Juan Ramón Jiménez y Julián Ríos pasean en mi sueño de la mano por un jardín oriental mientras converso con Felipe V sobre la biblioteca que se trajo desde París cuando vino a reinar en España
Desde la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez recibo del remite de Carmen Hernández-Pinzón Moreno una hermosa agenda, del ya más que inaugurado año 2008. Con tapas rojas, encuadernada con la precisión de un libro lujoso, acompañan a los días citas del poeta de Moguer y abundante material fotográfico. La agenda se me antoja la compañera ideal para contabilizar el tiempo hasta que franquee el próximo solsticio de invierno –navidad, januka–. A finales del ya pasado 2007 la misma fundación y la misma Carmen Hernández tuvieron la gentileza de remitirme una Antolojía poética de Juan Ramo Jiménez, con selección y prólogo de Soledad González Ródenas. El volumen, editado por dicha fundación en colaboración con la Diputación de Huelva, agrupa una interesante selección de poemas que refrescan la nuca a los iniciados. ¡Ojalá también sirva esta selección para aproximar el poeta a curiosos adolescentes con sensibilidad y talento! En la portada se dibuja la firma de Juan Ramón con tinta roja. A mi memoria acuden, como un velado rumor, las palabras de cierto autor cuando esgrimía, con aparente certeza, que escribir con tinta roja era prueba de un insufrible mal gusto.
Una soledad tan pura
como el caer de la nieve;
un blancor divino, unánime,
un silencio permanente…
Leo, tras abrir la antolojía al azar, los primeros versos del poema Isla.
La Fundación Z-J.R.J. tiene el buen gusto de hacerme llegar, de tarde en tarde, unos hermosos pliegos de poesía con textos inéditos. Estos versos hacen la delicia primero del paladar de mis dedos, luego del de mis ojos y después del de mi entendimiento.
¡Con cuánta generosidad se han comportado siempre, con mi persona y la editorial Libros del Innombrable, la Fundación y los herederos de Juan Ramón Jiménez! Ofrecieron un sí sin celosías y sin talonarios a la inclusión del poeta en una antología para niños y en la selección de poesía mística de Antonio Fernández Molina.
¡Qué favorable vida la mía al contar también con la amistad y las generosas y sabias aportaciones de los poetas Antonio Fernández Molina, Mariano Esquillor, Josep Soler, Fernando Arrabal… además de tantos otros, que siempre se han aproximado a mis proyectos con el deseo de ofrecer su talento y su obra más que de solicitar caudales (Se dice que Cervantes fue encarcelado por adueñarse de parte del dinero de su trabajo como recaudador. Si así fuera no habría hecho el autor del Quijote más que algo propio de un hombre de letras, es decir, de espíritu, al voicotear los vulgares grilletes de la economía).
¿Puede desearse algo mejor para acompañarse durante una vida que la “compañía” de lo ilustre y verdadero? Y participando de ese mismo caldo recibo de la editorial, por indicación del autor, el libro de relatos Cortejo de sombras (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2008) de mi admirado Julián Ríos. Leo las críticas que dedican al volumen en algunos suplementos, así como una entrevista donde el autor responde cuando le preguntan por los jóvenes escritores que le reconocen como maestro: « …nunca me permitiría darles un consejo. El único que me parece válido en literatura es el lema de Thélème: “Haz lo que quieras”».
Cuando descubrí el libro de J. Ríos Larva, con el asombro de mi mayoría de edad, le pregunté a mi guía, maestro y cayado Antonio Fernández Molina por su opinión: “Es una de las mayores exhibiciones del lenguaje que he leído, sin duda se trata de un autor de gran interés”, me respondió. Poundemonium y Nuevos sombreros para Alicia fueron los títulos de Julián Ríos con los que más he disfrutado, hasta el día de hoy, claro. Tengo entendido que recientemente se ha publicado en México una antología de su obra, ¡algo de merecido cumplimiento!
