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Raúl Herrero

Antología personal de páginas y pagodas

Ars Moriendi de Manuel Machado

Ars Moriendi de Manuel Machado


I

Morir es... Una flor hay, en el sueño
—que, al despertar, no está ya en nuestras manos—,
de aromas y colores imposibles...
Y un día sin aurora la cortamos.


II

Dichoso es el que olvida
el porqué del viaje
y, en la estrella, en la flor, en el celaje,
deja su alma prendida.

III

Y yo había dicho: «¡Vive!»
Es decir: ama y besa,
escucha, mira, toca,
embriágate y sueña...

Y ahora suspiro: «¡Muérete!»
Es decir: calla, ciega,
abstente, para, olvida,
resígnate... y espera.

IV

Era un agua que se secó,
un aroma que se esfumó,
una lumbre que se apagó...

Y ya es sólo la aridez,
la insipidez,
la hez...

V

La Vida se aparece como un sueño
en nuestra infancia... Luego despertamos
a verla, y caminamos
el encanto buscándole risueño
que primero soñamos;
... y, como no lo hallamos,
buscándolo seguimos,
hasta que para siempre nos dormimos.

VI

¡Y Ella viene siempre! Desde que nacemos,
su paso, lejano o próximo, huella
el mismo sendero por donde corremos
hasta dar con Ella.

VII

Lleno estoy de sospechas de verdades
que no me sirven ya para la vida,
pero que me preparan dulcemente
a bien morir...

VIII

Mi pensamiento, como un sol ardiente,
ha cegado mi espíritu y secado
mi corazón ...

IX

El cuerpo joven, pero el alma helada,
sé que voy a morir, porque no amo
ya nada.

Manuel Machado (1874-1947)

Os veo detrás del cristal de las vitrinas

Os veo detrás del cristal de las vitrinas

Jesús Belotto (Elda, 1985) es traductor, máster y doctorando en traducción literaria por la Universidad de Alicante. Ha participado como traductor en la antología Poesía francesa contemporánea (Murcia, 2008) y en el libro Tiniebla original (Alicante:Logos, 2010). Colabora habitualmente en la revista digital Poe+ con la sección de traducción poética "Polyphónikas". Una luz de relámpagos es su primera plaquette.

Recibo de las manos de un cartero montado sobre un rinoceronte, pintado con los colores del arco iris, con el cuerno cubierto de flores, un paquete con tres ejemplares del libro de Jesús Belottoo. Con arrobamiento lo leo y de su interior para mis lectores amantísmos del blog este poema rastreo:

 

 

Os veo detrás del cristal de las vitrinas

 

En las vitrinas estáis: tacones de quince centímetros, vaqueros desgastados, camisetas transgresivas, relojes de acero, joyas  y baratijas, zapatillas de ronaldo, piercings en el ombligo, somebody forgot his rayban sanglasses, estáis temporada otoño-invierno, cincuenta  por ciento de descuento, estáis maniquíes calvos y bulímicos, máscaras venecianas con i-pods en las orejas, aves en la cazuela, peces en la pecera, estáis en stock en todas las vitrinas.

 

Yo paso y, desde fuera, me veo reflejado al otro lado.

 

(O acaso es mi reflejo el que mira

y y estoy aquí dentro

con vosotros.)

 

 

 

Mi reseña del libro en la revista generación.net:

http://www.generacion.net/una-luz-de-relampagos

Sumido en este mundo del dólar o del peso… de José Moreno Villa

Sumido en este mundo del dólar o del peso… de José Moreno Villa

Sumido en este mundo del dólar o del peso

rodeado de expertos labradores de oro

¿qué puedo hacer? Me miran los míos como caso

extraño, que no siente vergüenza de ser pobre;

que no siente vergüenza de carecer de garras;

que en vez de garras tiene manos ensoñadoras,

pies que no van a sitio alguno; delirante

cabeza que rehúye cálculo financiero;

ojos que miran cosas sólo por recrearlas;

oídos que no escuchan más que lejana música;

nariz que no respira sino vaporaciones

sutiles despedidas por médulas y tuétanos;

boca que no contrata ni compra, que tan sólo

canta o habla del rudo destino, de la suerte.


José Moreno Villa [Últimos poemas] La música que llevaba. Antología poética. Edición de Juan Cano Ballesta. Ediciones Cátedra, colección Letras hispánicas, Madrid. 2009.

(En la imagen superior la pintura "Pescador" de José Moreno Villa)

El Zoófito solitario de Harry Stephen Keeler

El Zoófito solitario de Harry Stephen Keeler

Solo, en un sumidero, sobre una gota de agua,

un zoófito trataba una vez de pensar.

