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Raúl Herrero

La preñez egipcia

La preñez egipcia
A su vuelta del moderno Egipto mis amigos Beatriz y Pedro se han personado y reincorporado a la vida testimonial –cotidiana como un mondadientes–, pero antes, en prenda, me han ofrecido un pájaro Ibis (con el que se identifica al dios Thot) y una copa de alabastro. Sus historias y entusiasmo me impulsan hasta el libro Historia del Antiguo Egipto (La esfera de los libros, Madrid, 2007) de Ian Shaw.
Al abrirlo me encuentro con una fotografía a color de dos esqueletos abrazados en postura fetal, la diferencia de tamaños me hace pensar que, quizá, se trate de una pareja. En el pie de la imagen leo: “Algunas de las tumbas de yacimientos del Período Naga II contienen inhumaciones múltiples como en este caso. Se trata de un enterramiento doble del cementerio de Adaima, cercano a Hieracómpolis”.
Con el volumen en la mano parto hasta la habitación contigua porque recuerdo un estupendo libro traducido y preparado –cual si se tratara de una comida suculenta o de una poción capaz de trasladar a su receptor a las más inesperadas y mágicas consecuencias– por el compositor Josep Soler. Bajo el título de Poesía y teatro del antiguo Egipto el autor agrupa un buen número poemas, de textos de las pirámides y de teatro litúrgico revisitados con una riqueza que presume de la inmensa capacidad de trabajo y sensibilidad del compositor.
El teatro en el antiguo Egipto se encontraba próximo a la experiencia religiosa, al igual que ocurría en Grecia y Roma, donde los dioses custodiaban la escena, así como también el emperador, al que se le rendía culto.
Josep Soler declara en su introducción al apartado de teatro litúrgico: “Si el primer ejemplo de drama litúrgico proviene de la IX Dinastía, el último, los textos procedentes de una de las paredes del templo de Edfú son ya de época tardía: la de los Tolomeos (ca. -305), otras dos obras son un poco anteriores y datan del siglo IV, en la época del faraón Nectanebo II (XXX Dinastía, -360, -343): casi todas ellas ponen en escena los mismos personajes básicos: Isis y Horus.
Los dramas se desarrollan entre dioses y ponen en escena sus tragedias personales que se solucionan por la intervención de un deus ex machina divino que protege el nacimiento de Horus o lo salva del veneno del escorpión… (…) Podemos suponer, sin gran atrevimiento, que en la ‘representación’ de estos dramas –a semejanza del posterior teatro griego– intervendría una determinada máquina escénica (la llegada del dios Thot en la barca solar, posiblemente en la escena, con todos sus navegantes), y una amplia intervención musical –voces e instrumentos– así como, quizá, un grupo de baile. Estamos, pues, ante algo parecido a una gran ópera…”.

En el terreno musical del Antiguo Egipto Rafael Pérez Arroyo, junto con Syra Bonet, han llevado a cabo una compleja investigación para resolver la posibilidad de aquellos, desde nuestra parcela de tiempo, remotos sonidos. Gracias a los dibujos en las paredes de las pirámides ambos estudiosos reconstruyeron los instrumentos, proyectaron una posible técnica de ejecución y desde los estilos litúrgicos cristianos del Oriente desarrollaron los elementos vocales. Así crearon la compilación hermosa Música de la edad de las pirámides (Nar, Madrid, 2001). Los sonidos de la grabación evocan ligeramente la sensación de liturgia que la memoria vincula a ciertos aspectos de la música vocal. Sin embargo, la curiosa sonoridad que se extrae de la reconstruida arpa y de los instrumentos de percusión nos sobrecogen por lo cercanas que, desde la extrañeza, resultan en nuestros oídos.
Así el Antiguo Egipto revive en mis carnes, junto a mi figura del dios Thot, y así rememoro los viajes que nunca he realizado por las arenas con olor a cocodrilo y las aguas dulces y sonámbulas como danzas sonoras de los murciélagos al comienzo de la noche.
Quizá vuelva sobre este asunto en próximos días…

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