En mis sueños converso con Felipe V, que viste de manera descuidada y luce unas luengas barbas, como lo describen los historiadores durante sus crisis de melancolía, sobre Juan Ramón Jiménez y Julián Ríos. Ante mi insistencia el soberano enuncia: “Cuando vine a España para reinar lo hice junto a 3000 libros de mi biblioteca personal, ¿quieres creer que entre ellos ya se encontraban el Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez y Larva de Julián Ríos? Eso es imposible, respondo a Felipe V, los autores nacieron siglos después. “Bueno, yo no me atengo a esas pedestres limitaciones”, me reprocha airado el monarca, al tiempo que me expulsa de mi propia ensoñación.
Una soledad tan pura
como el caer de la nieve;
un blancor divino, unánime,
un silencio permanente…
Leo, tras abrir la antolojía al azar, los primeros versos del poema Isla.
La Fundación Z-J.R.J. tiene el buen gusto de hacerme llegar, de tarde en tarde, unos hermosos pliegos de poesía con textos inéditos. Estos versos hacen la delicia primero del paladar de mis dedos, luego del de mis ojos y después del de mi entendimiento.
¡Con cuánta generosidad se han comportado siempre, con mi persona y la editorial Libros del Innombrable, la Fundación y los herederos de Juan Ramón Jiménez! Ofrecieron un sí sin celosías y sin talonarios a la inclusión del poeta en una antología para niños y en la selección de poesía mística de Antonio Fernández Molina.
¡Qué favorable vida la mía al contar también con la amistad y las generosas y sabias aportaciones de los poetas Antonio Fernández Molina, Mariano Esquillor, Josep Soler, Fernando Arrabal… además de tantos otros, que siempre se han aproximado a mis proyectos con el deseo de ofrecer su talento y su obra más que de solicitar caudales (Se dice que Cervantes fue encarcelado por adueñarse de parte del dinero de su trabajo como recaudador. Si así fuera no habría hecho el autor del Quijote más que algo propio de un hombre de letras, es decir, de espíritu, al voicotear los vulgares grilletes de la economía).
¿Puede desearse algo mejor para acompañarse durante una vida que la “compañía” de lo ilustre y verdadero? Y participando de ese mismo caldo recibo de la editorial, por indicación del autor, el libro de relatos Cortejo de sombras (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2008) de mi admirado Julián Ríos. Leo las críticas que dedican al volumen en algunos suplementos, así como una entrevista donde el autor responde cuando le preguntan por los jóvenes escritores que le reconocen como maestro: « …nunca me permitiría darles un consejo. El único que me parece válido en literatura es el lema de Thélème: “Haz lo que quieras”».
Cuando descubrí el libro de J. Ríos Larva, con el asombro de mi mayoría de edad, le pregunté a mi guía, maestro y cayado Antonio Fernández Molina por su opinión: “Es una de las mayores exhibiciones del lenguaje que he leído, sin duda se trata de un autor de gran interés”, me respondió. Poundemonium y Nuevos sombreros para Alicia fueron los títulos de Julián Ríos con los que más he disfrutado, hasta el día de hoy, claro. Tengo entendido que recientemente se ha publicado en México una antología de su obra, ¡algo de merecido cumplimiento!
En mis sueños converso con Felipe V, que viste de manera descuidada y luce unas luengas barbas, como lo describen los historiadores durante sus crisis de melancolía, sobre Juan Ramón Jiménez y Julián Ríos. Ante mi insistencia el soberano enuncia: “Cuando vine a España para reinar lo hice junto a 3000 libros de mi biblioteca personal, ¿quieres creer que entre ellos ya se encontraban el Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez y Larva de Julián Ríos? Eso es imposible, respondo a Felipe V, los autores nacieron siglos después. “Bueno, yo no me atengo a esas pedestres limitaciones”, me reprocha airado el monarca, al tiempo que me expulsa de mi propia ensoñación.
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