Pensaba—: ¿Por qué me siento tan triste

que no se me ocurre lo que he de hacer?

Los otros gérmenes que me rodean están en un remolino.

Lo que yo necesito ahora es una chica guapa.

Se alejó rápidamente hasta ser sólo una motita.

(¡Curiosos muchachitos son estos zoófitos!)

Volvió a poco, pero ahora parecía enfermo,

pues era largo y flaco, cuando antes era gordo,

cada vez se alargaba más, hasta que al fin

estalló, y luego se marchó, y dos formas

fueron lanzadas entonces.

Ahora es feliz, puede usted apostar su grata vida. 

Pues ¿por qué no ha de serlo

teniendo una esposa bien parecida?


[Este poema de Harry Stephen Keeler se incluye  en el capítulo "El zoófito solitario" (pág. 211) de su novela Los cinco budas de Plata publicada en castellano por Editorial Reus, Madrid, 1946. Trducción de Fernando Noriega Olea]

Automoribundia, Ramón Gómez de la Serna

Vivir de milagro todos los días llegó a ser en mí una costumbre, pero yo necesitaba poco porque me corto el pelo muy de vez en cuando. Digo como Epicuro: "La necesidad es un mal, pero no hay necesidad de vivir bajo el imperio de la necesidad".

Cuando alaban una cosa mía suelo exclamar: "¡Mis miserias me cuesta!".

El embozo de terciopelo de mi capa llegó a ser por el uso terciopelo del siglo XVII.

El escritor es un ser del que sólo adquieren gran publicidad sus hambres, sus amores y sus deshonras.

La literatura no es un medio de comer, pero hay que ir comiendo mientras se escribe la literatura.

Lo que pasa es que el escritor no puede estar pensando en pequeñeces y eso le mete en el hambre. Hay muchos interesados en que no coma el escritor, porque su hambre es contraste  de otras harturas.

¿Pero qué va a hacer él contra ese artículo que es el único que no se deroga en ninguna constitución: "El hombre tiene el inalienable derecho a morirse de hambre"?

Con el trabajo espontáneo, libre y firmado, no se puede alcanzar más. Sin pertenecer a ninguna camarilla, ni dedicarse a la intriga, ni vender el alma a nadie, hay que someterse a la menesterosidad. ¿Pero habrá algo más feliz en  la vida que conseguir subsistir sin cometer ninguna bajeza?

En esa performancia ideal la Providencia me saca muchas veces del atolladero. Es un espectacular y sencillo milagro, pero siempre —siempre hasta hoy— ha sucedido. A la Providencia le es muy fácil echar por debajo de la puerta una carta —muchas veces con sellos extranjeros— en el preciso momento de no poder más.

¡Y después los psiquiatras hablan de ciclos depresivos y motejan al escritor de "maníaco depresivo"!

Sin embargo no protesto, porque protestar de la pobreza es como protestar del morir:unos mueren antes, otros depués. Por lo visto el hambre tiene la misma fatalidad que la muerte.

Mi pobreza es como un apasionado voto, y así como el monje no desea las vanidades que desdeña, tampoco hay que creer  que tenga ambición o resentimiento el que hizo ese voto.

Todo lo que pasa en el mundo se debe a que no sabe soportar la pobreza ni encontrar su alegría. El que no ame la pobreza podrá ser rico o pobre pero será un desesperado.

"Los que más sufren —ha dicho Laercio— son los ambiciosos a mayores felicidades", que es lo mismo que dijo también Fernando de Rojas: "Que no los que poco tienen son pobres; más, los que mucho desean".

Mientras no se eleve y se haga gustosa la pobreza no tendrá entrañas felices la vida.

"No hay mejor salsa que el hambre", dijo Cervantes, que había sopado tantas veces pan seco en esa salsa.

Lo peor es la falsificación de este estado de gracia, y me indigna aquel Rothschild que le sirvió a Delacroix de modelo para un tipo de miserable.

Sin embargo, no hay que desconfiar demasiado de la pobreza, porque como dijo Barbey d’Aurevilly, "no hay que hacer muchos reparos a los pobres, porque entonces, ¿a quién daríamos limonosna?"

El verdadero resumen de la historia es ése:  ir con la moneda que sea a comprar un poco de pan.

Descubierto por los psicoanalistas que el deseo de dinero es una coprofilia, toda alma grande no puede caer en ese juego con lo excrementicio. ¡Los demás que hagan lo que quieran si desean incurrir en esa aberración".

