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Raúl Herrero

Encuentros siderales

Encuentros siderales

Con frecuencia aparecen libros en mis sueños. En ocasiones se asemejan a  nenúfares iridiscentes, cajas de cartón, calcetines y otras cosas. A veces  adquieren incluso la forma de un libro. Dentro de esta última categoría puedo dividirlos por  tamaños (diminutos, medianos y enormes como panteras),  colores (rojos, color albaricoque, color azul mosca e invisibles) y también por el contenido (cuentos, teatro, conjuros, poesía, técnicos sobre ciencias imposibles y sobre la doma del escorpión). Una vez leí en sueños un libro en cuya portada rezaba  Así cuece a un hombre. El grupo de relatos en el que entonces trabajaba se publicó bajo semejante título, para desesperación de no sé qué crítico. Claro está, el libro de mi sueño era muy superior al que luego apareció con mi nombre.Sea por agotamiento o por pereza el caso es que me he pasado el fin de semana durmiendo y, en concreto, soñando con una sorprendente reunión de apasionados lectores en la localidad turolense de Albarracín. Todavía no entiendo cómo mi  impenitente inconsciente atávico me ha llevado hasta un lugar que nunca había visitado. Durante una parte de la ensoñación me he descubierto hablando sobre poesía y otros enseres frente a unos rostros atentos y, de cuando en cuando, sonrientes. No sé cómo pasaba de golpe al grupo de los espectadores y presenciaba la aparición mágica de millones de  libros en el que un feto hablaba por boca de Daniel Gascón como jamás ningún otro feto lo había hecho antes. Aquellos ejemplares se retorcían como serpientes cuadradas, otros parecían ascender a los cielos como la escalera de Jacob, aunque los que tenían forma de acordeón superaban a los demás en número.De pronto me encontraba frente a  Silvia Meucci (responsable de la Editorial Siruela) y Jaume Vallcorba (responsable de la editorial El Acantilado). Ambos hablaban  desplegando entusiasmo, pasión y amor por los libros, por la letra impresa y por el olor a nuevo  (con independencia de la fecha de nacimiento del autor) de las buenas publicaciones recién paridas. Resulta curioso que sueñe con personas a las que no conozco. Pero todavía me desconcierta  más la sensación de familiaridad que desde entonces me provocan sus nombres.En un momento de la ensoñación se produjo un misterioso interludio. El entorno se tornó nebuloso y los personajes que me rodeaban adquirían cierto aroma  de nocturnidad. Entonces ocurrió la experiencia más extraña. Una hermosa muchacha aparecía de la nada y me hablaba de perseguir a Milan Kundera por una plaza de París. Ella aseguraba que lo acechaba, como un cazador despreocupado y delirante, tarde tras tarde. La historia me inquietó. Hasta aquel momento me creía dentro de la realidad, pero semejante parlamento me  indujo a pensar que soñaba. Justo entonces surgió Rada, traductora de búlgaro, el diseñador Fernando Lasheras, el editor de MenosCuarto José Ángel Zapatero, Marta, traductora húngara, Malcolm Otero, nieto de Carlos Barral, el siempre afable Pepito, librero de Antígona, seguido por el periodista y escritor Antón Castro... Mientras aquella joven me hablaba de un teatro imposible, un teatro de la memoria, un teatro lindante con la eternidad. En efecto aquello tenía que ser  un sueño. Entonces alguien abrió de par en par, como una ventana que bostezara en el centro del pecho de un gigante, un enorme libro del que saltaron Félix y Eva, propietarios de la librería Los portadores de sueños...  y de golpe y  porrazo abrí los ojos en el salón de mi casa.

(Los VII encuentros de Albarracín han tenido lugar del 11 al 14 de mayo del 2006 en la Fundación Santa María dirigidos por Antón Castro.)

2 comentarios

angela -

me encanta el dibujo que has puesto en el "Acerca de"

angela -

me gusta...pero el final es como si te pegaras contra una pared que no hubieras visto