabremos de qué aburridero de qué aula, de qué verso de Rojas sale ese tedio que recarga los domingos urbanos. Por él sabremos que volverá a la presidencia Irigoyen, pues tiene la complicidad no solamente de los hombres, sino también de las cosas de Buenos Aires: de los zaguanes, de las verjas, de las camas donde se enjendra, del patio. Todo eso y mucho más ha de revelarnos Ramón, el hombre de ojos radiográficos y tiránicos, sólo asemejables a los que tuvo ese otro debelador de esta América: don Juan Manuel de Rosas.


Jorge Luis Borges



[Ambos textos proceden del volumen 4 de "Ramón en cuatro entregas", catálogo de la exposición "Ramón" realizada en el Museo Municipal de Madrid en 1980]

Una semana con Ramón, II (Ramón y Silverio)

Una semana con Ramón, II (Ramón y Silverio)

[De entre las personalidades con las que se relacionó Ramón tal vez fuera el escritor Juan Bautista Amorós, conocido como Silverio Lanza, el más sorprendente y el que más tiempo ha tardado en obtener el reconocimiento que se merecía en relación con sus méritos. En el siguiente extracto del prólogo de Antonio Fernández Molina a los cuentos de Silverio Lanza se nos relata algo de la vinculación entre ambos admirables escritores.]


Silverio Lanza en la calle


El día 20 de abril de 1912 moría en Getafe uno de los escritores españoles más raros y curiosos que ha dado nuestra literatura. Moría casi sin que nadie se diera cuenta de que desaparecía este escritor pues únicamente Ramón Gómez de la Serna y Roberto Castrovido estuvieron personalmente en su entierro. Nadie más se hizo presente entre la gente de pluma. Se trata de Juan Bautista Amorós, marino retirado y escritor que firmaba sus escritos con el nombre de Silverio Lanza.

Silverio Lanza había publicado, desde 1880, varios libros que circularon entre los miembros de la generación del 98 y los escritores de aquellos años sobre los que ejerció una atracción de la que han dejado constancia en algunos de sus libros. De Silverio Lanza hay varios retratos literarios, buenos todos ellos debidos a Pío Baroja, Azorín, Ricardo Baroja, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Corpus Barga…, por eso el lector atento de nuestra literatura se tropezaba con el nombre de Silverio Lanza y este nombre atraía su curiosidad, tanto por sus escritos como por lo que sabía de su vida que tiene una aureola de misterio y de originalidad. Pero llegado el momento de querer establecer contacto real con su obra empezaban las dificultades. Sus libros no aparecían por ningún lado. En vida las cortas ediciones de sus obras y las colaboraciones en algunos periódicos y revistas, aun dieron fe de su presencia pero después de muerto únicamente se publicó una novela breve suya editada en el número 119 de La novela corta el 23 de abril de 1918 titulada Medicina rústica y Páginas escogidas e inéditas editado también en 1918 en Biblioteca Nueva. Ambas obras las publicó Ramón Gómez de la Serna y esta última, que ha sido casi la única obra de Silverio Lanza relativamente accesible, va precedida por una larga semblanza de Ramón Gómez de la Serna dedicada al escritor.


Desde entonces su nombre quedo casi sumergido en el olvido. De vez en cuando el lector predispuesto descubría alguna referencia en algún artículo o excepcionalmente se le dedicaba todo entero pero su figura y su obra quedaban ocultas y era empresa ardua y casi infructuosa la tarea de perseguir sus libros por las librerías de libros usados. En muchas de ellas su nombre era totalmente desconocido. En otras decían que hacía tiempo que no aparecía ningún libro suyo, y solo alguna vez cada varios años se conseguía por el buscador experto y perseverante, encontrar alguno de ellos. Libros editados en ediciones anodinas que en buena parte han debido contribuir a la escasa difusión y al desconocimiento de este escritor que tiene real importancia.

Julio de 1964 fue una fecha importante para el futuro conocimiento de Silverio Lanza. La revista "Papeles de Son Armadans" publica su número cien y celebra este acontecimiento dedicando el número a estudiar varios aspectos del escritor Silverio Lanza. Camilo José Cela dice: "Los Papeles de Son Armadans rinden homenaje a un escritor, también humilde y solitario: don Juan Bautista Amorós, alias Silverio Lanza, virrey de Getafe, marino mesetario y hombre de muy raras e inútiles sabidurías, nacido hace más de cien años y muerto y olvidado por casi todos hace ya más de cincuenta. Los "Papeles de Son Armadans" se honran aventando, respetuosamente, las cenizas literarias de del autor de Mala cuna y mala fosa, entre las que duerme el sueño de los ingratos injustos, múltiples larvas y no pocas crisálidas de la literatura que le sobrevivió."