Ramón Gómez de la Serna

Automoribundia. Capítulo LVI. Editorial Mare Nostrum, Madrid, 2008

Within You Without You

Within You Without You

cuando exhalas el humo de limo

-légamo- que bajo tus pies pernocta

-se detiene- cuando exhalas el humo de humo

-hollín- que bajo la destrucción y la ruptura

-disolución- de siglos y de períodos,

-decenios- bajo la eternidad pretendida y

-acometida- en la preeternidad

-persistencia- cuando exhalas las ubres

-descalzas las orillas- del tiempo que se despereza

-acurruca- cual oso de la existencia

-del tiempo-

-cosecha- cuando exhalas lo que la lluvia llama madre

-cubremanteles- y lo que los centinelas cubren con vergüenza

-apocamiento- en los corredores subterráneos

-furtivos- donde se apacienta el cordero

-dócil pero no tibio- y cuando la llave de tus vidas

-savias- muerde la cerviz y se desmaya

-desalienta- sobre la llama (alma –da-) leve de la muerte

-tránsito- los dedos del hombre no aciertan

-descifran- atusan velan el velo desean

-apetecer de apetencia- todo lo que ya tienen

-gozan- por eso tu rostro cubierto de tatuajes

-figuras- tus brazos (enlazados) cubiertos por las  ramas

-cepas- tus formas prensadas por la primera forma

-rumia runa- por eso tu nombre

-esencia- que se adelanta en tu rostro

-catadura o faz- tu mar se adelanta  a tus orillas

-aristas- y tu cárcel a tus cascabeles

 

Y mientras la eternidad –rectangular y generosa-

rueda sobre ese mí que se ausenta

y que es un yo lejano.

 

Raúl Herrero

[Poema inédito que iba a formar parte del libro inédito de un servidor "Los trenes salvajes", que verá la luz a finales del presente año, es decir, dentro de un par de semanas aproximadamente. En ese instante, el poema hubiera dejado de ser inédito, pero puesto que, por olvido de un servidor, no se incluye el poema en el libro arriba citado sigue siendo inédito o no.]

Poema de Pero Garcia d'Ambroa (1203?-Mediados del XIII)

Poema de Pero Garcia d'Ambroa (1203?-Mediados del XIII)

Pero d’Armea, cuando compusisteis

para que fuera hermoso, vuestro culo

y le pusisteis arrebol y afeites

para que en hermosura venciese a una doncella

y le añadisteis sobrecejas, todo

se echó a perder por no ponerle unas narices.


Ponedle, pues, don Pedro, las narices

pues quiero aconsejaros lo mejor que puedo;

y he de matar unas perdices

pues un culo tan bello como el vuestro,

aunque quisiéramos buscarlo

nunca lo encontraríamos en la tierra

que va de Sahagún a Saelices.


Y ponedle, don Pedro, unos labios también

a ese culo que fuera tan barbado,

y hacedle unos bigotes recortados

y ya tendréis un culo bien peludo;

y luego, sin tardar, procurad ocultarlo

porque si lo ve venir Fernand’Escalho

soltero sois y acabaréis casado.


[Traducido del galaico-portugués por Carlos Alvar, Santiago Gutiérrez  García y Jenaro Talens.

Locus Amoenus, Antología de la lírica medieval de la península ibérica. Edición bilingüe de Carlos Alvar  y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona, 2008]

 

El sufrimiento

El sufrimiento

[En la imagen Imre Ámos: Dreaming rabbi, 1938]

El rabí Shmelke de Nokolsbourg y su hermano el rabí Pinjás plantearon al Maguid esta pregunta:

-Está escrito en el Talmud que el hombre debe dar gracias a Dios tanto por lo bueno como por lo malo. ¿No se trata de una tarea inhumana? ¿Quién tendrá fuerza para alabar al señor por el mal padecido?

-Od, entonces, a charlar un poco con Zusia -dijo el Maguid.

Zusia era conocido en Mezeritch. Se sabía que estaba enfermo, agobiado por miserias y males; padecía todo tipo de sufrimientos.

-Zusia, ¿cómo haces para dar gracias al Señor? ¿Y tus sufrimientos?

-¿Mis sufrimientos? -se extrañó Zusia-. ¿Qué sufrimientos? Personalmente no conozco ninguno. Yo soy feliz, Zusia es feliz viviendo en un mundo creado por Dios y destinado a la alegría; Zusia no carece de nada, no necesita nada; Zusia lo tiene todo y su corazón desborda de gratitud.

Ni siquiera había entendido la pregunta.

[Celebración Jasídica, Elie Wiesel, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2003]