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Raúl Herrero

Antología personal de páginas y pagodas

Poema inédito de Raúl Herrero

Poema inédito de Raúl Herrero

A través de tu corona de nubes y árboles

trasciendo tus pensamientos:

corola de perfección y ascenso.

Prevaleces más allá de las pasiones tupidas,

danzas en el vértigo de la paz y la pena.

¡Qué desnudos paraísos sofocados

por los pasos de la resignación!

 

Son fríos los días bajo mi manto de apariencia.

Materializas mi voz a través de tu corona ungida

por la verdad, el conocimiento y la esperanza.

¿Lo que nos aguarda en boca de los demás

es un enjambre de moscas, la pereza

o el infierno?

 

Raúl Herrero

 

 

Sustancia por Antonio Tello

Sustancia por Antonio Tello

En el altar de los dioses

ha llegado el momento:

 

El jaguar salta sobre mí.

En sus ojos veo el tiempo

y en el iris del tiempo a mi alma

convertida en el jaguar que corre

hacia donde acaba la muerte.

 

El jaguar olvida los ojos que lo han visto;

el alma, la mirada de los muertos

en el altar de los dioses.

 

Poema de Antonio Tello del libro

Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias

Ediciones Cartografías Archipiélago, Río Cuarto (Argentina), 2009

Zorba, el griego, (I)

Zorba, el griego, (I)

Un día pasaba yo por una aldehuela. Un viejo abuelo nonagenario estaba plantando un almendro . "¡Eh, padrecito! -le digo-, ¿plantando un almendro?". Y él, todo doblado como estaba se vuelve hacía mí y me dice: "Yo, hijo, obro como si no hubiera de morir nunca". "Y yo -le respondo- obro como si mi muerte fuera inminente". ¿Quién de los dos acertaba?

Nikos Kazantzakis, Alexis Zorba.

Círculo de lectores, Buenos Aires, 1973

Traducción de Roberto Guibourg

Natascha Kampusch

Natascha Kampusch

Esta sociedad necesita criminales como Wolfgang Priklopil para ponerle rostro a la maldad que habita en ella y apartarla de sí. Necesita las imágenes de zulos escondidos en sótanos para no tener que mirar en las muchas casas y jardines en los que la violencia muestra su cara más burguesa. Utiliza a las víctimas de los casos más espectaculares, como yo, para librarse de la responsabilidad de las numerosas víctimas sin nombre, a las que no se ayuda… aunque ellas pidan ayuda.

Delitos como el que se cometió contra mí forman la estructura en blanco y negro de las categorías del bien y del mal en que se sustenta la sociedad. El secuestrador tiene que ser una bestia para que uno mismo pueda estar en el lado bueno. Hay que adornar su delito con fantasías sadomasoquistas y orgías salvajes hasta que no tenga nada que ver con la vida propia.

Y la víctima tiene que estar rota y seguir así para que funcione la externalización de la maldad. Una víctima que no asume este papel personifica la contradicción en la sociedad. No se quiere ver eso. Habría que ocuparse de uno mismo.

Por eso provoco sin querer reacciones negativas en algunas personas.

 

Natascha Kampusch 3.096 días

Editorial Aguilar Madrid, 2011

Del libro Cenizas del mediodía de Carlos Barbarito

Del libro Cenizas del mediodía de Carlos Barbarito

A Rubén Grau

 

Oídos,nariz, ojos: tiene que haber otra cosa.

Otro modo de saber qué nos mata

o nos salva, cuál es el destino real del largo viaje

en el que estamos desde siempre embarcados

y que apenas si alcanzamos a entrever

en los ojos de los otros,

en el vuelo de los pájaros de rama en rama.

Tiene que haber una manera diversa,

un instrumento más allá de la brújula,

el compás, el cronómetro;

de la tierra lodosa, por fin, a tierra firme,

del mero número al color y sabor del número,

de la sangre en la tierra a la sangre,

para siempre, purificada por la luz, el agua.

 

Carlos Barbarito, Cenizas del mediodía, Editorial Praxis, México, 2010

Año Pagano de Aldous Huxley

Año Pagano de Aldous Huxley

Cerrados están los ojos del paraíso, pero no pueden del todo matar

los colores del mundo hibernal. Suprimidos

y aun así tan fuertes, brillando en secreto todavía

carbonilla y amenazadores, de color negro y ciruela dan fe

de la luz ausente. Con su ansiado renacimiento

desnuda el mundo en un etéreo sueño de hojas;

resplandece; el escaso sueño dentro de la tierra madura,

y los inmensos olmos se exhiben oscuros sobre las gavillas.

¡Mágico otoño! Todos los bosques son zorros,

dormitando estirados bajo el casi argénto sol.

¡Ay!, brillantes y tristes bosques y melancólico cielo,

¿no hay cura para la belleza más que correr

aún más rápido que las escurridizas horas, flores y concubinas

y música moribunda, hasta que nosotros también muramos?

 

Poesía Completa Aldous Huxley

Edición bilingüe de Jesús Isaías Gómez López

Cátedra Letras Universales,

2011, Madrid.

La salmodía

La salmodía

Aba Pablo, higúmeno del monasterio de aba Teognosto, nos dijo que un asceta le contó lo siguiente:

Un día estaba yo sentado en mi celda. Hacía mi trabajo manual, que consistía en trenzar cestas y recitaba salmos. De repente, entró por la ventana un desconocido con aspecto de niño sarraceno, vestido con una túnica. Se puso delante de mí y comenzó a bailar mientras yo recitaba la salmodia.

—¿Bailo bien, anciano?—me preguntó.

Yo no respondí nada.

—¿Te gusta como bailo anciano?

Seguí sin responder.

—¿Qué te crees, maldito anciano? —me dice—, ¿qué haces algo importante? Pues te digo que te has equivocado en los salmos sesenta y cinco, sesenta y seis y sesenta y siete.

Entonces yo me levanté y me arrodillé ante Dios. Desapareció en el acto.

 

El prado, de Juan Mosco

Siglo VI D.C.

Biblioteca Medieval, Siruela

Madrid 2005 

El lector de poesía de Robert Graves

El lector de poesía de Robert Graves

El siguiente objetivo del batallón había sido "El Cuadrángulo", un pequeño bosquecillo antes del bosque de Mametz, donde Siegfried  se distinguió al apoderarse solo de un frente que el Regimiento Real Irlandés no había logrado capturar el día anterior. Se había acercado armado con dos granadas a la luz del día, cubierto por el fuego de un par de rifles, y había hecho huir a los ocupantes de las trincheras. Una hazaña inútil, ya que en vez de hacer señales para pedir refuerzos, se sentó en la trinchera alemana y comenzó a leer un libro de poemas que había traído consigo. Cuando al fin volvió, ni siquiera presentó un informe sobre el hecho. 

Robert Graves. Adiós a todo eso. Traducción de Sergio Pitol. RBA libros, SA, Barcelona, enero 2010.