Antonio Fernández Molina

[¡Peste de huesos! y otros textos, Silverio Lanza (Juan Bautista Amorós) , Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. Prólogo de Antonio Fernández Molina]

 

Una semana con Ramón, I (Los mandamientos pombianos)

Una semana con Ramón, I (Los mandamientos pombianos)

[El pasado 3 de julio el escritor Ramón Gómez de la Serna hubiera cumplido 119 años. En esta ocasión, por algún motivo que ignoro, varios medios de comunicación han dado la noticia. ¿Tal vez o ellos o yo nos equivocamos y se cumplen 120 años de su nacimiento?, que es una de esas cifras redondas  que sirven para desempolvar a los grandes artistas para el gran público. Incluso google ilustró ese día su servidor español con un logo (véase el dibujo superior) en referencia al genial escritor. El caso es que, como la ocasión la pintan calva, me ha parecido la presente una buena excusa para dedicarle toda la semana a mi admirado Ramón Gómez de la Serna, al que todos conocemos por el nombre de Ramón. Como excepción, sin que sirva de precedente, publicaré durante todos los días, hasta el próximo domingo,  una entrada relacionada con Ramón para disfrute de mis amantísimos lectores que seguro sabrán apreciar tan cabal esfuerzo. Aquí empieza, por tanto, una semana con Ramón. Para postre propongo a mis distinguidos lectores que, a modo de homenaje al escritor, eleven la voz en público, o en privado, a ser posible en la situación más inverosímil posible y exclamen: ¡Una semana con Ramón! Este gesto removerá a los dormidos y, sin duda, será celebrado por los familiares y amigos que se encuentren a su lado. También les insto a que si lo desean relaten sus experiencias en este sentido en los comentarios de este blog tan suyo como mío.]

 

El Café Pombo, lugar donde se concentraba una tertulia creado por Ramón Gómez de la Serna, que también originó dos libros Pombo y La sagrada cripta del Pombo, fue una de las creaciones más celebradas del escritor. Hasta el punto que el pintor José Gutierrez Solana inmortalizó a  la tertulia en un cuadro genial que perteneció al escritor  hasta que éste lo regalo al entonces Museo de Arte Moderno de Madrid. El mismo Ramón lo contó así en su libro Pombo: "La liquidación de Pombo había comenzado con mi regalar el magnífico cuadro de la tertulia por Gutiérrez Solana al Museo de Arte Moderno de Madrid, episodio que está contado por mí en mi "Automoribundia". (Cuadro que valía más de cien mil pesos y cuyo regalo tiene más valor porque yo nunca tengo cien centavos. La última vez que estuve en Madrid fui a despedirme de él al Museo donde está admirablemente colocado. Vi que se sobreponía a todos los cuadros como sucede con las Meninas en el Prado, pues también Solana supo interpretar esos remolinos de espacio y tiempo que han logrado muy pocos pintores en muy pocos cuadros."

Tertulia del Café Pombo

Cuadro de José Gutiérrez Solana "La tertulia del Café Pombo", 1920.

La tertulia del Café Pombo fue famosa por servir de ariete de todas las novedades artísticas en España, por sus banquetes, por los contertulios y por las anécdotas que allí lugar tuvieron. Ignoro el número de páginas que entre  unos y otros han dedicado a estas tertulias de Café, pero, sin duda, superan con creces,  a las que se han escrito sobre muchas obras literarias o artísticas de importancia de su época. Por supuesto, Pombo tuvo sus mandamientos. Y para disfrute del lector señalo los que Ramón escribió  como tales en 1915.

 

Los mandamientos pombianos

Primero. Amar a Pombo sobre todas las cosas.

Segundo. Sentirse dignos por dentro de estar en Pombo.

Tercero. Estar llenos del fruto de la semana.

Cuarto. No echar de menos la noche de fuera.

Quinto. Ser fuertes hasta renunciar a los tranvías que no podrán tomarse a la salida.

Sexo. Ser sinceros, pero no de sobra.

Séptimo. Hacer conciencia y aprender desprendimiento en el ámbito concienzudo.

Octavo. Respetar y temer al espejo sobre todas las cosas, y temer verse en él con la cara cortada de los traidores.

Noveno. No decir nada que hiera la susceptibilidad del dueño, porque el dueño lo oye todo.

Décimo. No llevarse las cerillas del camarada.

Décimo primero. Hacer una consumición por lo menos y pagarla, no dejando de dar buena propina al camarero para la cera de la capilla. En la consumición hecha en Pombo, el hombre se toma el cuerpo y el alma de la noche.)

Décimo segundo. Dar las gracias al echador de café, que es el gran monago.

Décimo tercero. No venir a Pombo desde otro café, ni después de haber estado en el Teatro.

Décimo cuarto. No quererse explicar por lo que se ve lo que deba suponerse y no creer al Café un Café viejo, en vez de distinguir en él su admirable condición de único refugio entre las fieras.

Décimo quinto. A Pombo no se viene a leer periódicos.

Décimo sexto. En Pombo no se puede hablar de toros ni de autores dramáticos contemporáneos.

Décimo séptimo. En Pombo no se puede hablar de Moreno Carbonero.

Décimo octavo. Tampoco se puede hablar en Pombo del último concierto que evoca una sala llena de onanistas imbéciles y de señoritas casaderas también onanistas y reblandecidas.

Décimo octavo. (sic) Tampoco debe ir nadie pensando que ha de encontrar en Pombo el editor o el pobre hombre al que explotar  una temporada con los originales de la mediocridad o de la "contrefaçon".

Etc., etc.


Ramón Gómez de la Serna