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Raúl Herrero

Crónicas de un convaleciente crónico, (I)

Crónicas de un convaleciente crónico, (I)

I.

Lo terrible no es el miedo sino la cobardía. Sucesos recientes y distantes (acontecidos durante los últimos dos años y medio) me han ilustrado sobre la condición humana y  sus circunstancias, en especial sobre los efectos del miedo, también sobre el innato sentido de la supervivencia. No sé "descubre" en su esplendor y miseria a una persona hasta que se le desmenuza ante una situación de peligro. En nuestra sociedad, y en las circunstancias en que nos hallamos, tal vez la pérdida del empleo, la caída libre en las redes de los procelosos mártires de la inseguridad, sean lo más parecido a los temores que en otro tiempo despertaban el instinto de supervivencia ante la amenaza de  una pistola, un animal salvaje o una horda de caníbales. Desde luego ahora también existen los caníbales, pero de otro tipo. No se contentan con mordisquear una tibia , o el esqueleto entero si, por desgracia, el grupo se encuentra con apetito, sino que, en la actualidad, se practica un canibalismo de mayor envergadura, sutil y que no elimina al elemento como objeto, pero sí como ser.

Las situaciones en que  la desfachatez y la extorsión de unos  se alían con el instinto de supervivencia de otros,  por encima de cualquier dilema moral o ético, anuncian la muerte de la persona que se encuentra en el justo medio. En estos años he comprobado que si uno descubre a un delincuente, no a un robador de gallinas sino a un malhechor de altos vuelos, un hombre respetable en definitiva, pero ladrón, eso sí, lo mejor que le puede pasar es que no le crean y lo peor que uno  termine acosado por otros “hombres respetables” que jugarán a golpear al descubridor del fraude como si fuera un perpetuador de infracciones indemostrables (por su origen espurio). En este caso la jauría suele alimentarse de sus propios instintos así como por el santo varón malhechor que, a pesar de las pruebas y de sus delitos, se contonea a sus anchas por las avenidas del mundo.

He visto en el último año como un Ministerio evacuaba y tiraba por la alfombrilla del baño la suposición de inocencia para crucificar a un hombre sin ninguna prueba objetiva. He comprobado la cobardía y la demencia de los que se sienten "en peligro" y que son capaces de reinstaurar la venta de esclavos para salvar sus tatuadas nalgas. He comprobado que la cobardía alimenta la injustica. He comprobado que detrás de la eficacia y la obediencia a menudo se encuentra la ignorancia y, por extensión, el desafuero.

Con estos sentimientos tan bellos, más misántropo que nunca y con la necesidad de evacuar el resentimiento, el odio y la ira que me han llevado a ser un convaleciente crónico me enfrento a estas páginas que serán una bitácora, un diario, unas memorias y otras cosas.

 

3 comentarios

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*Cambiar el destino de los conocimientos, el aprendizaje será mayor cuanto más ... ...

DEDALETE -

Querido Raúl, por desgracia tienes toda la razón, pero detras de esa cobardia hay una inseguridad , maldad y en el fondo se desprecian a sí mismo por ser esclavos del sistema y al salvar sus "nalgas tatuadas" suelen destruir a personas libres y limpias que son sus autenticos enemigos y a quien envidian con todas sus fuerzas, por carecer de los reaños que un hombre con principios tiene.

Un abrazo
Dedalete

IHB -

Bravo! En ascuas estoy!