Elegía para Frank Sinatra por Raúl Herrero
«En equilibrio con esta vida, esta muerte.»
W. B. Yeats
EL PUNTO FINAL
.
IRKALLA
Una senda, en la mitad del camino de la obscuridad,
nos guía por el interior de la mirada.
El oftalmólogo, como un dios microscópico,
vuelve las pupilas del revés.
El precipicio, hasta ahora velado,
fulgura bajo la venda que disuelve el mundo.
LA VENDA QUE DISUELVE EL MUNDO
La vida ulula sobre la linfa
que la muerte no evapora.
En la hora de espuma
el cielo ciego se empluma.
Serpiente perversa
con alas de calavera.
BAALZEBUT
Con la boca llena de agujas
tragas saliva pigmentada;
los delgados despojos surcan tu garganta
y se incrustan en las paredes del estómago.
El dolor no es suficiente.
El sol vuelca el azul de sus dientes
sobre el tiempo de tu silueta,
que se convierte en cuerpo del tiempo.
Soy el único elemento del cosmos
en reposo:
mi mundo se desprende del mundo.
La muerte es el instante
del declive infinito de la luz.
MOLOC
Con el cordón umbilical
todavía alrededor de la cintura,
el recién nacido descubre,
desde el fondo del contenedor,
escenas de sacrificios cruentos
oficiados por cananeos.
La curva cuadrada
deja de ser humilde o silenciosa.
En la cabeza de edificios,
empleados como altares para terneros lechosos,
sombras de seres evacuados por la vida
elevan piras de leña humana.
Sentado en una silla de oro,
frente a la ventana,
la risa te cubre los dientes con destellos.
El anciano se dispone a tomar
sopas de leche
frente a la mesa con patas de cabra.
Deja caer uno de sus ojos
en el caldo iridiscente,
tras mucho observar y marear el contenido
con una cuchara de plata,
descubre una tos de sangre relamida,
o, lo que bien pudiera ser,
un resto de feto con sabor sonámbulo.
LOS VIEJOS ESTRANGULÁNDOSE CON ASOMBRO
Los ancianos sentados frente al lago
conversan con los ojos empequeñecidos por el sol.
Unos gusanos amarillos les suben
por las piernas.
Al principio no les importa,
pero cuando les alcanzan el rostro
y comienzan a devorarlo,
se cubren la cabeza con hojas de sauce.
Luego reanudan el coloquio.
EL MUERTO INVISIBLE
Por la noche, después de pintar,
ingiero interminables tragos de disolvente.
Mi piel se vuelve pálida,
incluso si me paro frente a una pared blanca
paso desapercibido.
Por fin, una mañana,
al levantarme, compruebo
que soy invisible,
ningún familiar me saluda
y soy nadie frente al espejo.
Al principio me divierto
cambiando de lugar los objetos
o entrando en lugares prohibidos.
Más tarde comprendo
que me debilito a cada minuto.
Mi cuerpo en lugar de andar
levita,
mi imagen desaparece
de las fotografías,
mis allegados me olvidan.
Ahora vago de un lugar a otro
propulsado por corrientes de aire.
LA VIDA AVANZA SOBRE EL TIEMPO QUE
LA MUERTE DEJA EN BLANCO
Sobre el reloj del comedor
se posa una lechuza.
Brota agua clara y fresca
del espacio limitado por las agujas.
El animal se agacha y bebe.
Los comensales que la habitación ocupan
sin darse cuenta envejecen y mueren.
MÍ
Mi alma, ajena a la vida.
LA VIDA AVANZA SOBRE EL TIEMPO QUE LA MUERTE NO EMPAÑA
La torre de Ganzir
rasga el horizonte de tela.
La cabra bebe el paño
que destila su cornamenta.
El dulce sabor vespertino
hipnotiza a las montañas
de cobre.
El vidente se vuelve ciego,
el sano muere,
el ciego pierde los dientes
y el enfermo resucita en la muerte.
Cristo, al ascender a los cielos,
separa los hilos de su materia.
Produce una explosión corpuscular
que regenera el mundo.
ANTES DE PARTIR OS DIRÉ
Las estatuas de sal
se vuelven de cristal.
La cuerda oscila, atada
a la lámpara, sobre
la sombra intransigente del ahorcado.
Sus muslos de girola expuestos
como ropa tendida.
Sus manos de ábside tensan
la separación entre muerte y mundo.
CESACIÓN DE LA VIDA
Cuando la muerte tórnase visible, nos atenaza
una ansiedad hueca:
encarnación de la
vida.
Junio, 1998
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